jueves, 9 de abril de 2009

ITINERARIO POLITICO. ---RICARDO ALEMAN---

Estúpida guerra por el agua

Si no es una guerra, tiene todas las características de ser

Si no es una guerra, tiene todas las características de serlo. Pero lo más grave es que la batalla política que libran por el agua —en la capital del país— los gobiernos de Felipe Calderón y Marcelo Ebrard parece destinada a cobrar una sola víctima: los ciudadanos.

Nadie con un mínimo de sensatez, sentido común y responsabilidad oficial y política puede seguir jugando con uno de los servicios vitales para los ciudadanos —si lo olvidaron los gobiernos federal y local, la salud y la vida de las personas son la razón de ser del Estado y de su prioridad como servidores públicos—, a riesgo de llevar a “la gente” a niveles criminales de desesperación que resultarían no sólo peligrosos para la convivencia social, sino para la salud pública de millones de personas.

Y es que no es más que una irresponsabilidad mayúscula, una estupidez a secas —de los tres órdenes de gobierno que concurren en la capital—, que sus respectivas autoridades hayan permitido que la crisis del agua —que incluye mantenimiento de los sistemas de suministro, programas de ahorro y cero fugas y transporte del líquido vital— haya llegado al colapso y a la emergencia que obligaron a adoptar medidas extremas.

¿Quién, en el gobierno de Calderón o en el de Ebrard, es el culpable de colocar por sobre el bienestar de los ciudadanos una demencial disputa político-electoral que llevó al colapso en los sistemas de agua potable?

Lo verdaderamente grave —por los tintes de crimen social— es que por razones políticas los señores Marcelo Ebrard y José Luis Luege se exhiban como vulgares pendencieros que —antes que sumar esfuerzos para resolver el gravísimo problema del agua— disputen el galardón a la más disparatada justificación para ocultar su respectiva responsabilidad en la crisis, al tiempo que regatean a los ciudadanos la capacidad de criticar y sancionar un juego perverso que coquetea con la estupidez.

Responsabilizar al adversario político por el colapso hidráulico de la capital del país —en espera de renta política— no es más que mostrar el rostro contrario al del estadista, servidor público responsable, político visionario y del ciudadano sensato. Todos saben que la crisis del agua es una responsabilidad compartida de gobiernos y partidos que no admite rentas políticas y menos simulaciones.

Pero en la realidad Marcelo Ebrard y Luege Tamargo enseñan que nada tienen que hacer en la responsabilidad de jefe de Gobierno del Distrito Federal, el primero, y encargado de la Comisión Nacional del Agua, el segundo. Su verdadero rostro es el de caciques bananeros, irresponsables, políticos miopes y ciudadanos mezquinos. Pero nos veremos en las urnas. Al tiempo.

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