sábado, 17 de marzo de 2012

Plaza de la Constitución-- Bernardo Bátiz V.---Qué tiempos aquellos-Fisgón



L
a gran plaza que está en el corazón de la ciudad de México, conocida como Zócalo, tiene un nombre oficial, se llama Plaza de la Constitución en recuerdo de que en ese amplio espacio, enmarcado por la Catedral, el Palacio de los Virreyes, ahora Palacio Nacional, y el Palacio de Cabildos, se juró la Constitución que el 19 de marzo de este año cumple 200 de haber sido aprobada por diputados a Cortes de España y América, reunidos en la ciudad de Cádiz en 1812.

Se tardaron los diputados en llegar, empezaron su viaje desde 1810 de todas las provincias y reinos de España y de todos los lugares de ultramar; desde luego de la Nueva España en primer lugar, de Nueva Galicia, Yucatán, Guatemala, Provincias Internas de Oriente y Occidente, de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, todos estos países en la América septentrional y de América meridional. Nueva Granada, Venezuela, Perú, Chile, Provincia de Río de la Plata y desde el otro lado del Océano Pacífico, las Islas Filipinas, descubiertas y conquistadas por marinos mexicanos y españoles que partían de Acapulco.

A Cádiz llegaron 15 diputados mexicanos. Uno, Pedro Bautista, de la lejana Nuevo México y entre todos, dos que destacaron en las discusiones y aportaron ideas para entonces avanzadas de libertad y democracia; los dos llevaban el mismo nombre de pila y ambos eran clérigos, cultos e inquietos: José Miguel Ramos Arizpe, diputado por Coahuila y Texas, y José Miguel Guridi y Alcocer, por Tlaxcala.

En lugar de las desangeladas celebraciones del bicentenario y los gastos sospechosos, como el costo increíble de la estafa de luz, como ya la conoce la gente, los organizadores de las fiestas del bicentenario debieron de ocuparse de acontecimientos relacionadas con la historia de nuestra patria, tan necesitada de memoria; más que nunca es importante no olvidar quienes somos y de donde venimos, por ello, recordar estos dos siglos de la primera Constitución que rigió en México y que dio nombre a la plaza más grande y bella del mundo, es no sólo conveniente sino necesario.

Entre los méritos de la Constitución de Cádiz está la consagración del principio de igualdad entre españoles y americanos; el artículo primero de esa carta histórica establece: la nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, y en el artículo cinco, sin distinguir razas, castas o fortunas, definió como españoles a todos los nacidos y avecindados en los dominios de las Españas. Ahí cabían todos, los indígenas originarios, los criollos y los peninsulares, los negros no esclavos y las castas. Claro que, acorde con la época, había limitaciones a este primer impulso igualitario, aún nos faltaba un largo camino por recorrer, había esclavos y la declaración solemne se refería solo a los hombres, las mujeres estaban excluidas, pero como quiera que sea, era un avance que debemos recordar.

El artículo 10 definió el territorio español sobre el que la Constitución tendría vigencia: desde luego la península ibérica con sus reinos e islas adyacentes y luego en igualdad de circunstancias los reinos de este lado del Atlántico que no eran colonias, como las inglesas o las portuguesas, eran verdaderas unidades políticas, ciertamente sujetas a la monarquía, pero con relativa autonomía, y un estatus que les permitía un desarrollo propio, a partir de la Constitución, con derechos iguales a los reinos de la península.

Para la conmemoración de los 200 años, en la Plaza de la Constitución se podría recordar también que se determinó en el artículo 13 que El objeto del gobierno es la felicidad de la nación y el bienestar de los individuos que la componen; los gobernantes y políticos actuales, con cargos o sin ellos, tendrán que pensar en esta solemne declaración nada menos que en la ley constitutiva del Estado; felicidad para la nación que es la comunidad amplia en la que compartimos historia, cultura, lengua y costumbres y bienestar para todos. En vez de tantas promesas buscar la felicidad y el bienestar es un mensaje más fresco y esperanzador.

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