martes, 25 de octubre de 2016

Ciudad Perdida
¿Gobierno de coalición en la CDMX?
Preocupación en la Constituyente
Evitar que se pierda el rumbo, reto
Miguel Ángel Velázquez
U
na de las discusiones que inquietan a la Asamblea Constituyente es la posibilidad de que en esta ciudad se construyan gobiernos de coalición, con lo que todo vestigio de fundamentos ideológicos quedarían eliminados, y por fin se daría paso al anhelo neoliberal que desmantela las fronteras del pensamiento, para convertir la política en una mezcla peligrosa, sin rumbo, en la que sólo gana la misma parte de la población que ha ganado desde hace más de 30 años.
El proyecto de constitución plantea discutir esta forma de gobierno de coalición y pretende en su propuesta legalizar la promiscuidad política que no tiene rumbo, y que, curiosamente, sentencia a la población que elige bajo un signo a soportar eso de que se gobierna para todos; signo que curiosamente ha creado el mayor número de pobres en el planeta.
La primera pregunta que salta es: ¿y entonces, para qué queremos elecciones donde compitan partidos políticos, si a fin de cuentas el gobierno será un mazacote que administre bienes sin rumbo, apoyando las ocurrencias de esta o aquella empresa? Qué importa el voto, es decir, no importa el ciudadano, sino el poder sin rostro, sin principios.
Para buena cantidad de políticos, sobre todo los que saben que ya no tienen remedio sus partidos, cuando menos en la capital, el gobierno de coalición les permite seguir viviendo de la política. A fin de cuentas la idea sería colarse en cualquier área de gobierno, mientras más alta mejor, y desde allí irla pasando lo mejor posible.
Dentro de ese esquema las preferencias ideológicas de la gente ya no importan. El voto después de contabilizado ya no tiene valor alguno, y el elegido puede hacer lo que le venga en gana sin que nada le exija cumplir con el mandato de las urnas.
El proyecto de constitución que está a discusión hace ver con claridad las intenciones de quienes sin mayor recato tratarán de inmiscuirse en algún rincón del gobierno sin que los frene su manera de pensar, aunque ésta vaya en sentido contrario a lo que la ciudadanía busca, y desde luego al signo político que resultó ganador.
Muchas serán las batallas que en la Constituyente tendrán que darse para evitar que la Ciudad de México pierda el rumbo político que, por ejemplo, hasta ahora la tiene un tanto alejada de las desgracias de seguridad que vive el resto del país. Una de esas batallas será impedir que el artículo 39 del proyecto de carta magna de la Ciudad de México sea ley.
Y es que ese artículo es el que mayormente tiene los fundamentos que harían posible que la promiscuidad partidista se convierta en una realidad que haga de los gobiernos entidades vacías de ideas concretas, pero técnicamente capaces de convertirse en la gerencia de algunos grupos que preferían el gobierno para todos.
De pasadita
Pues nada, que ahora sumados a los camiones de la basura, a los de las cocas, a los repartidores de cervezas, están bien metidos los de Ecoparq, que se estacionan donde quieren, a la hora que quieren, y no existe ningún representante de la ley que les ponga freno. Además, como ellos son los que colocan las llamadas arañas, nada les impide hacer en las calles lo que mejor les dé la gana.
El asunto es complejo porque los operadores de este sistema viajan en pequeños vehículos que igual dejan estacionados en alguna entrada de estacionamiento privado que en doble fila o sobre la banqueta. Nada les importa, son dueños de la ley de la calle y no hay autoridad alguna que les pueda marcar un alto. Vamos a ver a qué hora se pone en orden a esa empresa, que ahora resulta que sus trabajadores son peor que los viene-viene desplazados por Ecoparq. ¡Aguas!


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