jueves, 20 de abril de 2017

Ciudad Perdida
Ocurrencia en la ALDF
Gobiernos de coalición
Fragmentar el voto, ¿jugada?
Miguel Ángel Velázquez
L
a Asamblea Legislativa de la Ciudad de México citó a un foro para analizar, si así se le puede llamar, la posibilidad de que en esta capital se den gobiernos de coalición, donde los acuerdos entre las cúpulas partidistas –del mismo signo ideológico, en el mejor de los casos– remplacen la voluntad de las urnas.
Sin llegar a un sistema parlamentario, la ocurrencia, discutida ya en muchos foros, es que se pretenden implantar algunas formas de parlamentarismo, gobiernos chilaquil que podrían permitir que personajes de todos los signos formaran gobiernos donde más que la protección de los intereses de los ciudadanos pareciera que buscan salvaguardar aquellos en los que, de una u otra forma, participan los partidos políticos.
El argumento es sencillo: el voto está fraccionado, la mayoría, a fin de cuentas, es minoría y un gobierno sin posibilidades de lograr el acuerdo de su parlamento se vería en grandes dificultades para lograr sus cometidos.
Como ya es costumbre, se mira en el conflicto el último eslabón de la cadena. No se busca el remedio a la debilidad de los partidos, que no logran convencer a las mayorías, y menos aún tener proyectos de gobierno con rumbo ideológico que se identifiquen con las carencias y las aspiraciones de la gente, sino establecer complicidades que den fuerza a las organizaciones partidistas.
En pocas palabras: lo que menos importa es el voto de la gente; se podría decir, incluso, que mientras menos votación más fuerza a la partidocracia. Se busca, entonces, hacer que quienes sufraguen frustren sus aspiraciones. Entonces, ¿para qué votar por este o aquel partido si a fin de cuentas en el arreglo entre cúpulas no cabe el sentido en que se hayan emitido los votos?
Nada más conveniente para la burocracia política de altos niveles que tener segura la chamba. El argumento falaz de que no es posible que exista gobierno cuando las diferencias en la votación son mínimas, porque no hay fuerza hegemónica en el parlamento, se desmorona cuando la pregunta se traslada al gabinete: ¿Cómo se puede lograr un proyecto de gobierno con ideales tan disímbolos como los que enarbolan las izquierdas y la derecha?, es decir, el mismo problema que podría darse en las cámaras se da sin duda en el gabinete, aunque en esa instancia, al parecer, lo que cuenta son los salarios y el trozo de poder que a cada uno le toca, pero nada para la gente.
Para funcionarios de fácil acomodo, como la secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Mercado, los acuerdos de cúpula sin mirar a la gente son los mejores, pero el asunto ahora es que si no se fortalece el voto, es decir, el mandato de las urnas, con propuestas serias y con rumbo, como ya ha empezado a suceder, la extinción del concurso electoral, las elecciones, pronto morirán a manos de grupos de interés que se han olvidado de los ciudadanos.
De pasadita
Por cierto, algún personaje de esos que ya no le encuentran solución al país, desde su propia base, anda haciendo propaganda a otros personajes políticos extranjeros con el fin de que vengan ¿a gobernarnos?, porque nosotros no podemos. ¿Alguien se acuerda de una idea parecida en cierta parte triste de nuestra historia? Aguas, es tanta la desesperación, que podría prender la idea maldita.

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