miércoles, 12 de abril de 2017

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Hay que sacudirnos la mugre que ya nos viene salpicando

@rasocasmié 12 abr 2017 10:02
 
  
 

A disfrutar la Ciudad de México en estos días que muchos viajan a otros destinos.
A disfrutar la Ciudad de México en estos días que muchos viajan a otros destinos.
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El día 9 de abril tuve una plática con un amigo panista sobre el significado de Semana Santa y de cómo aprovechar la ciudad ahora que la mayoría de los citadinos corren como locos hacia otros lugares.  La conversación derivó hacia el papel de la iglesia y de sus feligreses. Fue un debate inconcluso. Ya en mi casa seguí reflexionando sobre el tema. Concluí que no se trataba de un asunto menor, requería, análisis y aclaraciones. Me puse a trabajar, iban y venían cosas, conceptos. Tal vez por el cansancio no daba una. Ideas que se asomaban tímidamente por las rejillas de mi cabeza, desaparecían y se embrollaban con facilidad. Estuve a punto de optar por la mudez y de plano, no mover el avispero. Después de varios intentos comencé  a escribir algunas cosas que, a decir verdad, me infligieron  largas horas de trabajo y de insomnio. Al pergeñar el primer intento me di cuenta que hay cosas que no se me dan. ¡Nunca han sido mi prioridad!
Recordé el “Vuelo de la Reyna” de Tomás Eloy Martínez. En él escribe que “el lenguaje es el estanque donde las personas reflejan lo que son” y, ni tardo ni perezoso, me fui sobre el paraguas que andaba buscando para proteger de la tormenta mis elucubraciones  sociológicas. Mi vecino hablaba del poder de la palabra, puesta al servicio de la iglesia, de sus seguidores. Como buen propagador de la fe, me recitaba textos que en mi vida he leído. No obstante, oírlo me convenció que la tesis que he venido sosteniendo sobre el papel de la palabra tiene un poder mágico cuando se le llena de contenido y se le usa para transformar un país.
Sin esta herramienta que ha hecho grandes y diferentes a los seres humanos, difícilmente la sociedad universal tendría en su haber la sabiduría y el conocimiento que ningún otro ser conocido ha podido acumular en toda su existencia. Por eso creo que mi vecino, puso en el tapete de discusión, un tema tan actual, tan importante y tan polémico. Sé que aunque algunas de sus ideas son discutibles, el hecho de que le asigne a la palabra tanto poder, me convenció de que el lenguaje es la herramienta más poderosa que tienen los seres humanos para comunicarse. Diferencia básica con el resto del mundo animal.
El lenguaje, agrego, se desarrolla como resultado de la incorporación del hombre al proceso de la división del trabajo. Cuando sus necesidades crecen y su capacidad para resolverlas ya no son suficientes, comienza a buscar la aportación de otros para satisfacerlas. Nace la urgencia de hablar con sus pares para encontrar soluciones  a sus problemas comunes. Comienza la disputa por los espacios vitales. Las contradicciones entre personas y grupos se acentúan en la medida en que unos quieren tener más satisfactores que otros para lograr la subsistencia de la especie. Hacen uso de la fuerza, de las presiones y del poder. De tal manera que el lenguaje y el trabajo, se convierten en fuentes de disputas y hasta de guerras civiles. Nacen los sentimientos acompañados del rencor, el odio, la malquerencia  y también del amor, la paz, la alegría la gratitud y otros.  Todo esto surge como respuesta a la apropiación de los bienes materiales, de los  espacios de poder de unos y otros para imponer, siempre, la solución a los conflictos sociales.
Mi vecino tiene razón cuando habla del deseo de que sea el peso de la palabra lo que dirima los conflictos personales, de grupo o de las clases sociales. Deberían ser el lenguaje, los argumentos, la verdad y la persuasión, las únicas armas para atemperar las contradicciones humanas. Sin embargo, la realidad y la historia del hombre, han sido las armas, las confrontaciones, la lucha de clases y las guerras, lo que ha prevalecido en el surgimiento y desarrollo de la humanidad. Las guerras civiles, desde las púnicas A. de C. hasta las de nuestros días, han sido enfrentamientos por razones económicas y religiosas. Las causas por las cuales estas guerras finalmente estallaran tuvieron que ver con el hecho de que la palabra no tuvo la capacidad suficiente para impedir la locura de la violencia y de la agresión entre personas y entre países. Esto quiere decir, le dije a mi vecino, que mientras las desavenencias tengan carácter económico, religioso o político, el deseo de resolverlas mediante palabras de amor, de amabilidad y respeto, no habrá ninguna solución posible y verdadera.
Este encuentro se dio en el marco de la civilidad, donde el ejercicio de una política cultural, de lectura y de aprendizaje, fueron los ingredientes fundamentales de la buena relación entre seres pensantes. En esos límites del respeto mutuo y de la tolerancia, pudimos asentar nuestro desempeño y nuestras diferencias. Intentamos alejarnos de la mentira y de la doble moral. Nuestro pensamiento y nuestra acción se vieron coronados por el mundo de decir la verdad de cada quien. Ambos tuvimos claro que estamos surcando en  tierras escabrosas. Pero los dos, hicimos un alto en nuestros desafíos literarios y políticos y concluimos el debate reconociendo que lo que hacemos, puede contribuir a darle alivio al corazón y a sacudirnos la mugre que ya hace tiempo nos viene salpicando.
Nota.- A mis lectores les informo que me voy unos días de descanso. Nos volveremos a encontrar el 3 de mayo del año en curso        

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