martes, 17 de octubre de 2017

Alquimia cósmica
Javier Flores
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Creación artística de la colisión de las estrellas de neutrones, proporcionada por el Observatorio Europeo AustralFoto Afp
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na catástrofe ocurrida a 130 millones de años luz de distancia de nuestro planeta se ha convertido en uno de los más importantes acontecimientos científicos en lo que va del siglo. Ayer se anunció en varios países, incluido el nuestro, el descubrimiento de la colisión de dos estrellas de neutrones y se publicaron de manera simultánea los primeros resultados y análisis de este fenómeno en las principales revistas científicas del mundo. En opinión de los especialistas en estas áreas, las implicaciones de un evento de este tipo para la física y la astronomía son incalculables, pues marcan una nueva era en el estudio y conocimiento del universo.
Las estrellas de neutrones son las más pequeñas y densas conocidas; nacen de una gigante (las que tienen una masa 10 a 50 veces la del Sol o mayores) que se colapsa y estalla (explosión que se conoce como supernova). La estrella de neutrones es el resultado de las últimas etapas de este proceso. Los electrones del núcleo de esos cuerpos celestes se unen a protones dando lugar a neutrones y neutrinos (de ahí su nombre).
Se sabe desde hace varias décadas que estas estrellas pueden formar sistemas binarios, es decir, dos estrellas muy próximas que giran una alrededor de la otra atraídas por la fuerza gravitacional. Esta atracción provoca que la proximidad sea cada vez mayor, lo que crea perturbaciones cada vez más intensas, que producen lo que hoy conocemos como ondas gravitacionales, cuya existencia fue confirmada a principios del año pasado y dio lugar apenas hace algunas semanas al otorgamiento del Premio Nobel en Física.
Hace 130 millones de años (considerando la escala de la velocidad de la luz) dos estrellas de neutrones se fusionaron, dando lugar a una gran explosión. La probabilidad de que ocurra al azar un evento con esta fuerza se estima en una vez cada 80 mil años. La detección fue realizada el pasado 17 de agosto (aunque fue anunciada apenas ayer).
El primer gran logro consiste en la confirmación de la utilidad los sistemas de registro de ondas gravitacionales, como los del Observatorio de Interferometría Láser para Ondas Gravitacionales (Ligo, por sus siglas en inglés), que cuenta con instalaciones en Washington y Luisiana, Estados Unidos, y el Observatorio Gravitacional Europeo (Virgo), con sede en Pisa, Italia. La explosión fue además confirmada unos segundos más tarde por las observaciones realizadas por telescopios instalados en satélites, como el Fermi, de la Nasa, que permite registrar mediante espectroscopia las emisiones de rayos gamma, en este caso, las producidas durante la fusión de las estrellas de neutrones, y luego por observaciones realizadas por varios telescopios en tierra. Se trata así de un acontecimiento confirmado por varios sistemas de detección, lo que hace confiable la certeza del evento.
Además de la validación de los sistemas de registro de las ondas gravitacionales, uno de los mayores descubrimientos asociados al fenómeno registrado es, precisamente, el registro de la radiación gamma. La explosión consecutiva a la fusión de las estrellas de neutrones produjo la emisión de dos enormes chorros de radiación gamma que fueron registrados por el telescopio Fermi. Anteriormente existían diversas hipótesis sobre el origen de algunas de estas emisiones, pero hasta ahora es que se sabe con certeza que provienen de la fusión de las estrellas de neutrones.
También la explosión revela la existencia de un objeto hipotético llamado kilonova, porque brilla miles de veces más que las novas ordinarias (las que experimentan una explosión termonuclear), y resuelve uno de los misterios de la física, es decir, el origen de algunos elementos. Para mí una de las cosas más impresionantes en esta hazaña fue saber que la fusión de las estrellas de neutrones permitió detectar la formación de elementos pesados presentes en el universo como el oro, la plata y el platino.
El sueño de los alquimistas hecho realidad frente a nuestros propios ojos. Ahora sabemos que la búsqueda incansable del oro de los magos medievales, que utilizaban alambiques y diversos instrumentos para lograr la maduración de los metales, se realiza, como quizá lo sospechaban, en las propias estrellas.

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