sábado, 14 de octubre de 2017

La unidad hace la fuerza
Enrique Calderón Alzati / I
L
a noticia que circuló el domingo pasado en las redes sociales, sobre la declinación de Emilio Álvarez Icaza a buscar una candidatura independiente para las próximas elecciones presidenciales de 2018 me llenó de alegría, si bien no esperaba menos de él, conociendo desde hace muchos años de su entereza y generosidad, cuando colaborábamos en Alianza Cívica en 1994, para impedir un nuevo fraude electoral de parte del presidente Carlos Salinas.
Vivimos hoy tiempos decisivos para el futuro de nuestra nación, gobernado por un grupo de individuos caracterizados por la corrupción y la falta de compromiso con el país que gobiernan, al cual consideran como un botín que les puede generar la abundancia que creen merecer, mientras que manifiestan un profundo desconocimiento y desprecio por la población que vive en su territorio. Sin ningún recato y con un pensamiento lineal y autoritario, este grupo ha decidido seguir gobernando mientras haya aun riquezas de las cuales puedan apoderarse y para ello están dispuestos a seguir utilizando los recursos del gobierno para infundir miedo, para alterar en su favor los resultados electorales, para comprar votos mediante mecanismos clientelares y para comprar autoridades electorales dispuestas a cerrar los ojos ante sus tropelías, tal como sucedió recientemente en las elecciones del estado de México, así como en Coahuila.
El futuro se vuelve a presentar obscuro en la medida que los diferentes actores que supuestamente representan una esperanza para nuestro país y para los millones de mexicanos, buscan en forma separada como luchar contra un monstruo que durante 36 años ha dominado y quebrantado al país siguiendo las tesis del neoliberalismo capitalista, aunada a las prácticas de corrupción conocidas y protegidas por mecanismos diversos de impunidad; esa lucha la hemos vivido ya y conocemos sus consecuencias.
En este contexto tiene sentido hablar de la candidatura independiente de María de Jesús Patricio Martínez, propuesta por el Congreso Indígena y apoyada por el Ejército Zapatista, con el objetivo de hacer escuchar la voz de los pueblos indígenas originarios de la tierra mexicana, hoy obligados a vivir en las regiones más inhóspitas y marginadas del país, en los desiertos, las montañas y las selvas del territorio nacional, arrinconadas por las acciones y las políticas impuestas por muchos de los gobiernos de la República a lo largo de los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, sin que la sociedad civil hiciese nada en su defensa ante tales atropellos, en buena medida debido a actitudes racistas, que son consecuencia de la ignorancia en la que los gobiernos mantienen a buena parte de la población.
No tengo duda de que sus mensajes de campaña a lo largo del territorio nacional serán bien recibidos por una buena parte de la población, que con interés los difundirá ampliamente más allá de nuestras fronteras mediante las redes sociales; tampoco la tengo de que todo ello se traducirá en centenas de miles de votos, para que después esos votos y mensajes se comiencen a diluir mediante el tiempo tal como sucedió con las lucha del Ejército Zapatista, motivo de entusiasmo y discusión hace 23 años y que hoy constituye un grato recuerdo de esperanza para muchos de nosotros, pero no más que eso.
Esto no es suficiente, no bastará en el futuro pensar y recordar las elecciones de 2018, como una gran gesta nacional, en la que otra vez la voluntad popular estuvo cerca de lograr el triunfo, que le fue nuevamente arrebatado ilegalmente por los mismos que vienen usurpando el poder desde hace décadas, tal como sucedió en 1988, en 2006 y en 2012; lecciones que no debieran volver a repetirse más.
Por ello es motivo de tristeza leer los comentarios que se hacen de supuesto apoyo a la candidatura de esta mujer ejemplar, acompañados de mensajes de odio hacia López Obrador, como si él fuese responsable de la pobreza, de los engaños y de la pérdida de soberanía que hoy enfrenta el país, negándose a entender que él dista de pertenecer a los grupos de poder que nos han saqueado y han entregado los recursos que conforman el patrimonio nacional a intereses extranjeros. ¿De dónde y porqué surgen estos comentarios? Una posible respuesta está en la ignorancia aprovechada por los medios de comunicación al servicio de quienes han detentado el poder hasta ahora, dedicados a sembrar el desprestigio y la desconfianza hacia este personaje a quien consideran el mayor peligro para sus actividades de lucro, extorsión y enajenamiento del patrimonio nacional. Otra puede ser, que se trate de mensajes espurios insertados por agentes del gobierno para generar ese tipo de animadversiones entre los simpatizantes del movimiento indígena; cualquiera de las dos posibilidades tiene el mismo objetivo, la división de la sociedad mexicana para seguir explotando a la nación, de acuerdo con la consigna de divide y vencerás.
Hoy, las luchas simbólicas, totalmente entendibles y justificadas deben ser dejadas a un lado, y substituidas por la unión de las fuerzas que luchan por el bienestar del pueblo de México. ¿Acaso no sería posible poder llegar a un acuerdo entre Morena y el movimiento en pro de los pueblos indígenas que beneficiase a ambas partes? En lo personal considero que el nombramiento de María de Jesús Patricio Martínez como secretaria de Desarrollo Social en un gobierno presidido por Andrés Manuel López Obrador, constituiría un motivo de confianza y un aval del movimiento indígena a Morena, que redundaría en una cascada de votos para su partido, asegurando a su vez un apoyo institucional sólido que permitiese a los indígenas y al movimiento zapatista recibir el apoyo necesario que requieren las regiones olvidadas de México, en materia de salud, de educación, de justicia social y de recursos económicos para su desarrollo. Es por ello, por el bien de los pueblos indígenas y por el bien de la nación mexicana, que las luchas simbólicas se queden atrás y nos unamos todos en torno a López Obrador que hoy representa la única opción real para detener el saqueo de la nación, para lograr un triunfo indiscutible que como en los tiempos de Benito Juárez, no nos pueda ser arrebatado.

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