martes, 12 de diciembre de 2017

Pues ahí les va: nada, que allá en los tiempos del Carbonífero, justamente en este edificio de Génova 33 que ahora están demoliendo, conocí a Jesús Ortega. Había allí una academia Interlingua, él acababa de regresar de Estados Unidos y consiguió chamba de profesor de inglés allí. Yo, por mi parte, había tronado esa materia en no me acuerdo qué año de la secun, tenía que presentar un examen extraordinario y me metí a sus clases. Nos caímos bien y al poco tiempo estábamos hablando de política. Me dijo que ya se iba a meter a la militancia, le pregunté en qué partido y me respondió que en el Socialista de los Trabajadores (PST).
–Uy –le dije, repitiendo cosas que escuchaba por ahí– . Esos son medio paleros, ¿qué no? ¿Por qué no te vas al PMT?
–No –me replicó–. Heberto es muy autoritario.
A pesar de mi ingenuidad de puberto me di cuenta de que había pisado callos y mejor cerré el pico.
La verdad es que era buen maestro de inglés. Mejor se hubiera quedado allí, pero no: se fue al PST, luego desembocó en el PRD y desde 2008 le dedicó sus mejores esfuerzos a destruir ese partido. Hoy anda ovacionando a Ricardo Anaya: “¡Pre-si-dente! ¡Pre-si-dente”!
Gacha, la cucaracha.
Pero me prometen que de Facebook no sale, ¿va?

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