miércoles, 13 de diciembre de 2017

PRD, vergüenza para la historia política y social de México

@NietzscheAristomié 13 dic 2017 15:07
 
  
 
¿Todo ha sido una vergüenza?
¿Todo ha sido una vergüenza?
Foto propiedad de: Internet
Por las redes sociales ha circulado el veredicto sobre destino final del PRD: el Verde del PAN; partido satélite, aplaudidor, legitimador de su mayor; grupúsculo negociador. Lo que el corrupto partido Verde ha sido para el PRI, ahora lo es el PRD para el PAN.
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Triste fin de un partido germinado en la raíz de la lucha por la democracia, cuyo surgimiento histórico tuvo momentos de orgullo y manifestaciones casi épicas, así como tragedias vividas como pago a su existencia. Partido que, en un fenómeno catártico, logró asumir el poder en la ciudad que más había luchado por esa democracia, la Ciudad de México, en 1997.
El PRD acaba de formalizar su alianza con el PAN hacia la elección de 2018. ¿Cómo se ha atrevido la dirigencia actual a renunciar, renegar, manchar, aniquilar su pasado? ¿Cómo se ha permitido la condición de patiño? ¿Cómo ha permitido burlarse de la militancia que todavía le queda, de los cientos de miles que marcharon junto a los líderes políticos en los momentos de su conformación, en la defensa del voto, en el apoyo a causas sociales? ¿Cómo traicionar la figura de Cuauhtémoc Cárdenas y el fraude de 1988, que sería el germen de su nacimiento como partido, cómo olvidar el triunfo histórico de 1997, el proceso de desafuero de López Obrador en 2005, el fraude de 2006, las campañas de odio del PAN?
Por supuesto que la historia del partido opositor en su origen tendrá que dividirse cuando menos en tres partes. A. Surgimiento y desarrollo inicial hasta 2007. B. 2007 a 2012. C. 2012 al presente. La primera parte es la del verdadero partido, el que actuó con legitimidad y del lado de las causas populares y sociales en general. La segunda es el asalto del partido a cargo del ambicioso grupo de los Chuchos. Inicia con el fraude a Alejandro Encinas en la elección interna de 2007, validado por los órganos instruidos por el beneficiario del otro fraude, Felipe Calderón. Comienza la etapa negociadora y parasitaria del PRD, primero con el gobierno usurpador y después con el propio López Obrador, que aunque había sido traicionado por el partido, se une a ellos de nuevo hacia la elección de 2012. Después de la compra de la elección presidencial de ese año por parte del PRI, se abre la tercera etapa. Se inaugura formalmente con el “Pacto por México” en que el PRD valida junto con el PAN y otros partidos menores a Peña Nieto y al PRI; y con ello, las peores decisiones para el país. Vendrían después las alianzas entre PAN y PRD en elecciones locales. El chocante maridaje se consolida ahora, con un supuesto frente ciudadano en que el otrora partido de izquierda postula a la presidencia de la república al candidato de la derecha panista.
Parece increíble pero es cierto. El parasitismo, el burocratismo, la deyección ideológica es el fin del PRD que fue asaltado por uno de los grupos más abyectos de la política mexicana para vaciarlo y convertirlo en el satélite del PAN. El rencor y la ambición de este grupo han hecho posible semejante fin. De allí que sus fundadores o ya han renunciado desde hace tiempo o desconocen a sus actuales dirigentes.
¿Entonces, no valió la pena haber fundado ese partido, haber votado por él, marchar por y junto con él? ¿Todo ha sido una vergüenza? Acaso la escisión que ha contribuido a conformar al Movimiento de Regeneración Nacional sea la que aún persiste en la lucha por la verdadera democracia en México. Sólo así se explica, incluso pese a errores de sus dirigentes, que este nuevo partido haya arraigado con tal fuerza que en su primera elección presidencial lidera las encuestas a nivel nacional, lo mismo que su candidato.
El PRD se ha convertido en una franquicia para la negociación, la transa-acción. Así se entiende que, en la división de intereses, dos políticos bajo sospecha de corrupción y deshonestos como Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, sean los beneficiarios de ese matrimonio que no resulta extraño si se le mira desde la ambición y la traición.
Transformarse del gran partido de izquierda, que lucha por la democracia y la justicia, y convertirse en un partido vaciado de su conformación ideológica, sólo interesado en el reparto de beneficios y que termina por validar tanto al régimen del PRI como aliándose y haciendo suyo al candidato de la derecha, es una traición a su origen y una vergüenza para la historia política y social de México. Por eso, si antes se decía que había PRIAN, ahora hay PRIAND (no se necesita otra R entre N y D, con la primera basta).

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