jueves, 25 de octubre de 2007

ALVARO ELIAS Analista uruguayo residente en MéxicoComo en casi toda Latinoamérica, limitada en todos los flancos institucionales y económicos, la izquierda se sostiene como opción política apelando a una moralidad superior; identificándose como administradores honestos y eficientes; imponiéndose políticas de austeridad y sacrificio, mas cristianas que republicanas, a fin de aumentar el gasto social. Obligados defensores de una mística revolucionaria, con sus iconos y rituales, que poco a poco van perdiendo su significado, convierten al socialismo, ya no en un programa o modelo, sino en un ideal tan abstracto que se confunde con la religión.En esta nueva visión, el socialismo se define por lo que no es, más que por lo que sí es. En el socialismo no hay hambre, en el socialismo no hay injusticia social, en el socialismo no hay explotadores ni explotados.. . y la siempre dudosa "en el socialismo todos somos iguales". Y, por otro lado, cualquier cosa que parezca buena queda incluida en el paquete siguiendo el principio utilitarista de la mayor felicidad al mayor número de personas.Ninguna ideología puede arrogarse la búsqueda de la felicidad pública; sólo puede crear condiciones para que hombres y mujeres puedan ejercer plenamente su libertad. La felicidad es cuestión de cada uno de ellos.El socialismo ya no es una fatalidad; el final inevitable en el camino del hombre, como prometía Marx. Para alcanzar el socialismo ya no hay un método, ni político, ni armado (el sacrificio de hoy ya no garantiza nada para mañana).La búsqueda del socialismo se antoja una tarea titánica, donde se confía en las generaciones futuras para continuar el trabajo. La apuesta está en la acumulación de fuerzas hacia un futuro en el que los cambios sean posibles.Mientras tanto, hasta que se acumulen fuerzas, hasta que la globalización retroceda, hasta que no haya multilateralismo, sólo queda trabajar y esperar.Cuando el objetivo es el socialismo, es poco lo que se puede hacer.Pero mirando un poco más allá, cuando el objetivo es la libertad, la tarea es mucho más fácil y los objetivos están más cerca de lo que uno piensa.En la Ciudad de México, el gobierno de la ciudad pertenece a un partido de la nueva izquierda oficial latinoamericana. Aun cuando quisiera, no tiene margen de maniobra para llevar adelante una agenda económica ni política que represente algún cambio sustancial.En el sexenio pasado, la Asamblea del Distrito Federal cerró con una ley de convivencia civil que reglamenta y da garantías a las parejas homosexuales. Una ley controvertida, audaz, inconcebible para un México mayormente católico, con una iglesia enquistándose cada vez más en las estructuras del poder político y económico.La apuesta fue fuerte y la batalla dura.En general, después de estos hechos, la izquierda se toma un descanso; pero hace unas semanas, inesperadamente para el conjunto de la población, la Ciudad de México votó y aprobó la ley para la despenalizació n del aborto hasta las doces semanas de embarazo. La izquierda social irrumpe. No es el socialismo, pero salva vidas. No es el socialismo, pero da la libertad de decidir sobre el propio cuerpo. No es socialismo pero da igualdad entre hombres y mujeres. La lucha por el progreso, no es posible dejando a la mitad de la población expuesta a la mala fortuna o al destino.No es un simple derecho, permite a las mujeres y a las familias tener un control estratégico de sus vidas. El derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y porvenir no es un avance hacia el socialismo; es mucho, mucho más. Pero claro, los apóstoles dirán: "el socialismo también es eso; pero, vamos por orden, compañero".Tabaré Vázquez dice que si el Senado aprueba el derecho al aborto él lo va a vetar.Sería claro que una discusión sobre el interés general, la vida privada y el bien común, así como el conflicto entre un Poder Ejecutivo elegido con base a un programa y nuevas necesidades sociales que obligarían a los representantes populares (léase diputados y senadores) a intervenir, requiere algo mas extenso.Pero hay algo que sí podemos decir: un cargo de representació n popular es la elección entre pares de quién fungirá como imagen y voz del pueblo; no es para delegar la selección de criterios, opiniones o ideas a una autoridad superior para que nos proteja de nosotros mismos.Si dice que la va a vetar, pues que la vete 100 veces. Hasta que se canse. *

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