Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga, Federico Arreola, Carmen Aristegui: las diferencias
Federico Arreola es un periodista en tiempo real.
La lectura que viene haciendo Federico Arreola de los rating de INRA sobre la aceptación que tienen los noticieros radiofónicos en México, lectura que bien puede considerarse ya como un ejercicio de análisis sociopolítico, refleja el interés real de los mexicanos por los asuntos que en realidad siente claves para el desarrollo de su vida profesional, familiar y de los diferentes roles de convivencia que lleva a cabo.
La manipulación informativa en México puede considerarse un ciclo cerrado desde el momento en que las redes sociales abrieron canales alternos de conocimiento de los asuntos más relevantes que ocurren en el país.
Lo que trate de ocultarse en los medios electrónicos o escritos, aparece en tiempo real en los espacios digitales de información, preponderantemente en las mencionadas redes sociales.
La razón por la que Ciro Gómez Leyva se sigue manteniendo como el líder de audiencia entre los conductores de noticieros en México, de radio y de televisión, es la sensibilidad que ha tenido el comunicador para amarrar su trabajo con el poder modificante que han adquirido las redes sociales.
Gómez Leyva toma como referente para definir su producción diaria el sentir consignado por las grandes comunidades que se han conformado en redes sociales como twitter o Facebook.
Gómez Leyva se ha cuidado de una manera sensible e inteligente, de no imponer temas a su numerosa audiencia.
Ciro respeta y atiende a sus seguidores en la medida en que atiende sus inquietudes tanto de discutir, investigar o confrontar con los mismos actores los asuntos que pueden influir en la vida de los mexicanos.
Sea esto en su economía, en sus preferencias políticas o en sus espacios de divertimiento.
Para Joaquín López Dóriga, segundo lugar en los ratings de INRA, la marca de TELEVISA le pesa en la medida en que su noticiero nocturno, que sigue siendo el más visto en ese horario de la televisión, ha sido considerado en ocasiones como la secretaría de la información de los gobiernos federales en turno.
TELEVISA tiene sus criterios noticiosos anclados a su pasado y a sus intereses.
Pese a ello, López Dóriga, que es un periodista con gran inteligencia e intuición, a pesar de que en ocasiones se ve coartado para desarrollar sus capacidades por los compromisos de los dueños de la televisora para la que trabaja, sigue siendo escuchado y respetado.
A pesar de ese factor de marca en contra, la audiencia hace diferencias claras entre el Joaquín López Dóriga que informa y opina en Radio Fórmula y el conductor del noticiero estelar de Televisa.
La diferencia son los niveles de independencia con los que opera Joaquín en uno y otro lugar.
Y el caso de una periodista que se convirtió en militante de causas que no representaban el interés de la audiencia como fue el de Carmen Aristegui, es una clara evidencia que hoy, factores novedosos como las redes sociales, no permiten personalizar ni ideologizar el trabajo de los medios.
La insistencia en reconocer el poder modificante adquirido por estos canales de información y de OPINIÓN del universo digital es obligada.
Las redes no permiten que se les endilgue información sesgada ni que los comunicadores pierdan su objetividad.
Lo que se dice en los noticieros de radio o televisión hoy se replica, positiva o negativamente, en esas redes sociales.
Aristegui se perdió por tratar de proyectar como información periodística intereses y causas por demás identificados.
Nadie puso nunca en duda su calidad periodística, su desarrollado oficio ni su capacidad de denuncia en los momentos en que salió de MVS.
Lo que le ocurrió a la comunicadora fue que equivocó su esquema de lecturas de las redes sociales.
Mientras la controvertida periodista asumía una actitud personal de descalificación al presidente Peña Nieto y a su familia y estiraba la liga de la Casa Blanca más allá de lo que era interés público, las redes sociales ya habían juzgado el asunto y lo encaminaron a una modificación de conductas de los gobernantes.
Modificar la conducta de los políticos a partir de Casa Blanca debió ser un triunfo periodístico de Aristegui.
Pero la perdieron los intereses y fueron las redes sociales las que obligaron a los políticos a esa modificación de actitudes.
Federico Arreola, que en México es uno de los mejores lectores de los mensajes de las redes sociales sobre el acontecer nacional, ha logrado convertir a SDPnoticias en un referente de casi todos los temas que se convierten en prioridades de la agenda nacional.
Sus malquerientes, como son los que forman la gallola tuitera de los profesionales de la protesta del corte de López Obrador, se agotan en la velocidad informativa del tiempo real en que ahora se debaten los medios en el mundo y que Arreola ha venido trabajando con una constancia que responde a la demanda de informar y opinar en tiempo real.
Las diferencias entre comunicadores, tomando como referencia los rating de INRA y las calificaciones de ComScore en lo que toca a portales informativos como SDPnoticias, queda definida por las preferencias manifestadas por los públicos existentes entre las audiencias mexicanas.
Ciro Gómez Leyva es un cuidadoso lector de las redes sociales y en gran medida define su producción, tanto en Radio Fórmula como en El Universal, respondiendo a esos mensajes y manteniendo su nivel de independencia con una percepción clara del interés general.
López Dóriga maneja con gran oficio sus espacios.
Se mantiene en un lugar de privilegio entre los líderes de opinión en México a pesar del peso en contra de una marca como Televisa.
Federico Arreola es un periodista en tiempo real. Su crónica de la realidad nacional no deja tema sin abordar. El éxito de SDPnoticias se debe en gran medida a la vinculación que ha logrado crear Federico entre el portal independiente más visitado de México y las redes sociales.
Lamentablemente Carmen Aristegui se sigue diluyendo en su periodismo personalizado y pontificante, que ya no aporta datos a sus trabajos y los convierte en meros recados y regaños a quienes considera sus objetivos a derribar.
Su última columna publicada en Reforma es un ejemplo concluyente de esa obsesión.
Es una lástima.
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