jueves, 24 de septiembre de 2020

 Ciudad perdida

Dolosa urdimbre de la derecha

M

ire si será ingeniosa la derecha: primero, inventaron el plantón de las carpas vacías, y ahora, urdieron la caminata de las carpas autómatas –zombies podría ser un calificativo más adecuado– para invadir el Zócalo.

Y es que de pronto las casitas de campaña que no estaban habitadas empezaron a recorrer las calles del Centro Histórico, acarreadas de a dos y tres por algunos voluntarios que tenían como misión plantarlas en la plancha de la máxima plaza pública del país y dejarlas ahí en su protesta, vacías.

Pero desde la noche anterior, los desenfrenados empezaron a recibir, por decirlo de algún modo, la opinión de la gente sobre su protesta: llovieron los insultos, que de cualquier forma se perdieron en el aire; no había nadie para contestarlos.

A la mañana siguiente, cuando ya habían llegado a las casitas que no habitan algunos de sus cuidadores, la gente que transitaba por Reforma y Juárez los encaró.

Los reclamos iban desde la locura de su movimiento hasta los jaloneos. Hubo quienes dejaron atrás las palabras y tomaron los pequeños refugios inhabitados para arrojarlos a las banquetas. Sí, hubo insultos y golpes, la provocación les iba funcionando, pero la presencia de algunos policías inhibió los conatos de violencia y aunque no cesaron los insultos, no se volvió a dar un hecho violento hasta el cierre de esta entrega.

Mientras en un hotel, curiosamente aledaño al plantón, los gobernadores de derecha buscaban algún argumento creíble para explicar por qué llegaron a la capital que no está dentro del grupo de panistas –principalmente– para realizar su reunión.

Los argumentos, hasta donde sabemos, los impone el mandatario de Chihuahua, Javier Corral –bueno para la grilla y el golf, pero malo para gobernar, dicen sus detractores– y lo obedecen a ciegas los otros gobernadores que piensan en Corral como un posible candidato de los conservadores a la Presidencia de la República. ¿Es lo mejor que tienen?

De cualquier forma, los azules y sus compinches no hallaban cómo justificar frente a los medios ni su presencia en la Ciudad de México ni su apoyo, dizque disfrazado, al plantón de Lozano, que a estas alturas aúlla por recursos.

Hay quien asegura que sin involucrarse directamente con el grupo de Lozano, el líder del plantón, los gobernadores acordaron alimentar con gente y recursos el movimiento que ha plantado algunas casa de campaña en el Zócalo.

Si la especie es cierta, dentro de muy pocos días veremos, casi con seguridad el fin de semana, que las carpas se llenan de militantes del PAN y su satélite, el PRD, para crear la ilusión de un movimiento fuerte, sólido, es decir: volver a engañar, como han hecho históricamente.

De pasadita

Primero: nos cuentan que Rosa Icela Rodríguez se salvó de un ataque feroz de coronavirus: Felicidades.

Segundo: Parece que el muy respetado Jaime Cárdenas consiguió lo que nunca imaginó: el aplauso y el reconocimiento de la derecha.

Los hechos que hablan de su robustecido ego no parecen empatar con las declaraciones en las que trata de aparecer como víctima. Y no se trata de creer en uno y desoír al otro, sino de poner cada cosa en su lugar para tener un buen análisis del asunto de su renuncia, que ha servido como arma para golpear a la forma de gobierno que alguna vez quiso defender.

Sea como sea, se debe tener en cuenta que la derecha beligerante contra López Obrador se alimentó, se echó un buen taco con el ego de Cárdenas. ¡Quién lo hubiera creído!

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