viernes, 27 de agosto de 2010

Camacho, Caín, Abel--- Federico Arreola

Escribí lo siguiente en el libro Así fue. La historia de la bala que truncó el futuro de México:


"En la biblia está la explicación del comportamiento de Manuel Camacho. La suya, en más de un sentido, es la biografía de Caín, aquel labrador que no soportó que Dios lo viera con menos simpatía que a su hermano menor, el pastor Abel. Los celos lo enloquecieron, lo llevaron a padecer el más profundo rencor y un día cualquiera, ya totalmente envenenado por el odio, Caín condujo a Abel al campo y lo mató. Es casi la historia de Camacho y Colosio. Manuel, el hermano mayor en la familia salinista, aquejado gravemente por la envidia (no soportó que Salinas, el padre, no lo hubiese escogido como candidato a él) cometió desde el día del destape del sonorense el peor de los crímenes políticos que alguien puede realizar en el viejo sistema priista: indisciplinarse. Manuel Camacho, resentido y obsesionado, decidió el mismo domingo 28 de noviembre de 1993, sabotear la candidatura de Luis Donaldo".


¿Qué papel jugó Manuel Camacho en la tragedia de Colosio? Por lo menos el del traidor utilizable por políticos mucho más poderosos y más perversos que él.


¿Buscó Camacho beneficiarse con la muerte de Colosio? Seguramente. Lo que me consta es que Carlos Salinas de Gortari, en esa época muy amigo de Manuel Camacho, quiso que la viuda de Luis Donaldo, Diana Laura, firmara una carta exonerando al entonces principal enemigo político del candidato asesinado. Diana, que me mostró la carta, se negó a hacerlo y, de ese modo, Camacho no pudo realizar su sueño de ser presidente de la República.


¿A qué viene esa historia en este momento? Simple: no pocas personas, algunas muy bien informadas y con contactos en las agencias de inteligencia del gobierno, me han comentado en los últimos días que temen que Camacho o los perversos políticos con los que ahora ha pactado, caigan en la tentación de repetir la historia de 1994, ahora con la pretensión de incrementar la popularidad de la izquierda "moderna", es decir, la izquierda transa que, por lo mismo, no soporta la verticalidad con la que actúa la izquierda verdadera.


Al que menos le conviene un hecho de esa naturaleza es al gobierno federal, que por lo mismo deberá alertar a sus servicios de inteligencia para prevenir, en la medida de lo posible, algo así.


Yo solo diré que, de plano, no confío en el correcto comportamiento del enfermizamente intrigante Manuel Camacho, que en su ambición es capaz de cualquier locura, como la de dejarse utilizar otra vez por tipos más listos y siniestros que él.

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