domingo, 23 de enero de 2011

María de los Ángeles Moreno Brasil: ¿Contraste o aspiración?

morenodf@eluniversal.com.mx
El día 1 de enero de este año 2011 rindió protesta como nueva presidenta de Brasil una mujer: Dilma Rousseff. Este hecho podría considerarse simplemente anecdótico y regocijante para muchas mujeres, convencidas de que será ejemplo de buen gobierno, con enfoque social. Pero, además, prueba que las mujeres pueden alcanzar los más altos niveles de representación y liderazgo político y desempeñarse exitosamente. Detrás de esto subyacen varios factores:
1) Abandonar prejuicios discriminatorios contra las mujeres.
2) Pensar, como lo están haciendo los brasileños, en el país y en el bienestar de la gente y, en razón de ello, dar continuidad a un proyecto social probadamente exitoso como fue el del presidente Lula da Silva.
Lo que está ocurriendo en Brasil muestra que sus habitantes y sus líderes políticos y sociales están pensando en las formas de mantener un rumbo que han planeado y con el que han logrado generar desarrollo y mayor bienestar en la población del país más grande en Latinoamérica.
Conclusiones: a) hay que tener un proyecto nacional con apoyo y participación social; b) hay que votar por la persona, hombre o mujer, que se comprometa a cumplir ese proyecto.
En su trayectoria de vida la Sra. Rousseff siempre luchó para lograr una sociedad mejor, más justa, con menos pobreza y desigualdad. De inicio lo hizo fuera de las instituciones. Los objetivos de su lucha, hoy son los mismos, siguen vigentes, pero ahora por la vía institucional, democrática y pacífica, gracias al apoyo y actitud constructiva de sus compatriotas.
Brasil es, al igual que México, un país en desarrollo, con múltiples problemas por resolver. La diferencia es que los brasileños y su “élite” gobernante han dedicado su reflexión, su tiempo y su esfuerzo a impulsar, conjuntamente, bajo un plan bien definido, el avance de su patria.
La Sra. Rousseff, sin duda, dará continuidad a los cambios económicos y sociales positivos que se implantaron en el gobierno de su antecesor, reconocido ya como uno de los mejores presidentes del país. Ella, por cierto, jugó un papel relevante en el diseño de los proyectos establecidos en el gobierno anterior. Dilma encontró un cauce político para propiciar progreso para su pueblo, por la vía democrática. Con valor y entereza tomará sus propias decisiones y usará las armas políticas, las del acuerdo y la civilidad, las del respeto a la pluralidad de ideas que se incluyan en un camino común que conduzca hacia un país más fuerte y cohesionado.
El cambio en el gobierno brasileño y la transformación lograda son dignos de reflexión seria en otros países.
Me surgió una duda, que comparten muchos más, ¿Por qué el presidente de la República Mexicana consideró innecesario asistir o enviar a la Secretaria de Relaciones Exteriores a participar en ese evento?
En el acto estaban varios jefes de Estado y de gobierno y muchos cancilleres de otros países, incluyendo a la titular del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton.
¿Por qué no darle la atención que merece Brasil en nuestra diplomacia formal?
El presidente Calderón, afirmó hace algunos meses el interés de su gobierno en firmar un acuerdo político amplio con Brasil. Concretar ese acuerdo es muy importante, no sólo para México y Brasil, sino para todo América Latina. Nos preguntamos ¿Qué pasa con esa intención?
Por otra parte, Brasil está creciendo económicamente de manera aceptable; ha dado un impulso muy relevante a su política energética; ha logrado encauzar la actividad bancaria hacia el financiamiento de las actividades productivas y ha creado un gran banco de desarrollo nacional muy eficiente. Pero, sobre todo, ha puesto el énfasis en garantizar alimentación sana y suficiente para su pueblo y ha creado un programa denominado “hambre cero”; está generando empleos dignos para cada vez más brasileños; y le da atención preferente a salud y educación.
Ojala que los mexicanos lo observáramos y tomáramos algunas experiencias de trabajo y colaboración entre los sectores público, social y privado, para lograr metas de bienestar y seguridad para todos.
Resulta obvio que no es con la violencia como vamos a lograr paz y tranquilidad en el país. Tampoco inversión y empleo.
Nos hace falta convocar a la reflexión, a la serenidad y a la imaginación de nuevos derroteros de progreso nacional. Requerimos mexicanos cohesionados por un trabajo digno, que construya nuevamente un país justo y de respeto a la legalidad.

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