Ciudadanía de la cuarta transformación
Carlos Martínez García
E
l cambio político tiene que ser también cultural. De lo contrario socialmente estaríamos sufriendo la maldición de Sísifo. En la mitología griega, Sísifo es un personaje que fue condenado por Zeus
a empujar eternamente una roca enorme hasta lo alto de una pendiente. Apenas la roca llegaba a la cumbre, volvía a caer, impelida por su propio peso, y Sísifo tenía que empezar de nuevo, apunta Pierre Grimal en Diccionario de mitología griega y romana.
Cada movimiento político/social que ha roto lazos con el régimen que le precedía produjo una nueva legalidad, la cual no solamente diseñó nuevas relaciones entre gobierno y sociedad, sino, también, empeñó esfuerzos en crear determinado perfil de ciudanía. Independencia, Reforma y Revolución, las tres transformaciones anteriores a la cuarta que pretende Andrés Manuel López Obrador, quisieron forjar determinada civilidad en hombres y mujeres. Los debates constitucionales que tuvieron lugar para redactar, y la final redacción misma, de las constituciones de 1824, 1857 y 1917 enmarcaron derechos y responsabilidades de los mexicanos. Al hacerlo, cada documento reflejó un concepto de ciudadano(a) cuyo comportamiento debería sujetarse al nuevo contrato social.
Tal vez las generaciones liberales que van de José Joaquín Fernández de Lizardi y José María Luis Mora hasta la de Benito Juárez y quienes con él dieron la lid por descolonizar del poder clerical a México, sean las que mayor énfasis pusieron en, por decir así, construir una ciudadanía descolonizada. En ésta la conducta personal, y su resultante ejemplo, debía trascender lo individual para colocar un nuevo piso cultural. Juárez, en Apuntes para mis hijos, vislumbraba una sociedad distinta y con oportunidades que negaba el orden prevaleciente. En Apuntes... Juárez daba singular importancia al proceso escolar y el desarrollo de un espíritu vehemente por aprender. También es central en el escrito la idea y práctica de la política como ejercicio de servicio a la ciudadanía, y la responsabilidad de ocupar un alto puesto en la administración sin valerse del mismo para acumular privilegios ni hacerse de riquezas.
Todo ejercicio de poder conlleva una pedagogía, lecciones buenas o malas que se dan a quienes se gobierna/sirve. ¿Qué pedagogía del poder es el legado del PRIAN? En términos generales: servirse del poder para privilegiar intereses muy lejanos a los de la mayoría ciudadana. Ambos partidos nos heredan escandalosa corrupción, impunidad para sus cercanos, sistema legal hecho trizas, violencia producto de pésimas decisiones estratégicas y connivencia entre funcionarios y crimen organizado, opacidad en múltiples licitaciones de obras públicas. La lista es larga.
¿Acaso la forma de ejercicio del poder prianista se ha filtrado a la sociedad? Antes de intentar alguna respuesta agrego que la vía de gobiernos patrimonialistas también ha sido practicada por no pocos funcionarios del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ¿y qué decir de los emanados del Partido Verde? Vario(a)s de quienes saltaron a Morena, principalmente del PRD, en su ejercico del poder no quedaron exentos de la forma prianista de gobernar.
Espacios y organizaciones de la sociedad civil se han contaminado del patrimonialismo que tanto han criticado en gobiernos de distintas gamas políticas. Cuando el Estado incumple garantizar efectivamente el derecho a la legalidad, quienes más padecen son los vulnerables o los que deciden no echar mano de ilegalidades. Cuando la ciudadanía es dejada al garete, como sucede cotidianamente en México por debilidad del Estado, son los transgresores quienes horadan los derechos de los demás sin repercusión alguna para los actos perpetrados contra la convivencia civilizada.
Los trangresores no buscan preservar derechos, sino ampliar sus privilegios. Son las pequeñas transgresiones cotidianas de pocos, pero muy eficaces y persistentes, las que entorpecen o malogran el desarrollo adecuado de actividades de millones de personas. El efecto por no sujetar al cumplimiento de las normas legales a la minoría transgresora, es que ésta se hace de nuevos adeptos que encuentran más rentable para sus intereses transgredir que cumplir la normativa correspondiente. Que en la fila se formen los tontos o personas cuyo tiempo no es tan valioso como el mío, por ejemplo.
Es deseable que al nuevo gobierno lo acompañe un cambio de régimen. No más patrimonialismo. Es urgente que la gestión de López Obrador sea transparente, democrática, dialogante y abierta a la crítica, respetuosa de los derechos de todos (incluidos los de las minorías) y, entre otras cuestiones, alcance logros culturales, como el de fortalecer la personalidad democrática en la ciudadanía.
En el colorido mosaico que es el pueblo mexicano hay de todo, no hay que demonizarlo, tampoco, creer que es todo virtud.
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