domingo, 16 de junio de 2019

Evolución energética mundial: la última
C
oncluyamos estas notas con algunas preguntas del mundo eléctrico de hoy. Se integran en las interrogantes generales sobre la llamada gobernanza social. ¿Cómo serán la empresa eléctrica del futuro y el suministro eléctrico en el futuro inmediato? ¿Centralizado? ¿Con grandes generadoras, enormes líneas de transmisión y abundantes redes de distribución? ¿Con millones de finas acometidas que cubren ampliamente localidades y territorio? ¿Descentralizado? ¿Con formas de generación solar o eólica distribuida? ¿Sustentadas en autoabasto eficiente? ¿Con necesidad de respaldo fósil tradicional? Interrogantes intensas, apasionadas. Y si no, observemos las polémicas en Europa, Estados Unidos, Asia, Australia y, sin duda, América Latina.
El brillante arquitecto Tito Acuña cuenta alegremente de sus debates con el notable Pepe Mujica sobre vivienda y energía en Uruguay y, sin duda, México. Polémica y pasión presentes. ¿Qué requerimos? Ya circula el Programa de Desarrollo del Sector Eléctrico Nacional (Prodesen). Ilustra esta polémica.
El nuevo gobierno –diría el estimadísimo profesor Eliezer Morales– echa su cuarto a bastos. Polemiza, debate. ¿Qué procesos permitirán prestar el servicio público de electricidad (renovada formulación) en condiciones óptimas de seguridad, continuidad, confiabilidad, sustentabilidad, menor costo y máxima limpieza? Sí, limpieza.
La gran limpia nuclear continúa siendo –a pesar de todo– de enorme polémica. En 20 años Francia no ha instalado un nuevo reactor. Gran Bretaña examina su situación. Alemania va de regreso. A principios de 2011 generaba la cuarta parte de su electricidad con 17 reactores. Hoy, sólo operan siete. Producen 12 por ciento. Y –polémica climática incluida– 39 por ciento con carbón. Cerrarán sus nucleares en 2022 y sus carboeléctricas en 2038.
¿Y su futuro? Discuten la llamada estructura ciudadana de producción y suministro de energía ( citizen-oriented energy supplay). No menos de 42 por ciento de electricidad producida con renovables, solar y eólica básicamente. Con control ciudadano regional, sustentado en un esquema económico guiado por los costos de la generación a gas natural. ¿Ejemplo de debate? Distrito de Steinfurt, en la frontera alemana con Países Bajos.
En el marco de esa polémica, Perogrullo asegura que no es cierto que el mejor camino para prestar el servicio público de electricidad sea la implantación de mercados. Esta arquitectura institucional se debate aún entre la necesidad de procesos virtuosos con costos eficientes y los enormes ánimos –la más de las veces exacerbados– de ganancias. Justo por ello, un esquema sociotécnico orientado a lograr la máxima rentabilidad en generación, transmisión, transformación, distribución y suministro del fluido eléctrico no puede ser –desde luego que no– garantía de satisfacción plena de los requerimientos de energía eléctrica, acceso limpio y seguro a movimiento, calor de proceso, iluminación, refrigeración, ventilación, cocción de alimentos y fuerza motriz, entre otros.
Crecen los intentos de descentralización, digitalización y descarbonización. De ciudadanización. Y se enfrentan a mercados que no han logrado trascender la tentación especulativa y rentista de generadores y comercializadores. ¿Qué hacer entonces? Se profundiza el debate. De veras.

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