viernes, 20 de diciembre de 2019

Pedro Miguel
Atrévanse a recordar
No pretendo banalizar ni tergiversar el indignante y gravísimo fenómeno del abuso sexual que sufren niñas y niños pero he encontrado que algunas veces en la discusión se tiende a suprimir –por descuido intelectual o por una moralina decorada con angelitos– un asunto muy distinto pero existente: la sexualidad infantil.
Un ejemplo personal: durante un tiempo mantuve una intensa relación erótica con una niña de siete años y no hubo en ello delito ni inmoralidad alguna porque yo tenía dos menos y ambos lo disfrutábamos muchísimo. Nos explorábamos, nos olíamos, nos soplábamos, nos probábamos y nos tocábamos a escondidas, en toda libertad y con una excitación sexual desaforada. Ella se humedecía, yo tenía erecciones y supongo que si no copulamos fue porque no sabíamos que eso fuera posible (no veíamos a adultos teniendo sexo ni había en nuestro ambiente material gráfico a imitar) y no se nos ocurrió inventarlo.
¿Éramos unos menores depravados y excepcionales? Para nada; me parece de lo más lógico y natural que la curiosidad infantil se encamine, si logra hacer un hueco en la represión de los adultos, hacia los misterios que cada uno lleva entre las piernas, al descubrimiento del placer genital y a prácticas eróticas y sexuales, sea con criaturas del mismo sexo, del llamado sexo opuesto o de cualquiera de las variantes hoy reconocidas.
Depravado es que un individuo adulto entrometa su poder en la sexualidad de niñas y niños (y no sólo para espiarlos, videograbarlos, manosearlos o violarlos, sino también para prohibirles que se agarren lo de allá abajo), de menores en general o de personas ante las cuales juega con ventaja de edad, poder, autoridad, jerarquía o cualquier otra.“Con los niños, no”, debería rezar uno de los mandamientos inquebrantables del mundo contemporáneo. Entre niños es otra cosa.
¿Pero por qué tanto silencio sobre la vida sexual de los infantes? Bueno, pasa que algunos no tuvieron oportunidad o que si la tuvieron no la aprovecharon, o bien que prefirieron olvidar el asunto, abrumados por el tabú de las reglas, por sentimientos culposos y por la idea boba de que la vida sexual de las personas inicia, si bien les va, en la pubertad y la adolescencia y que todo lo demás es perversión. Pero si se mantiene a salvo del factor abuso, la sexualidad es una de las cosas más memorables de la infancia.
Atrévanse a recordar.

No hay comentarios: