viernes, 1 de mayo de 2020

Ciudad perdida
La pandemia y la amenaza de desabasto
E
l Gobierno de la Ciudad de México ha tomado una serie de decisiones para impedir un mayor contagio entre sus habitantes que han irritado y han creado molestia entre los comerciantes, pequeños y enormes, que no entienden de pandemias ni de enfermedades, y a quienes sólo les importa seguir vendiendo.
Un ejemplo muy claro está en la Central de Abasto, catalogada como una zona de alto contagio, donde casi todas las advertencias han sido desdeñadas por los comerciantes, que incluso amenazan con desabasto, aunque el aviso del gobierno sólo alerte y no prohíba.
Algo similar ha sucedido con las tiendas Elektra, donde también hay concentración de gente y merecerían, también, mantas de advertencia, y aunque nada se ha hecho en su contra, adelantaron el golpe y han difundido hasta videos en contra de las medidas para tratar de desacreditar las formas que se han adoptado para impedir mayores daños por el Covid-19 que tiene, por ejemplo, en la Ceda a varios de sus trabajadores infectados.
Es entendible que antes de cruzar la línea de lo peligroso la gente dedicada al comercio defienda su quehacer, pero parece muy desafortunado que en lugar de buscar alternativas para continuar con su actividad y no poner en peligro a los compradores, se digan indignados y se nieguen a ejercer las recomendaciones que por salud se recomiendan desde el gobierno.
Muchos comerciantes, en lugar de crear escándalos que confunden y alimentan el contagio, se han propuesto seguir con su actividad con respeto a la vida de sus clientes y han puesto en manos de éstos métodos eficientes de comercialización por medio de aplicaciones digitales que han servido, y mucho, a la gente.
En la Ceda, desde hace mucho tiempo, un par de años cuando menos, se lanzó una aplicación que permite hacer compras por Internet, y hasta donde se sabe ha sido una forma muy eficaz, y vital en estos momentos, para realizar el mercadeo, pero en lugar de promocionar la forma se vuelven los repetidores inconscientes, muchas veces, de las consignas de alguna fracción de la iniciativa privada decidida a desprestigiar al gobierno, cuando menos.
Lo que tiene que quedar claro es que la iniciativa privada, por conducto de sus ideólogos, ha llevado al terreno de lo político su desacuerdo con los gobiernos que tiraron del poder a los gobernantes neoliberales, y sus consignas, tan o más contagiosas, y seguramente más letales que el propio Covid-19, buscan desbarrancar a quienes, desde el acuerdo mayoritario, tratan de cambiar el rumbo del país, que ya naufragaba en el desastre.
Lo malo de todo esto es que los gobiernos, tanto de la ciudad como federal, no cuentan con un partido político que pueda responder a los ataques que ahora enfrentan y que, se supone, ellos respaldan.
Por eso no está de más preguntar: ¿Para qué quería Morena cambiar su presidencia nacional? Todo sigue igual, si no es que peor, desde que Ramírez Cuéllar tomó la dirección. Eso no se vale.
De pasadita
Los trabajos de demolición que se realizan en la ciudad como parte del plan de ayuda a los damnificados del último sismo han empezado a dañar las construcciones aledañas por el poco cuidado con que los realizan las empresas contratadas para ese fin.
Para César Cravioto, encargado de la reconstrucción, se está creando una bomba que en poco tiempo habrá de estallarle en plena cara. Es notoria la poca responsabilidad de las empresas contratadas y es mucho el daño que están causando. ¿Hasta cuándo se dará cuenta el comisionado?
Los trabajos de demolición no han parado y parece que no existe en la comisión alguien que supervise que los trabajos no afecten a quienes viven a su alrededor. A lo mejor cuando Cravioto se dé cuenta ya será muy tarde y le saldrá más caro el caldo que las albóndigas. Ya veremos.

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