martes, 5 de mayo de 2020

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Ciudad perdida
De obregones y ambiciones desesperadas
U
n chisme en vías de convertirse en escándalo, que nada bien hará al gobierno actual, se pasea entre empleados y funcionarios del gobierno de la ciudad, que entre sorpresa e indignación comentan los errores de la alcaldesa de Álvaro Obregón, Layda Sansores.
Hambrienta de logros –que no se le dan– y de su ambición por convertirse en gobernadora de Campeche, su tierra natal, la señora Sansores ha hecho lo posible por cumplir a cabalidad con los programas de gobierno, y según dicen quienes no la quieren, con el afán de ganarse la voluntad de los gobiernos federal y de la ciudad, para que apoyen su posible candidatura.
Así las cosas, hace no muchos días, en la alcaldía que ella maneja, se enteraron de que el gobierno de la ciudad tenía en mente un programa para apoyar a los pequeños comercios de las 16 demarcaciones, pero sobre todo para beneficiar a la gente más necesitada. El asunto era que el dinero que se emplearía en apoyos se quedara, es decir, se utilizara en compras dentro de los pequeños comercios de la misma jurisdicción.
Se trataba de manejar papeles con valor monetario que los pequeños comerciantes deberían canjear en la alcaldía por dinero contante y sonante. El programa, al que se le conoció como Mercomuna, serviría para entregar vales de diferentes denominaciones hasta por 350 pesos quincenales.
Así pues, con el programa aprobado, doña Layda decidió que ella, en su delegación, sería la primera en poner a funcionar el Mercomuna, y más rápido que pronto mandó imprimir una especie de billetes con diferente valor que se llamarían obregones.
Para repartir esos vales se usarían las distribuidoras de leche Liconsa, cuyo padrón en Álvaro Obregón cuenta con casi 30 mil familias beneficiarias. Sin duda se trata de familias con muy pocos ingresos.
Los obregones se mandaron a imprimir al gusto de la alcaldesa, y con recursos públicos, y más tardaron en estar listos que lo que tardó una llamada telefónica a los más altos niveles del gobierno federal, del meritito Banco de México, pidiendo se frenara de inmediato la emisión de dinero por parte de la alcaldía.
Nadie, según la ley, puede imprimir dinero más que el Banco de México, y para imprimir vales con valor económico, sólo hay tres empresas en todo el país. Ninguna de esas instancias fue utilizada por la alcaldía de Álvaro Obregón, así que los vales quedaron, de inmediato, sin valor, aunque, según nos cuentan, el pago por el trabajo ya estaba comprometido y los vales tuvieron que imprimirse de nuevo.
En condiciones parecidas, o peores, podrían estar cuando menos otro par de alcaldías, aunque no nos dieron mayores detalles. Lo que aquí relatamos consta, aunque de diferente forma, en un chat que crearon los alcaldes, donde dirimen algunos problemas, como el que les contamos.
Hoy el problema es a qué cuenta se debe cargar el gasto que se hizo de los vales inútiles. Ya veremos.
De pasadita
En eso de los programas que se han creado para aliviar algunos de los males que ha causado la pandemia, como es el caso de Mercomuna, la alcaldía de Venustiano Carranza, aún en manos del perredista Julio César Moreno, decidió no participar y entregó a la población tarjetas que pueden ser canjeadas en los almacenes más grandes de la ciudad, con lo que la ayuda a los pequeños comerciantes no se dio.
Para ese alcalde el asunto no era tratar de ayudar a quienes lo necesitaban, sino ayudarse a sí mismo para tener prendida una velita para el futuro inmediato, porque si no se le hace ninguno de los puestos que ambiciona, buscará seguir en la alcaldía, aunque para ese entonces los pequeños comerciantes se habrán de acordar que para ellos, de parte del alcalde no hubo nada cuando más lo necesitaban. Julio César no cambia.

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