Ciudad perdida
Falla inteligencia ante vandalismo
Miguel Ángel Velázquez
N
adie puede decir, por más que se busque disculpar el hecho, que lo que se vivió ayer en las principales calles del centro de nuestra ciudad fue una marcha. Fue, eso sí, una tarde de furia, de saqueo.
La noche que se supo que Omar García Harfuch estaría a cargo de la policía de la ciudad, desde todas partes se levantó un aliento de alivio porque lo sabido era que el designado tenía como carta de presentación su saber en eso de la inteligencia policial.
Ayer, el supuesto se vino abajo. Si desde hace algún tiempo se tenían dudas de cómo trabajaba la policía en sus áreas de inteligencia, luego de los destrozos que realizaron esos seres violentos y ennegrecidos en las calles de la CDMX, luego del saqueo, de los robos, quedó claro que Omar no puede y que su equipo de inteligencia ha fracasado.
El naufragio es evidente. No se trata de reprimir ni de matar; se trata de impedir que estos jóvenes, los mismos que violentan en cada una de las manifestaciones pacíficas y que aprovechan para destruir, para provocar, para dañar, sean contenidos antes de que destruyan los bienes que pagamos todos.
Pero además, encontrar quién o quiénes son los que los financian, las manos que mueven la guadaña, es una obligación abandonada porque las evidencias nos muestran que quienes marchan al destrozo no protestan con consignas que buscan justicia, no reprochan las actitudes de gobierno, pero en cambio saquean, destrozan, buscan provocar la intervención de la fuerza pública.
Usan cadenas a las que les añaden en el último eslabón un candado, latas de pintura en espray que emplean como sopletes para lanzar fuego a policías, principalmente; pero también traen palos, piedras, rompen la señalización vial y la utilizan como ariete para destruir la entrada de algunos negocios que buscan atracar, y hurtan ropa que al salir exhiben como el trofeo de su impunidad; asimismo, intentan echar abajo las cámaras de las calles, traen mazos, martillos que asestan contra los cristales que hallan a su paso y gritan insultos que no parecen tener sentido en contra de un grupo de policías que por fin aparece... Y de Melanie, ni quien se acuerde.
Esta tarde de furia no parece provocada por la brutalidad policiaca, más bien parece el diseño de una operación que intenta hacer que la violencia se generalice, para después levantar la voz en contra del caos provocado.
Los métodos de contención de los que echa mano la inteligencia policial son muchos y no necesariamente hablan de represión; eso es inaceptable para esta ciudad, pero tampoco se puede ni se debe ser permisivos con el saqueo y el destrozo.
Sabemos, nos queda claro, que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, repudia la violencia de los cuerpos policiacos en las protestas callejeras, pero no sabemos que esté a favor de la ilegalidad. Lo de ayer da vergüenza y coloca a la ciudad en un estado de debilidad e indefensión que preocupa a toda la ciudadanía. Urge un ya basta sin violencia, pero con el factor más importante, el más difícil: inteligencia.
De pasadita
El rediseño de la vida común nos va a sorprender en muchas de las rutinas cotidianas que nos inventamos o nos impusieron. Desde las formas de asistir a los bancos, los días de cobro, las fechas para circular en nuestros vehículos y hasta las relaciones personales ya cambiaron. Ojalá y en la política también se provoquen los cambios que ya son más que necesarios. No se puede ignorar que la política es uno de los oficios que en nada o muy poco han cambiado, pero lo peor, tampoco se ha adaptado y sigue rascando en su hoyo y quiere convertirse en líder, si no, pregúntenle a Alfaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario