jueves, 11 de junio de 2020

Ciudad perdida
Urge otro proyecto de movilidad
P
oco a poco, y por ello cada vez más, la gente de la capital del país ha empezado a reanudar algunas partes de su vida cotidiana, venciendo el miedo a la enfermedad.
Las mascarillas, los cubrebocas, los guantes, las distancias que ya no guardan los espacios que recomienda el no contagio componen un escenario diferente al que nos había acostumbrado el ambiente libre de virus mortales.
Con estremecedora prisa, el Metro y el Metrobús colman sus andenes de gente cuya necesidad rompió cadenas de miedo y enfrentan la contingencia blindados con la invencible vitamina T. Los tacos de la mañana, las tortas de la comida y la oración a la virgencita para que nada pase.
A contracorriente, la jefa de Gobierno advierte a la ciudadanía que el momento mantiene las luces rojas encendidas y que no es conveniente ir a la calle, pero como que hace falta que el llamado se haga más extensivo, que se escuche en todos lados, que se haga entender que se vive en peligro.
Pero parece que hay la sensación de que ya se rompieron todos los diques y frente a la evidencia las autoridades lanzan una campaña de pruebas a la salud de quienes deambulan por la ciudad.
Aunque el número de gente infectada no ha rebasado los números que desde hace dos semanas se han dado a conocer día con día, la evidencia de lo cotidiano ha hecho pensar que muy pronto habrán de elevarse esas cifras y con ello obligar a otro periodo de reclusión.
Pero el asunto es que el panorama no es nada halagüeño. Los servicios por Internet, que en algún momento parecieron ser la salvación, ahora se han convertido en un punto de disputa entre el comprador y el mercado.
Los pedidos llegan incompletos, no arriban en los tiempos prometidos, la calidad de lo comprado es muy dudosa y los reclamos y los enojos van en aumento.
Tampoco ha sido fácil para quienes trabajan desde sus casas. Los servicios de comunicación han fallado una y otra vez y la cadena de incumplimientos en las obligaciones se ha multiplicado y no hay forma veloz de reparar las averías.
La necesidad de conjuntar a los más importantes y valiosos urbanistas para diseñar ya un proyecto de movilidad humana menos riesgoso del que se tiene, se antoja urgente. Tal vez una especie de hoy no circula para los que tienen que salir de casa no sería una mala idea, pero los pros y los contras tendrían que ser analizados por quienes estudian este tipo de situaciones.
Por lo pronto, hay que decirlo, el peligro de un contagio mayor va de la mano de la necesidad, del tedio, de los conceptos de libertad que angustian a muchos y que los ciegan frente a la evidencia de la enfermedad.
Algo tendrán que hacer las autoridades para tratar de echar a andar la economía sin que ello afecte la salud de los trabajadores. Ya no basta el quédate en casa, urge otro proyecto que dé nuevas armas frente a la contingencia. Nada más.
De pasadita
Ayer se dio, en calles de la colonia Polanco, frente a la sede de la representación del gobierno de Jalisco, una nueva protesta. La mayoría de los manifestantes eran jóvenes. La posibilidad de una nueva ola de destrozos hizo que la Secretaría de Seguridad Ciudadana llenara los alrededores de uniformados, pero afortunadamente no fueron necesarios.
Parecería que los de negro no se enteraron o que ya no sufragó su presencia, pero lo que sí es verdad es que en algún momento parecería que volvimos a los días de la sana protesta, tan pervertidos a últimas fechas.

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