Ciudad perdida
¿Quién fija las cuotas de los colegios privados?
Miguel Ángel Velázquez
▲ Venta callejera de útiles escolares en Mesones.Foto María Luisa Severiano
L
as muy altas cuotas que cobran las escuelas particulares, a todas luces injustas si se mide la situación económica en México, se deciden, en algunos casos, fuera del país, pues sólo obedecen a los intereses de las empresas trasnacionales a las que pertenecen.
Bajo un lema no explícito que advierte:
quien no pueda o no quiera pagar que deje la escuela, los planteles privados usan las condiciones impuestas por la pandemia, que entre otras cosas acarrea nuevos costos para los padres de familia, con el fin, aparente, de iniciar una especie de depuración en sus matrículas.
Así, la noticia es que la suerte de la enseñanza de buena cantidad de niños en esta ciudad se decide fuera de México, y en muchas ocasiones, en su contra.
Tal vez no sea más que otro tópico que por imposible de modificar haya perdido importancia, pero ahora que se vive dentro de la 4T renace la esperanza de que las cosas cambien.
Los cálculos que hasta ahora se ofrecen sobre el resultado de la educación modelo Covid parecen, hasta ahora, desastrosos, sobre todo para los niños que empiezan a recibir clases, porque los métodos emergentes son poco eficientes, pero dentro de todos los males que causa la pandemia tal vez uno, trascendente, pueda revertirse. Nos referimos, desde luego, a las escuelas privadas que transitan en un cómodo caos donde la educación es lo de menos, lo importante es el pago puntual de las colegiaturas.
Hoy en la Ciudad de México las escuelas que cobran la educación rebasan a las públicas, que son gratuitas, aunque el número de estudiantes es mayor en los planteles llamados de gobierno, y es que en las pasadas tres décadas, cuando menos, la enseñanza se convirtió en un negocio boyante.
En ese periodo nacieron escuelas hasta en el estacionamiento de algunas casas. Con mínimas regulaciones, en muchos casos ofrecen alimentar el ego de los padres de familia, en otros, retener a los estudiantes durante un lapso conveniente para evitarles algún tipo de ocio dañino, y algunas más, tal vez las menos, un sistema de enseñanza de calidad.
Todo esto ha sucedido al amparo del desinterés de los gobiernos por cumplir con la ley que obliga a proporcionar educación gratuita a sus gobernados, y así los planteles de todo tipo han aparecido y desaparecido sin control, como si pertenecieran a una entidad fuera de esta ciudad.
Un ejemplo claro de lo que pasa en las escuelas privadas podría ser el Consorcio o Sociedad Internacional de Escuelas (International Schools Partnership, ISP), que ha comprado los planteles Tomás Alva Edison (TAE), que asegura en su página en Internet, sin mayor empacho:
Nuestros niños y estudiantes son el corazón de nuestro negocio.
Y así lo demuestran: mientras la mayoría de los colegios privados ha hecho frente a la situación actual con descuentos y rebajas en sus tarifas, la escuela TAE, al igual que otras, decidieron aumentar las colegiaturas sin garantizar la calidad de la enseñanza que imparten.
La escuela TAE, como sus dueños, la trasnacional ISP, imponen sus colegiaturas porque saben que las autoridades educativas del gobierno tampoco pueden ofrecer una educación que cumpla con las necesidades de los estudiantes, y les permiten hacer y deshacer sin freno alguno.
Las autoridades educativas de la ciudad no pueden intervenir en la educación pública que regula el gobierno federal, pero tal vez sí puedan, aunque deben, poner orden en el caos que hasta ahora reina en la educación privada.
La posibilidad de que los niños, en sus primeros años de escuela, reciban clases de acuerdo con los niveles requeridos por las tarifas que cobra una escuela, no puede estar en manos de un consorcio londinense, como en el caso de TAE, sin que las autoridades mexicanas intervengan. Algo, de inmediato, se tiene que hacer.
Recordemos, una vez más, que tristemente el neoliberalismo tiene como su principal motivación el negocio en la salud y la educación. Ya basta.
De pasadita
Como muestra incontrovertible de lo que sucede en el Congreso de esta ciudad, les podemos adelantar que su Junta de Coordinación Política estará presidida en su último año de trabajo por el PRI de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.
La estrategia de Morena cuando se instaló el Congreso era que el Partido del Trabajo estuviera en manos de ese partido, pero el diputado José Luis Rodríguez decidió, como nos han informado, reventar al PT y en la Jucopo se instalará el PRI luego de que el PRD perdió recientemente a otros dos de sus legisladores. Hace un par de días, Valentín Maldonado envió su carta de renuncia a Jorge Gaviño, y ahora, Paula Andrea Castillo deja a los amarillos, que no podrán presidir la Jucopo porque ahora son la cuarta fuerza política, después del PAN y del PRI. Esta cámara citadina no tiene remedio.
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