Ciudad perdida
Aspirantes, carencia de propuestas verdaderas // La derecha, en la guerra de insultos // La vuelta a clases, ¿capricho o necesidad?
ado el panorama que promete la contienda política en la capital, bien podríamos decir que acudir a las casillas para elegir a quienes gobiernen podría significar un suicidio ciudadano.
¿Por qué? Bueno, está claro que hasta el momento la totalidad de los candidatos de todas las opciones de poder tienen una misma idea sobre la política, una que no va más allá de la gestión y la cual no habla de cómo se debe modelar una nueva forma de gobierno, sino de acciones que si bien resultan necesarias no remueven las costumbres
que requiere un cambio real.
Los debates por la ciudad que efectúa el órgano electoral dan razón de la pobreza en la oferta. El de este partido y el de aquél, no importa el color, después de hablar mal de su contrincante promete poner luz en una calle que dice está a oscuras. El del otro partido promete lo mismo, pero en otra calle; para el siguiente es urgente colocar césped en los camellones, mientras su contrincante advierte que lo mejor es instalar ahí juegos para los niños.
Queda claro. Para que esas promesas se den no tiene que existir un partido político. Tal vez sería mejor establecer una idea clara de lo que debería ser el esparcimiento, en el caso de los menores, o la administración de su tiempo libre en actividades acordes con las cambiantes realidades del momento, por ejemplo.
Y lo peor de todo esto es que no hay opción. La propaganda de derecha, más que ofrecer una alternativa, sigue la rutina del insulto y no se diferencia de ninguno de sus oponentes; ahora, con sus alianzas, sólo resalta la pobreza ideológica de esta que será una elección donde se juega el poder por el poder.
En el caso de Morena, cada vez más carcomido por los intereses tribales, es desesperanzador. Sin pies ni cabeza, caza lo mismo al político desesperado y sin chamba que al ambicioso que busca fortuna desde un lugar supuestamente seguro. Parece no tener remedio.
Además, el tamaño del desprecio de los partidos hacia los ciudadanos es equiparable a la propuesta que muchos hacen para ganar votos. Integrantes de una especie de deporte que se conoce como lucha libre, cantantes, gente que poco o nada sabe de política, pero lo peor es el escaso o de plano nulo conocimiento sobre su entorno vecinal, pero resultan atractivos para un electorado cansado de sufragar en favor de gestores convertidos en integrantes de alguna Cámara legislativa que siempre los defraudan, pero que aceptan como si fuera una forma de responder a ese desprecio que se manifiesta desde los organismos políticos.
Total, son tan parecidos uno y otros que no hace falta saber a qué bandera responden. Lo mismo ofrecerán si se pintan de verde o de azul que si son tricolores o guindas. El tráfico de candidatos está a todo lo que da y parece que, por lo pronto, no hay remedio.
Serán muchos los hechos qué analizar en la próxima jornada electoral, pero primero habrá que calificarla como la elección de la nada, sin idea, sin sustancia.
De pasadita
Es del todo afortunado que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aclare que el regreso a clases será voluntario, porque si para la fecha anunciada los maestros estarán listos y vacunados las escuelas todavía no habrán recuperado –seguramente– la calificación física deseada para empezar a trabajar.
Será un mes de clases, más o menos, para luego ir a las vacaciones de verano y a la culminación del curso. Tal vez sea necesario, pero un renglón tan delicado no debería estar expuesto a ningún capricho político. Ojalá y nos equivoquemos y todo esté listo. Desde hace un par de semanas en las alcaldías se trabaja para poner en condiciones adecuadas a los planteles educativos. Qué bueno que sea así y que todo marche bien. Por lo pronto hay que estar pendientes.
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