domingo, 2 de septiembre de 2018

Prueba de fuego
Jorge Durand
E
ntre tres y cuatro millones de venezolanos han emigrado, salido o huido de su país. El éxodo de personas pudientes empezó con el gobierno de Hugo Chávez, especialmente a Miami. Con el gobierno de Nicolás Maduro se ha convertido en un flujo de salida masivo e involucra a todos los sectores sociales.
Podría compararse con el éxodo de los cubanos, con la diferencia de que los venezolanos no tienen acceso inmediato a refugio en Estados Unidos, ni siquiera han podido conseguir un programa especial de estatus temporal protegido (TPS), como lo consiguieron los centroamericanos a fines del siglo XX. La puerta está cerrada, salvo para los que tienen visa de turista y luego tienen que aplicar a refugio o pasar a la irregularidad. Con la salvedad de que en Estados Unidos la violencia, el caos y los conflicto internos no son causa suficiente para solicitar asilo. Con todo, ha aumentado muchísimo la demanda de refugio: en 2013, año de la muerte de Hugo Chávez, se contabilizaron 786 peticiones, en 2017 fueron 29 mil 250.
En 2013 el índice de emigración de Venezuela, según el Banco Mundial, era de 2.2 por ciento, cinco años después en 2018 de 10 por ciento. Es un crecimiento explosivo, semejante al que se ha dado en Siria con la guerra. La gran diferencia es que ahora se dirigen a los países vecinos de América Latina: Colombia, Brasil, Perú, Chile, Uruguay, Argentina, Costa Rica, Panamá y, finalmente, México.
Las cifras son apabullantes. En Colombia cerca de un millón y en Perú 400 mil, en ambos países los venezolanos pudieron obtener permisos temporales de residencia. Los países del Mercosur: Brasil, Uruguay y Argentina dieron facilidades para obtener permiso y la residencia. El Ecuador se declaró país de libre tránsito y facilita el viaje hacia Perú.
Pero en las últimas semanas los trámites, visas y permisos se han complicado para los venezolanos. Colombia suprimió los permisos temporales y las visas fronterizas; Perú ha puesto la condición del pasaporte para el ingreso, una disposición que sólo va a fomentar el ingreso ilegal. Panamá puso restricciones al ingreso de los venezolanos y les exige visa, de igual modo Chile otorga una visa de Responsabilidad democrática, pero sólo se puede solicitar en la embajada en Caracas. España, también está recibiendo migrantes venezolanos, pero en mucha menor medida. Muchos tienen doble nacionalidad y los que tienen recursos puede hacer inversiones en vivienda o negocio y se les concede la visa.
Las razones del éxodo son de todos conocidas. Pero las razones de la emigración intrarregional tienen que ver con dos peculiaridades regionales. Los países de América del Sur firmaron en 1984 la Declaración de Cartagena, que amplía los criterios para acceder a refugio en casos de violencia generalizada, conflictos internos, prisioneros políticos, caos interno y violaciones generalizadas a los derechos humanos. Esos criterios son mucho más amplios que la convención de Naciones Unidas para Refugiados de 1951.
En segundo término, el libre tránsito en América del Sur, sin pasaporte y sin visa, sólo con un documento nacional de identidad, era una de una de las joyas de la integración regional de la Comunidad Andina y el Merco Sur. A esta libertad de tránsito se sumaba la facilidad para obtener residencia y, por tanto, permiso de trabajo.
A la emigración de profesionales de todo tipo se ha sumado la migración familiar. En Tumbes, frontera de Perú con Ecuador, las familias duermen en la calle y se acercan a los comedores populares. En el estado de Roraima, frontera entre Brasil y Venezuela, se declaró la emergencia por la llegada masiva de venezolanos y las reacciones xenófobas de la población, que llegaron incluso a incendiar uno de los campamentos. El presidente Temer ha enviado a tropas para solventar o controlar la crisis.
En el Perú, uno de los promotores del Grupo de Lima, fue el depuesto presidente Pedro Pablo Kuczynski quien abrió las puertas a los inmigrantes venezolanos como un gesto de apoyo a la oposición y para denostar al gobierno de Nicolás Maduro. Pero la llegada masiva de migrantes compite por un mercado de trabajo precario con los peruanos y se ha desatado la xenofobia en algunos sectores. Ricardo Belmont, candidato a la alcaldía de Lima, que propagó mensajes alarmistas y xenófobos: Yo no meto desconocidos en mi casa… “que se defiendan solos… y no lo hicieron en su país”… nos hemos olvidado de los nuestros, ”nos ha entrado un amor que no tenemos por los negritos del Congo”.
También hay brotes xenófobos en Costa Rica en contra de los nicaragüenses que huyen de la represión de Ortega y las fuerzas paramilitares.
Lamentablemente la xenofobia y el nacionalismo extremo han entrado a la liza electoral y un racismo soterrado, pero siempre presente, se está haciendo visible y generalizado.
Una verdadera prueba de fuego para los países latinoamericanos en cuanto a solidaridad, la libre circulación y el principio plasmado en varios documentos regionales de que la migración es un factor de desarrollo.

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