La pejefobia es una aporofobia
La Amlofobia y la pejefobia tomaron fuerza cuando López Obrador hizo público su objetivo de convertirse en presidente
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El 9 de marzo de 2018, Hernán Gómez publicó en El Universal un texto que tuvo mucha resonancia en ese momento y durante la campaña presidencial, “La pejefobia”. El 9 de diciembre del mismo año, recién inaugurado en nuevo gobierno, el profesor Lorenzo Meyer público en el mismo diario un buen artículo que de inmediato asocié con el de Gómez, “Aporofobia”. Desde ese diciembre quise escribir el presente texto, pero de pronto pensé que “las aguas se calmarían” y el país, después de una elección tan contundente, entraría en una dinámica de aceptación de las nuevas circunstancias, de los cambios profundos que se pretendían, de la nueva realidad. Sin embargo, para infortunio del proceso democrático, no ha sido así. Quienes perdieron la elección han buscado, desde un inicio y por todos los medios, crear una confrontación, que no una oposición (que prácticamente no existe, está derruida). Muchos analistas han llamado a este proceso como uno de polarización social, lo cual es inexacto, puesto que para que haya dicho fenómeno se necesitaría al menos un par de iguales. Y no, la oposición no existe. Odio sí, existe de parte de ese grupo minoritario, pero no ha podido ser capitalizado más que en las redes sociales, entre algunos medios y periodistas, entre algunos políticos alicaídos,… Este odio no ha podido ser articulado en un movimiento.
Ante las presentes circunstancias, he decidido al fin volver a la reflexión sobre los textos de Gómez y Meyer estableciendo de entrada que la pejefobia es en realidad una aporofobia. Es decir, el desprecio, el odio irracional a AMLO y (acaso sobretodo) a lo que representa, es en realidad un temor a “las clases peligrosas”, un miedo y un rechazo a los pobres. Pero hagamos una síntesis de los textos de ambos articulistas de El Universal (la enumeración es mía):
El texto de Gómez, “La pejefobia”:
1. La pejefobia es un miedo irracional e infundado a ya sabemos quién (AMLO).
2. Es el rechazo a que un sujeto de origen humilde ocupe o pretenda ocupar un espacio de poder que se considera reservado a las élites.
3. Está hecha de clasismo, elitismo y chilangocentrismo (aquí acaso sea demasiado limitada la observación, pues hablamos de un fenómeno nacional).
4. En su manifestación más extrema, también es una forma de racismo: pura discriminación.
5. La pejefobia es el desprecio a lo que esta representa. Es el miedo de los privilegiados (y de los advenedizos que se identifican con ellos) a la “plebe” que pretende igualárseles. Es el rechazo a empoderar a los desposeídos.
6. La Amlofobia y la pejefobia tomaron fuerza cuando López Obrador hizo público su objetivo de convertirse en presidente. La campaña del “peligro para México” supo atizar esos sentimientos.
El texto de Meyer, “Aporofobia”:
1. Quienes hoy ven con una mezcla de temor e ira a AMLO y sus propuestas, son minoría.
2. Detrás del pesimismo y del temor a lo que puede significar el nuevo gobierno, se encuentra el temor histórico a “las clases peligrosas”, a la masa que está en la base de la pirámide social mexicana y a la que AMLO ha movilizado y pretende seguir haciéndolo.
3. La Academia de la Lengua Española acaba de incorporar a su diccionario el término aporofobia. Concepto formado con las voces griegas “á-poros” –sin recursos, pobre-, y “fobéo”, espantarse. Temor o aversión a los pobres.
4. Término acuñado por la profesora española Adela Cortina al tratar de comprender el actual rechazo europeo a los migrantes, concluyó que en la raíz de la xenofobia y el racismo evidentes está otro fenómeno: el rechazo y el miedo a los pobres.
5. La irritación social que despierta el lopezobradorismo entre sectores de clase media y alta no es tanto por el origen social de AMLO (aquí difiere parcialmente Gómez) o su estilo personal de ejercer su liderazgo, tampoco sus propuestas económicas o sobre seguridad, sino por la base social que moviliza y en la que se apoya; la antítesis de las clases acomodadas.
6. La aporofobia política en México viene de lejos. En la independencia se manifestó con Hidalgo y la “furiosa rebelión de indios y mestizos” (proceso distinto al resto de Latinoamérica, tal como estableciera el mismo Simón Bolívar en su Carta de Jamaica, de 1815). Ejemplo, la toma de la Alhóndiga, en Guanajuato. En la Reforma, con los liberales frente a los conservadores. Y sobre todo, en la Revolución Mexicana, cuando la aporofobia se desbocó contra zapatistas (auténticos salvajes que debían ser exterminados para salvar a México; la prensa dixit) y villistas. El cardenismo reactivó la aporofobia con sus políticas populares. Miguel Alemán desmovilizó la Revolución y la aporofobia se relajó porque las clases medias y la nueva oligarquía urbana empezaron a consolidar una nueva sociedad de castas.
7. Con el derrumbe del PRI en 2018 (es decir, el fracaso del PRIAN), la toma de conciencia y movilización de las clases populares, la aporofobia está de regreso.
Como se ve, excepto en el punto del “chilangocentrismo” y en el de la presencia de AMLO o de lo que representa, como el factor de temor, rechazo y desprecio determinante en la nueva realidad nacional, ambos autores coinciden en lo fundamental.
El capítulo presente de la realidad mexicana bien pudiera titularse: La pejefobia, el ejemplo más acabado de la aporofobia mexicana del siglo XXI. Aporofobia que pretende confrontar un proceso histórico llamado Cuarta Transformación
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