Una mujer sorora en el gobierno
Las marchas llevaron un reclamo mucho más amplio y profundo:
La diferencia entre una mujer de gobierno y una mujer en el gobierno consiste en que la mujer “de” gobierno protege los intereses del Estado, que por definición, es patriarcal. La mujer en el gobierno es aquella que antes de mirar por los intereses del Estado, miran por las condiciones de las gobernadas y en ese sentido, se atreve a desafiar el orden patriarcal que detenta el Estado para sororizarse con la causa del propio género.
El Estado, compuesto por un orden patriarcal que guarda un equilibrio interno basado en violencias institucionalizadas, detenta a su vez, el monopolio legítimo de la violencia y por ley, está legitimado a utilizarlo cuando considere que se ha vulnerado la seguridad pública o el orden.
Tras las marchas del 12 de agosto ante la violación de una menor de edad en Azcapotzalco por parte de cuatro elementos policiacos junto con la del viernes 16 que despertó un enojo feminista, genuino, atemorizado y a la vez, rabioso, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, hizo lo que pocos gobernantes hacen cuando están en el poder: se contuvo ante las voces que le pedían usar la fuerza del Estado para poner orden (reprimir). Decidió esperar.
El legítimo enojo de las mujeres de varios Estados de la República, junto con una amplia mayoría de la Ciudad, se desahogó. Tanto hartazgo, tanto miedo, tanta desesperación, tanta furia no podía contenerse más. Ese silencio subversivo previo al caso de la víctima de violación era una olla de presión lista para estallar a la menor provocación. No sólo son los reiterados abusos sexuales por parte de los policías, no es simplemente sus reiterados abusos de autoridad para perpetrar violaciones, tampoco se trató únicamente de la manera en la que las procuradurías filtran información para criminalizar a las víctimas y revictimizarlas…
Las marchas llevaron un reclamo mucho más amplio y profundo: Estamos hartas del machismo en cada célula de la sociedad. Hartas del machismo en las Universidades, en las preparatorias, en las calles, los camiones y los taxis. Hartas del violador desconocido pero también, del violador al que le llamamos pareja. Hartas del machismo en las redes sociales, en los chats “privados”, en las pláticas de pasillo que nos siguen exhibiendo como culpables de los males que nos pasen, porque sí, lo privado es político y nos oprime peor que aquello que ya verbalizamos.
Ese hartazgo común y universal contra el machismo, el patriarcado y la opresión fue lo que motivó a la unión de tantas mujeres en las calles. No habría podido hacerse en otros lugares del país. Las activistas del Estado de México, entidad con el mayor número de feminicidios en todo el país, vinieron a marchar a la Ciudad porque en su entidad las matan a la menor acción (salir, caminar, existir) .
Las activistas de Guerrero vinieron a marchar a la Ciudad porque en su entidad conviven bajo amenazas de muerte. Las activistas de Oaxaca vinieron a marchar porque en su entidad, las reprimen y detienen por menos. Las activistas de Nayarit, en este mismo instante, tienen carpetas de investigación abiertas en su contra, investigándolas tan sólo por expresar el miedo y hartazgo que guardan por el terrorismo machista estructural.
La Ciudad de México, una vez más, dio el ejemplo de cómo es que una mujer en el gobierno puede actuar: abrió mesas de trabajo, se sentó a escuchar, articuló acuerdos, los comenzó a ejecutar… reconoció el error en la narrativa de las “provocaciones” y también acotó: son los políticos conservadores los que están provocando, esos que piden el uso de la fuerza, los que desconocieron la legitimidad del hartazgo feminista para descalificar la tolerancia del Gobierno Capitalino.
La Jefa de Gobierno , Claudia Sheinbaum, no sólo se ha comportado a la altura de los retos democráticos sino que también, ha logrado abrir los canales de comunicación para la causa. En la Jefa de Gobierno hay empatía, sabe lo que nos duele, sabe que el movimiento es genuino, que aunque algunos se han querido colgar, infiltrar, golpearnos a nosotras físicamente así como a ella políticamente pero también, sabe que estamos juntas porque en el fondo, la raíz de la opresión es la misma: el patriarcado. El maldito patriarcado.
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