Los retos de la 4T
Enrique Calderón Alzati*
T
engo la impresión de que la mayoría de los mexicanos no hemos entendido que es la 4T, yo mismo he tardado en entender de qué se trata realmente y me he dado cuenta que muchos de mis amigos a los que considero inteligentes, algunos de los cuales son matemáticos, físicos y economistas, desafortunadamente tampoco la entienden, de ellos hablaré más adelante, pero ahora me interesa conocer qué piensan quienes son mis lectores. Si ustedes pudieran enviarme su respuesta a la dirección electrónica que aparece al final de este artículo se los agradecería sobre manera, aunque antes debo darles la mía, para que ustedes la conozcan y me den su opinión. La iniciaré diciéndoles que comencé pensando que sería algo similar a las otras tres, adecuada a nuestra realidad actual, como en su tiempo lo buscaron aquellas; superar los más graves problemas de la nación de manera absoluta y total. La primera era lograr la independencia del imperio que nos enviaba órdenes absurdas, sin entender la realidad de nuestro país, buscando sólo cómo robar nuestras riquezas e imponiendo la esclavitud; la segunda tuvo como objetivos, primero librarnos de los altos costos que nos cobraban los curas por los servicios que nos daban y que ellos mismos no sabían para qué y cómo los podían utilizar y luego quitar de la cabeza de la clase dominante que veían al pueblo despectivamente como
la indiadade ignorantes que para salir de su pobreza necesitaban traer a un príncipe extranjero que seguramente nos gobernaría mejor que nosotros mismos; la tercera tuvo más objetivos aún: eliminar la pobreza y la ignorancia, instaurar la democracia, asegurar educación, trabajo, vivienda y servicios médicos para todos los mexicanos y por último dejar de depender de las compañías extranjeras, que lejos de servir a México nos robaban nuestro patrimonio y habían puesto en riesgo nuestra soberanía.
La Cuarta Transformación (4T) estaría basada en los mismos principios fundamentales con una gran diferencia; en este caso, ella no debía implicar nuevos derramamientos de sangre, ni de enfrentamientos violentos y menos con alguna potencia extranjera. Los objetivos de esta nueva transformación me quedaban claros, ellos debían ser el retorno a los tiempos de seguridad y disminución de la violencia en la que ahora vive la nación, eliminar la corrupción tanto en el gobierno como en las grandes empresas privadas, salir de la crisis educativa generada por las estupideces de Peña Nieto y su secretario de Educación, quien debería estar ahora internado en una institución siquiátrica y, finalmente, reducir el nivel de endeudamiento exterior al que nos llevaron más de cinco de los gobiernos anteriores de manera irresponsable.
Ahora sé que estaba totalmente equivocado y de ello me di cuenta al observar en el televisor de mi casa las celebraciones del Grito de la Independencia y después el desfile del 16 de septiembre, que había dejado de ver por muchos años, luego de que se habían convertido en meros rituales monótonos y vacíos, pues qué se podía esperar de un presidente como Felipe Calderón, celebrando el bicentenario de la Independencia y la Revolución y de otro como Peña Nieto, carente de conocimientos para entender siquiera algo de la historia de México, ni su rol y responsabilidad como presidente de la nación. Las ceremonias de este 15 y 16 de septiembre terminaron convirtiéndose para mí en una epifanía que me llevó a comprender la esencia de la 4T: En primer lugar, entendí que no se trataba de un programa de gobierno, ni de un señalamiento de los principios que regirían la vida del país durante su gobierno, con la idea de que ellos constituyeran un nuevo rumbo a seguir para los gobernantes que lo siguieran. ¡No! Se trataba realmente de algo totalmente diferente. De una convocatoria para todos los mexicanos, para cambiar la nación, nuestro país que está formado por un territorio y también por todos nosotros, y lo estará asimismo por nuestros hijos y nuestros nietos, un país que desde ahora podamos todos sentirnos orgullosos como alguna vez se sintieron nuestros ancestros, una nación que vuelva a ser ejemplo para todos los países del mundo, como alguna vez lo fue en los tiempos del presidente Lázaro Cárdenas. Una nación que pueda llevar al mundo nuevamente su cultura, su arte pictórico y literario, su música, sus bailes y sus artesanías, sus ideas y esperanzas, su esencia misma. Un México totalmente diferente al que hoy tenemos y que sólo podrá ser logrado con el esfuerzo de todos. Esta es hoy para mí, la esencia de la Cuarta Transformación. La que sólo nosotros, todos, tenemos como mandato de un nuevo gobierno y que aún con todos sus recursos y sus instituciones no lo puede, ni lo podrá hacer.
Envió ahora este mensaje a mis amigos que piensan que la 4T es sólo un eslogan vacío y que catalogan a nuestro Presidente como un demagogo o como un falso mesías, sólo porque él no ha resuelto sus problemas; uno de ellos porque despidieron a su hijo de un centro de investigación en Guanajuato, otro porque en el Seguro Social no le han dado la jubilación que le corresponde y una más porque en el Fondo Nacional de Artesanías, no le han otorgado un crédito para financiar un proyecto artesanal en alguna región pobre del estado de Puebla. ¿Cuántos ejemplos similares a éstos podríamos mencionar? No tengo duda de que todos ellos tienen razón para su enojo, pero ¿Acaso piensan que es el Presidente quien les debe resolver estos problemas? Quizá debieran dirigir su enojo y protestas al mismo Dios, que Él sí, todo lo puede.
*Director del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE).
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