domingo, 24 de noviembre de 2019

Despertar en la IV república
Recordar la Revolución
P
ara la mayoría de las generaciones jóvenes la Revolución es un hecho lejano y fallido. No es así como la recordaban los campesinos de Morelos a los que oí, hace unos 20 años, reproducir los corridos de Emiliano Zapata, mientras los campesinos en otras regiones recordaban la Revolución como un desastre apocalíptico.
¿Qué queda de ella en el norte, donde prendió con tanta fuerza y qué queda en nosotros, las generaciones viejas, educadas en sus mitos?
Recordar los hechos de la Revolución en muy difícil: si aceptamos que se inició en 1910 y que terminó en 1940 con el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río, podríamos decir que duró 30 años. Los presidentes posteriores fueron en diversas medidas infieles a sus principios. No dejaron de llamarse a sí mismos revolucionarios por lo menos hasta José López Portillo. No hay duda de que a partir de 1985 una generación que habría de encabezar Carlos Salinas de Gortari intentó dejar atrás la Revolución. De hecho, restauraron el porfirismo: la economía de mercado a ultranza, el autoritarismo y el conservadurismo.
Pero en algo superaron a la dictadura: en la corrupción.
Todos aceptamos que la Revolución fracasó, Daniel Cossío Villegas tuvo la valentía y la visión de decir en 1948 que la Revolución y los revolucionarios habían perdido el rumbo. No lograron la democracia, que fue su primera bandera; la desigualdad social subsistió y el poder de México y la cultura nacionalista declinaron pronto.
Después de una larguísima transición esperamos que la democracia se consolide, pero la redistribución del ingreso y el nacionalismo se ven muy difíciles. Vale la pena recordar el ansia de libertad y la valentía de millones que participaron. La pacificación y el progreso económico de los buenos años del sistema no fueron banderas de la Revolución pero generaron estabilidad.
Hoy los objetivos de la generación de 1910 se levantan ante nosotros y las nuevas generaciones tendrán que afrontarlos y encontrar en ello su destino. Es una gran paradoja que los viejos propósitos sigan vigentes.
Colaboró Meredith González A.

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