jueves, 6 de agosto de 2020

Ciudad perdida
Educación privada, con reglas claras
C
on muy buen tino, las autoridades tomaron el problema de la educación justo cuando ya amenazaba con un estallido de largo alcance, y aunque aún hay problemas que deben resolverse, sobre todo técnicos, los planteamientos parecen correctos.
No obstante, lo que deberá tener atención especial es la educación en manos comerciales que poco o nada atienden los mandatos constitucionales, y menos aún los lineamientos que traza la Secretaría de Educación Pública.
La misma SEP tiene toda la experiencia del mundo para elaborar los contenidos de los programas con los que impartirán las clases en la educación básica, y hay, también, mucha experiencia en las transmisión de clases por televisión. En algún momento de la historia no muy lejana nuestro país estaba orgulloso de su televisión educativa, que con el paso del sistema de mercado decayó como muchos otros proyectos nacionales de importancia social.
Hoy parece que se volverá a cuestionar la educación en manos de la iniciativa privada, negocio que se ha convertido, junto con la salud, en uno de los instrumentos más eficaces y seguros para los inversionistas, que hoy podrían entrar en una zona de peligro porque buena parte de su clientela está en quiebra.
Y no sólo eso, las inversiones que se tendrán que hacer desde cada casa para responder a las formas de teleducación menguarán las muy débiles economías que con dificultad se mantienen a flote en estos tiempos.
Para las firmas de las compañías que ofertan educación en México, las reglas que señala la Secretaría de Educación son letra muerta. Los programas los acortan o extienden según sus intereses, y los libros obligatorios, por ejemplo en las primarias, son sustituidos en los hechos por otros que recomiendan las escuelas. Los gratuitos, lo que edita la SEP, apenas se abren.
Pero aun así, tanto las autoridades como los padres de familia aceptan las anomalías porque no tienen capacidad de respuesta frente a la demanda de educación que exige el país, y un buen aliado del fenómeno es el sindicato que a base de huelgas y paros impide que la educación esté garantizada.
Esto, desde luego, sin contar que los gobiernos recientes provocaron que los problemas crecieran para no dejar otra opción, para quienes buscan educar a sus hijos, que los planteles de paga. Así se ha logrado construir un muy fuerte negocio, con una red de escuelas privadas que quitan y ponen precio a la educación a su verdadero antojo y sin el cuestionamiento de nadie.
El presidente López Obrador aseguró que en su gobierno se busca ayudar también a las escuelas privadas porque seguramente alguien ya le dijo –y no fue el secretario de Educación– que el Estado no tiene, como ya dijimos, capacidad para enfrentar la demanda.
Pero ya que esto también obedece a reglas del mercado, y si los van a ayudar, cuando menos deberían imponérseles reglas claras que deberán cumplir, es decir: que el gobierno intervenga de lleno en estos negocios que no deberían ser la salida de emergencia al problema cada vez más álgido de la educación.
De pasadita
Sin duda, mientras más tarde la vacuna contra el virus de la pandemia más remedios milagrosos aparecerán en las redes, y más gente podría padecer los estragos de esas curas maravillosas.
Sin embargo, la desesperación por hallar un alivio al mal construye credibilidades que por momentos se presentan como incuestionables, pero que no tienen el aval del retorno a la salud de quienes los han usado.
De cualquier forma, si después de informarse una gente decide usar esto o aquello, está en su derecho. Mientras no exista una vacuna científicamente probada, como ya dijimos, desde el tapabocas y hasta el tequila podrán ser las recomendaciones de quienes suponen tener la cura. La única recomendación sería: no arriesgue la vida en el afán de conservarla.

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