martes, 4 de agosto de 2020

Ciudad perdida
Virales ataques contra López-Gatell
A
l inicio de esta cruel pandemia nos enteramos de un par de noticias catastróficas: la primera, que el virus había llegado a nuestro país, y la segunda, que debido a las condiciones de salud de la población éramos mucho más vulnerables que muchas otras naciones del mundo.
Sin escape, en México la pandemia podía pegar mucho más fuerte que en otras partes del mundo, y la pregunta saltaba: ¿Por qué? Pues entonces nos enteraron que la gente obesa, quienes padecen hipertensión, los diabéticos y muchos más con enfermedades crónicas serían las víctimas más probables del virus.
México es el segundo país del mundo que más gente obesa alberga –el primero si se trata de niños–, y eso, quieran o no, es un problema que nada tiene que ver con el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien ha sido utilizado por la oposición al gobierno federal para atacar al presidente López Obrador.
Con esas condiciones: ¿Qué esperaban los gobernadores? Claro que cuando se les dijo, una y otra vez –diría López-Gatell–, que era necesario frenar la venta de alimentos chatarra que proliferan en todo el país, nada hicieron, nada dijeron, bueno, ni siquiera se hizo el intento de ofrecer a la gente una alternativa de alimentación que no fuera la bebida azucarada y las bolsas de carbohidratos.
Y claro, nos dimos cuenta que desde el gobierno de Carlos Salinas se dejaron de construir los hospitales, que ahora hacen falta, y permitió a la iniciativa privada hacer de la salud un gran negocio, donde quien tiene dinero tiene salud, los demás, que se pudran.
El plan fue más que perverso. Los medicamentos, siempre escasos en los dispensarios del sistema de salud, se ofertaban en las farmacias a precios elevados. Una red de intermediarios protegía a la iniciativa privada y se coludía con funcionarios del sistema de salud para debilitarlo y obligar al enfermo o a su familia a acudir a hospitales y farmacias fuera del sistema público.
¿Todo eso es culpa de López-Gatell? El fin de semana pasado, un enorme contingente de alemanes protestó por las medidas que su gobierno ha tomado para tratar de frenar el contagio; aseguran que las libertades individuales están en riesgo. También en Israel se dieron protestas callejeras masivas, en las que se acusaba al primer ministro hasta de corrupción en el combate a la enfermedad; Japón declaró estado de emergencia en Okinawa por una propagación explosiva del mal, y en Corea del Sur se llevó a la cárcel a un líder religioso acusado de sabotear los esfuerzos del gobierno en su tarea de tratar de disminuir el contagio. Eso, ¿también es culpa de López-Gatell?
No podemos negar que muchos de los dichos del subsecretario han llevado a cierta confusión, pero se le ha sometido a un desgaste constante diario que le ha hecho caer en contradicciones que de ninguna manera son comparables con la corrupción y el daño que el salinismo y sus secuaces le han causado, y le causan, a México.
De pasadita
Por cierto, esos gobernadores que con tanto cinismo buscan desacreditar al gobierno de López Obrador no representan ni a la mitad de los habitantes empadronados de sus entidades.
Enrique Alfaro, en Jalisco, no llegó ni a 40 por ciento de la votación; hoy tiene menos de 35 por ciento; Silvano Aureoles tampoco llegó a 40 por ciento, y el gobernador panista de Guanajuato, hoy la entidad más violenta, más sangrienta del país, tuvo un porcentaje mayor al de los ya citados, aunque tampoco logró la mitad de sufragios a favor. Entonces, ¿a quién representan esos que piden la renuncia del subsecretario? Aguas.

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