lunes, 28 de septiembre de 2020

 Pequeñas grandes cosas

U

na característica de estos tiempos es la falta de certidumbre. Por ello es oportuno acudir a la teoría del caos, que dice que la más pequeña variación en un entorno prexistente puede provocar un cambio mayúsculo en el resultado de un sistema determinado.

Sabemos que es imposible predecir los resultados de un sistema complejo. El clima, el cuerpo humano, fenómenos astrológicos y el desarrollo político del mundo o de un país son ejemplos de sistemas que tienen variables y constantes cambios en sus resultados. Los ideales, nuestros planes y la expectativa en el otro pueden llegar a cumplirse y algunos deben buscarse todos los días, pero también debemos aceptar que las cosas no sucedan como las proyectamos.

Debemos aprender a vivir con el cambio, la sorpresa y el fracaso. Aceptar la condición imperfecta del mundo nos ayuda a aceptarnos a nosotros mismos y a crecer con ma-yor empatía y tranquilidad. Sin embargo, también hay que ver la belleza en el mundo, la cual muchas veces damos por sentada y dejamos de valorar.

En años recientes hemos sido bombardeados a diario por un sinfín de malas noticias. El cambio climático atenta contra millones de personas, especies animales y ecosistemas. El resurgimiento de los nacionalismos ha enaltecido el odio, polarizado a las sociedades, desprestigiado a las democracias, alterando el dinamismo electoral y violentado los derechos humanos de los más vulnerables. La violencia y discriminación de cualquier índole en contra de las mujeres persiste. Nos hemos acostumbrado a ver incendios, inundaciones, pestes y sequías, perdiendo por completo la dimensión de su impacto. Amenazas del resurgimiento de conflictos bélicos y la revitalización del mutuo aniquilamiento nuclear le quitan el sueño a cualquiera. Por si fuera poco, seguimos viviendo la pandemia, que ha costado casi un millón de vidas y ha provocado el inicio de una nueva crisis económica mundial. Todo esto mientras tenemos la mayor acumulación de riqueza, la mejor tecnología, la mayor conectividad y acceso de información de la historia de la humanidad.

No hay duda de que la historia de la humanidad pasa por un momento sin precedente. Por ello, frente a la ola de acontecimientos catastróficos, vale la pena reflexionar y ver las cosas de forma distinta.

Hoy, lo bello y lo bueno no son noticia. No es digno de un reportaje que tu hijo haya hecho una pintura o acabado su primer libro. Nadie te entrevistará para hablar sobre cómo tu pareja te hizo sentir seguro cuando te sentías angustiado, o sobre la reflexión de algún evento que no haya tenido importancia para la sociedad. Sin embargo, ahí reside la gran belleza de la vida, en lo que pasa desapercibido, en lo irrelevante para todos, menos para ti. Si no fuera así, cuál es el fin de guardarse de una pandemia si despreciamos todo lo que deberíamos de proteger en un afán de encontrar algo mejor.

Las malas noticias nos mantienen alerta y las buscamos en un intento de conocer todo con la ilusión de que así vamos a estar más seguros. Sin embargo, nadie puede saberlo todo y el futuro siempre tendrá una alta dosis de misterio. Esto genera un fenómeno en el que los distintos agentes mediáticos compiten por proyectar primero y de forma más llamativa algún acontecimiento negativo. Hoy en día la gente ya no compra el periódico ni está suscrita a una revista, esto ha generado que la rentabilidad de un medio se base en la venta de publicidad, que, asimismo, se sustenta en visitas y no en contenidos.

Parece que, debido a que la relación con la información ha cambiado, el contenido está en crisis. Antes de la era digital, quien quería estar informado buscaba un medio y, así, la competencia entre las opciones se daba más por contenido. Si bien hoy persiste esta práctica, la era digital ha acercado tanto la información, haciéndola prácticamente gratuita, que la audiencia ya no necesita tener interés en ella para verla. Esto no significa que la democratización de la información sea indeseable, al contrario, se debe fomentar si buscamos un avance social. Sin embargo, el contenido ha perdido espacio y no necesariamente por que sea accesible significa que la información será útil o verdadera. Desafortunadamente, las malas noticias, el escándalo y el chisme son lo que más vende.

Hoy, tal vez la inercia de los medios de comunicación atenta en contra de que veamos esas pequeñas cosas. Nos pintan un panorama catastrófico y se rigen por enaltecer el miedo y la angustia. Nadie está poniendo en duda el papel crucial de estar informados. Pero concentrarnos en este mundo mediático puede distraernos de las cosas buenas que pasan todos los días. Perdernos estas cosas buenas nos puede llevar a pensamientos fatalistas que incluso propicien la generación de fenómenos negativos. Lo bueno, por lo general, no es noticia, pero es por esto por lo que hay que guiarnos. Aprender a ver lo simple y positivo de los pequeños detalles puede ayudarnos a revitalizarnos para luchar por un mundo mejor, cada uno en su pequeña zona de acción.

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