miércoles, 26 de septiembre de 2018

Aeropuerto, AMLO 2018

@NietzscheAristomié 26 sep 2018 17:55
 
  
 
No todos están contentos con el presidente electo y su protagonismo aeronáutico.
No todos están contentos con el presidente electo y su protagonismo aeronáutico.
Foto propiedad de: Internet
El fenómeno en que se ha convertido la presencia y actuación de López Obrador en los aeropuertos y vuelos del país ha hecho pensar a muchos en la serie de películas de los 70’s y 80’s, Aeropuerto y ¿Dónde está el piloto?, que se desarrollan entre el drama, el desastre y la comedia de locura. Como si se tratara de una nueva serie de historias en torno a la aeronáutica, ahora estamos ante la colección de las aventuras de López Obrador en los distintos aeropuertos del país. En este caso, el tema y el argumento son tomados de la política nacional.
La interacción del político que siempre se ha negado a usar vuelos privados y que ha afirmado no usará el avión presidencial, por el contrario, lo venderá, con el ciudadano común. Claro, no todos los mexicanos vuelan y millones no lo han hecho ni harán jamás, pero esta interlocución del político en el escenario de los aeropuertos es consecuente con su interacción en la calle, en las carreteras, plazas y comederos del país. Ya todo esto se conoce, lo que sucede es que las nuevas historias han sido más expuestas a los medios y las redes sociales ahora que López Obrador es presidente electo tras una contundente victoria con el 53% de los votos y cuando, pese a ciertos errores, los congresistas de Morena han empezado a materializar las promesas de campaña sobre la austeridad y el corte de privilegios a los políticos.
No obstante, no todos están contentos con el presidente electo y su protagonismo aeronáutico. Algunos medios de comunicación y periodistas cuestionan que si esta va a ser la tónica del gobierno de López Obrador -la de un “gobierno itinerante”, como él mismo ha dicho, con retrasos de varias horas en los vuelos, como ha sucedido, o incluso cancelaciones-, la figura presidencial perderá seriedad; que así no se puede trabajar. Otros han dicho incluso que no pagan al encargado del ejecutivo para que pierda el tiempo en estas aventuras aeroportuarias. Otros más dudan que se puede gobernar desde un vuelo comercial demorado o en las salas de los aeropuertos con decenas y aun cientos de personas interactuando con el presidente, tomando su tiempo y su atención para saludos, charlas espontáneas, videos y fotos. Federico Arreola escribió un muy buen texto al respecto el pasado 21 de septiembre, donde, malicioso, sugiere a Jorge Castañeda, uno de los reclamantes, que vaya al encuentro de López Obrador a alguno de los aeropuertos del país, que ahí seguramente lo atenderá.
A mí me parece no sólo posible gobernar de esta manera, también que podrá hacerlo mejor que aquellos expresidentes siempre distantes de los ciudadanos. En la medida en que el proyecto de gobierno, el programa y el equipo de trabajo encargado de realizarlos funcionen, en la medida en que López Obrador se mantenga ecuánime y no crea que sigue en campaña, en que observe una compostura de acuerdo a su posición como presidente de todos los mexicanos, todo irá relativamente bien. Nada de besos ni tallones a la prensa por más confianza y cariño que le tenga, tampoco descalificaciones un tanto burdas y de mal gusto como esa de calificar de “fifí” a cierto periodismo (aunque tenga razón). Que se serene, pues, como él suele decir.
La comunicación entre el presidente y los ciudadanos puede ser un indicador deseable que contribuya a realizar un buen gobierno. Así, los diálogos al teléfono con el marido de una señora en un aeropuerto, con un niño sobre el béisbol, con personas distintas sobre sus problemas personales o de grupo, podrán multiplicarse en temas y preocupaciones, que no todo es deporte.
Usualmente se ha criticado la distancia entre los gobernantes y sus gobernados. Pues bien, ahora estamos ante el fenómeno de un personaje que sigue concitando la energía social en su favor y, a partir del primero de diciembre, de su gobierno. Hay que tomar ventaja de ello para bien del país.

P.d. Y a propósito, el asunto del NAICM (o NAIM, como ya le llaman; según Luege Tamargo, un cambio nada sutil realizado por los grupos de interés detrás del proyecto) continúa en suspenso. ¿Texcoco o Santa Lucía? Lo mejor habría sido deshacer todo y pensar con seriedad en Tizayuca. 

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