jueves, 14 de febrero de 2008

FCH tropieza en La Villita

Ahora resulta que a los mexicanos indocumentados también se les pide que aconsejen al Presidente

La pifia lo hace ver como un gobernante incapaz de entender su responsabilidad frente a la migración

El artículo 89 constitucional, en su fracción X, establece facultades y obligaciones del Presidente más allá de las fronteras: “Dirigir la política exterior...”, dice el postulado que más adelante precisa que en la conducción de esa política el mandatario observará, entre otros principios normativos, la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, solución pacífica de las controversias y la igualdad jurídica de los estados.

Hacemos la referencia constitucional a propósito de la visita del presidente Calderón por algunas capitales de Estados Unidos, en donde según la óptica de sus malquerientes prácticamente se ha tratado de un periplo inútil, trompicado y deficiente, en tanto que los del bando contrario, los halagadores gratuitos, aseguran que Calderón ha enseñado inteligencia y sensibilidad.

Y se pudiera dar la razón a los primeros —sobre la inutilidad, lo trompicado y deficiente de la gira de Felipe Calderón—, con un contraste elemental del mensaje presidencial en Chicago, frente a la comunidad mexicana de La Villita: “Les voy a pedir que me ayuden y me digan cuál es el tono, la argumentación, la estrategia que debe seguir el gobierno mexicano; si nosotros debemos subir el énfasis, el tono de los temas migratorios, lo hacemos, si debemos tener un tono de mayor conciliación, lo hacemos; si debemos multiplicar la presencia, lo hacemos…”.

¿Ese es el mensaje presidencial que esperaban los millones de mexicanos que se jugaron la vida por un empleo, que votaron no en los procesos electorales, sino con los pies al migrar al norte? ¿Dónde está la responsabilidad del presidente Calderón, conforme al 89 constitucional? ¿Qué no el tratamiento y la solución de la problemática migratoria es parte esencial de la política exterior mexicana? Ahora resulta que a los mexicanos indocumentados también se les pide, por si algo faltara, que aconsejen al Presidente.

Y se pudiera tratar de entender la génesis discursiva del mensaje —de hacer sentir a la audiencia que son tomados en cuenta, que su voz cuenta para el gobierno de Calderón—, pero lo cierto es que se trata de una pifia que hace ver al presidente Calderón como un gobernante incapaz de entender su responsabilidad frente a un problema del tamaño del de la migración de mexicanos que dejaron su casa y su patria a costa de su propia vida. Y el problema no está en quién fue el genio que imaginó y redactó ese discurso del mandatario, sino en que el propio Felipe Calderón no haya sido capaz de pulsar lo que decía.

Pero más allá de los extremos —de los que dicen que la visita al país vecino fue inútil y de los que aseguran que fue todo un éxito—, de los tropiezos y los trompicones del equipo presidencial, lo cierto es que tiene sentido el periplo, sobre todo si se toma en cuenta que —según conocedores del tema cercanos a la casa presidencial— se trató de un gesto diplomático casi obligado, programado en el menos malo de los momentos posibles y que tiene dos objetivos centrales: el primero, dirigido a grupos específicos del vecino del norte, y el segundo, a la audiencia mexicana.

Por un lado se trata de una estrategia dirigida a sembrar en círculos estadounidenses específicos, bien concretos, la postura mexicana —la del gobierno de Felipe Calderón— en temas fundamentales para la relación bilateral como el comercio, la migración, el crimen organizado y la inversión. ¿Que son los mismos temas de siempre? Claro, los que preocupan a la relación de los dos países. La diferencia, en este caso concreto, es que en unos meses el de Estados Unidos no será el mismo gobierno que despachó en la Casa Blanca en los ocho años recientes.

Además se cuestiona, con toda razón, el momento de la visita a Estados Unidos, sobre todo cuando los dos grandes partidos políticos de aquel país procesan sus respectivas elecciones primarias para elegir a su candidato presidencial. “Nadie pela al Presidente mexicano”, se dice con razón y acierto, e incluso se moteja que a su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, lo echaron de un café en donde tenía prevista una conferencia de prensa.

Sin duda que no es el mejor momento para una visita como la que realiza el presidente Calderón. Pero según los conocedores no había mucho margen de maniobra —sobre todo luego de que se canceló la anterior visita, una vez que el Presidente debió atender desastres naturales—, ya que era hoy o hasta el momento en que fuera electo el nuevo mandatario de Estados Unidos. ¿Por qué? Por lo delicado de una visita en plena campaña presidencial.

En esa lógica, el objetivo de la visita de trabajo no era buscar el reflector entre el público estadounidense, sino empezar un proceso de sensibilización, “de sembrado” de las prioridades del gobierno de Calderón en sectores muy específicos. En su momento, se cree, esos sectores llevarán los temas a los centros de poder: el gobierno, el Congreso y los sectores financieros.

Pero en la otra vertiente, la de consumo local, para México, las cosas son harto distintas.

Para el equipo del Presidente sí es importante el efecto mediático —que se puede percibir en México— de ver a Felipe Calderón Hinojosa en una suerte de lucha titánica de David contra Goliat; en abierto reclamo a que los vecinos norteños nos respeten como amigos; que los “güeros” consideren que el peligro para su frontera no son los migrantes mexicanos, sino el crimen organizado; que se le vea en “sabrosa tertulia” con los otros mexicanos, los de “La Villita”. Y hasta es posible que suban los bonos de Felipe Calderón, pero nadie puede negar el fracaso de esa gira.


En el camino

Aquí sí le creemos a Marcelo Ebrard. Sí creemos que hará hasta lo imposible por construir un puente de Santa Fe al Auditorio Nacional, un teleférico en esa zona. Y sí le creemos, porque ya intentó la Torre Bicentenario, desde donde pretendía llegar a Los Pinos. Sí, seguramente se lanzaría en paracaídas. Hoy pretende llegar a Los Pinos sea mediante un túnel, sea mediante teleférico. Por eso sí le creemos, porque para un jefe de Gobierno, todos los sistemas de transporte llegan a Los Pinos. ¿O no?


aleman2@prodigy.net.mx

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