COLUMNAS
Presidente @EPN cancele su “informe” que no lo es. El rechazo del presidente @lopezobrador_ así lo exige
Bradomín es un personaje de Ramón del Valle-Inclán. Leí que ese tipo —Bradomín, no el otro— “siempre se está quejando de haber nacido en una edad anti heroica”.
Una derrota amorosa, es decir, una derrota de las que se olvidan al día siguiente, llevó a Bradomín a decir algo que hoy está en todos los sitios de internet de frases célebres:
“Hoy, al contemplar las viejas cicatrices y recordar cómo fui vencido, casi me consuelo. En una historia de España, donde leía de niño, aprendí que da lo mismo triunfar que hacer gloriosa la derrota”.
Curiosamente estando en México, Valle-Inclán —o Bradomín, para el caso es lo mismo— pensó que “de haber nacido en el siglo XVI, él hubiera sido un lugarteniente de Hernán Cortés”.
Lo jodido para Bradomín —o para Ramón María del Valle-Inclán, no hace diferencia el nombre— es que en realidad él sí era un conquistador, pero no de grandes civilizaciones, sino nada más “de mujeres fáciles”.
¿Es misógino el comentario anterior? No lo sé: es lo que dice un señor llamado José María Alberich.
Los asesores del presidente Peña Nieto, que tanto le han fallado, lo han convencido de que debe despedirse conquistando el aplauso fácil de sus seguidores, amigos y colaboradores. El lunes, sí, en un “informe” que no lo es.
¿Eso tiene sentido? Creo que no.
“Da lo mismo triunfar que hacer gloriosa la derrota”. Perdieron Peña Nieto y los suyos. No es necesariamente malo y hasta puede ser algo extraordinariamente positivo.
Al admitir con dignidad la derrota, EPN empezó hacer gloriosa la última etapa de su gobierno.
Sus reuniones con el ganador cambiaron para siempre el estado de ánimo de nuestra nación de ciudadanos enojados.
La foto que queríamos ver desde hace tantos años, la de un presidente priista saludando sonriente al ganador de izquierda en las elecciones presidenciales, la hizo posible Enrique Peña Nieto al recibir sin complejos a López Obrador en el Palacio Nacional. Y todos estamos contentos desde entonces.
Andrés Manuel, que es un hombre bueno antes que un político ambicioso —lo conozco, sé de lo que hablo—, desde aquella primera reunión ha sido más que generoso con EPN.
Pregunté hace días si AMLO asistiría al último “informe” de Peña Nieto —como no se pronuncia el mensaje ante los diputados y senadores en la sede del Congreso, entonces no es informe, de plano no lo es—; pues bien, ya supe la respuesta, la publicaron los medios: el presidente electo dijo que no lo invitaron.
Es decir, probablemente antes de invitar a AMLO la gente de Peña Nieto o el propio presidente en funciones consultaron al presidente electo o a su equipo y, ni hablar, Andrés o cualquiera de sus colaboradores no estuvieron de acuerdo en participar en el evento del próximo lunes.
Pienso que en el actual contexto político, dominado absolutamente por la izquierda mexicana, en nada ayuda a Peña Nieto una fiesta de aplausos fáciles.
Respetuosamente, con aprecio y aun con admiración suplico al presidente Enrique Peña Nieto cancelar el “informe” de pasado mañana.
Debe recordar EPN que el informe dejó de celebrarse en la sede del Congreso porque Fox en 2006 no pudo entrar a la Cámara de Diputados tomada por legisladores de izquierda que protestaban por el fraude electoral que llevó al poder a Felipe Calderón.
El esposo de la señora Zavala, ya en Los Pinos, se las arregló para que una reforma legal autorizara al presidente de México —presidente espurio, en su caso— a no presentarse en el Congreso a informar.
En lugar de ir a San Lázaro, desde entonces los gobernantes de México organizan cada primer semana de septiembre una fiesta para celebrar sus logros.
Eso ya no, señor presidente Peña Nieto. Cancele la reunión de próximo lunes y termine de hacer gloriosa su derrota, consolide la imagen que empieza a construir: la del gobernante que dio el paso decisivo para que hubiera democracia en México.
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