Importancia de la Constitución Moral de AMLO en un país sin ley
En una primera parte, pondera la necesidad humana de valorar el bien sobre el mal.
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México es un país con leyes, bastante buenas, que no se cumplen. La corrupción, la violencia, la impunidad y la injusticia lo han convertido en un país sin ley. Puede aceptarse que, en efecto, se vive una crisis de valores en la que lo que menos importa es el respeto a las personas y a las leyes. Se antepone la ambición individual a cualquier objetivo colectivo en bien de la nación y, por tanto, de todos.
Es en este contexto en que López Obrador habla de la necesidad de elaborar una Constitución Moral para el país, que contribuya al proceso que ha llamado de la Cuarta Transformación en elementos sustanciales como el civismo, el amor a la patria y la solidaridad. Su administración lo hará, tal como anunció el pasado 24 de agosto, y su elaboración estará a cargo de Enrique Galván Ochoa, José Agustín Pinchetti y Verónica Velasco, coordinados por Jesús Ramírez.
Anunciada desde la campaña, la propuesta ha despertado críticas y aun burlas. Muchos ven a la moral social e individual (o llamémosle ética) como un terreno que acaso deba estar fuera de la intrusión del gobierno y de los gobernantes. Otros argumentan, de manera un tanto absurda, que si ya existe una Constitución de la República, para qué establecer otra que pueda convertirse en un instrumento de control sobre los ciudadanos. El punto es que si se habla de una crisis de valores que ha germinado las condiciones abismales en que ha transcurrido la vida en México en los últimos lustros, una instrumento de carácter moral realizado con honestidad pudiera contribuir al inicio del cambio que todos quieren para el país, para vivir en tranquilidad y en paz, de manera civilizada, humana.
Y la verdad, como saben los que han estado interesados, este tema no es nuevo, lo planteó con seriedad López Obrador en 2011 puesta la mira en la elección de 2012. El 27 de noviembre de 2011 publiqué en SDPnoticias “La Cartilla Moral de Reyes y la moral de AMLO”, en el que abordo el asunto. El tema me resulta cercano porque mi investigación de tesis en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM fue sobre la obra educativa y diplomática de Jaime Torres Bodet, quien en 1944, siendo secretario de Educación Pública por vez primera, solicitó al gran Alfonso Reyes escribir una Cartilla Moral dirigida a maestros pero con destino a toda la población, adultos y jóvenes. La vigencia del texto de 2011 es del cien por ciento, así que lo reproduzco para refrescar la cuestión, pues el presidente electo ha anunciado que el equipo encargado de elaborar la nueva cartilla, que acaso derive en una suerte de constitución moral, trabaja actualmente en ella y tiene que tenerla lista antes del próximo primero de diciembre. Aquí va:
La Cartilla Moral de Reyes y la moral de AMLO
1. En 1943, Manuel Ávila Camacho tomó la buena decisión al designar como secretario de Educación Pública al poeta Jaime Torres Bodet en sustitución de Octavio Béjar Vázquez. El escritor, junto con José Vasconcelos, Justo Sierra y Gabino Barreda, ha sido uno de los pilares de la educación pública en México. Destaca, en sus dos periodos como secretario, por múltiples programas como el de los Libros de Texto Gratuitos y las campañas de alfabetización, así como por la creación del Museo Nacional de Antropología e Historia.
Una de sus primeras acciones fue lanzar la Campaña Nacional contra el Analfabetismo (cuya secuela sería el Plan de Once Años durante la presidencia de López Mateos). Habiendo colaborado estrechamente con Vasconcelos, no es difícil explicar el porqué de su deseo por educar a la población mexicana; ambos, en su inmensa admiración por la cultura europea, consideraron a la instrucción pública como el eje del desarrollo civilizador y modernizador. En este contexto se inscribe la solicitud en 1944 a Alfonso Reyes para escribir una Cartilla Moral dirigida a maestros pero con destino a toda la población, adultos y jóvenes.
2. La Cartilla, propiamente, es un exhorto moral extendido en catorce lecciones. Una propuesta dialéctica de la conducta individual frente a los demás y la naturaleza misma en una diferenciación frente a los animales.
En una primera parte, pondera la necesidad humana de valorar el bien sobre el mal. La condición ética o moral de proceder en un contexto de bienestar colectivo que se sobreponga al mero interés individual.
Una segunda parte propone y desarrolla una serie de respetos indispensables. Respeto: al individuo, es decir a la propia persona en cuerpo y alma; a la familia, nuestra convivencia inmediata; a la sociedad; a la patria; a la especie humana; a la naturaleza. La observancia de estos respetos hace mejores hombres, mejores sociedades y más habitable la condición humana.
Aparte de una asimilación cristiana en la concepción de Reyes, puede leerse también una clara idea nietzscheana: la dicotomía hombre-mono. En la medida en que se aleje el hombre de los preceptos éticos más elevados, cuando no se valore lo que de mejor hay tras el historial de la civilización, más se aproximará o retornará a una condición animal.
3. Junto con el rescate de héroes olvidados por el discurso priista, ya no se diga por el panista, a López Obrador le corresponde el mérito de haber puesto al día la figura de Benito Juárez y con ello Juárez. Su obra y su tiempo, de Justo Sierra; texto sustancial en su doctrina política. Lo mismo sucede ahora con la Cartilla Moral de Alfonso Reyes. A este acierto de orden intelectual le acompañan otros recientes. La precisión en relación a la frase de Ortega y Gasset e inclusive en su apreciación comparativa entre Vasconcelos, Reyes y Paz. Y es que al menos alguna huella de su cercanía con el poeta Carlos Pellicer, de su influencia en época temprana, debe quedar. Estas expresiones de carácter intelectual no han pasado inadvertidas para los críticos.
La importancia de promover la Cartilla radica en hacerlo precisamente en un momento tan crítico para México, cuando hombre y sociedad se han degradado y distanciado de los preceptos allí establecidos. ¿Quién que haya sido estudiante no recuerda las lecciones de Historia y Civismo que acendraban un sentido de la conducta, de la rectitud, del respeto y el amor a los semejantes, la patria y la naturaleza? Pues bien, la lectura moral de López Obrador, su diagnóstico de la realidad recrudecida que se vive hoy en el país, le lleva a exponer la importancia de esta suerte de constitución moral.
Para ello, tiene que poner él mismo el ejemplo. Y si bien no podemos otear lo que sucede en su vida personal (que de mucho interés es cuando se trata de un aspirante al principal cargo político del país), sí resulta apremiante cotejar su desempeño público en relación a esos preceptos morales (también el de sus adversarios, por supuesto). Como gobernante y dirigente social se ha visto que, pese a todo, no solamente en el plano discursivo ha observado la importancia de una moral pública, también en una serie de políticas de orden económico y social.
Entre sus críticos y seguidores, la moral del candidato de la izquierda ha fluctuado entre el crimen y la santidad. Por un lado, el peligro que se cierne sobre México en voz del Consejo Coordinador Empresarial, Enrique Krauze y sus fieles cual Luis González de Alba y Guillermo Sheridan (no deja de sorprender por cierto el texto “conciliatorio” de éste último en relación la Cartilla de Reyes, precisamente, “AMLO y su ‘Cartilla moral’; Letras Libres, 28-11-11). Por otro, sus panegiristas, quienes todo lo ven con ojos acríticos. Ante los recientes acontecimientos de su posicionamiento como candidato de la izquierda, los analistas discurren otra vía, la de los que se moderan, los que otorgan el beneficio de la duda, los que reconocen el valor del candidato sin abandonar la crítica o autocrítica. Quizá sea la mejor postura.
Con todo y la excepcionalidad que significa ser una figura pública, López Obrador encarna en realidad a un ser humano más. Uno que lucha o se esmera por elevar su condición humana básica en beneficio de la sociedad y su país. De allí la importancia de que frente a la barbarie, la corrupción y el retroceso, se proponga en el discurso y la acción, una serie de preceptos éticos o morales como el modelo ideal al cual debe aspirar una sociedad en crisis que desea recuperar o alcanzar condiciones de vida mejores.
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