Visto el otro día en la calle de Venustiano Carranza a veinte metros de Pino Suárez, a espaldas del gobierno capitalino, frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a una cuadra del corazón histórico de la patria: una señora de más de sesenta y menos de setenta, con vestimenta humilde, zapatos de plástico y bolsa del mandado, se pone de cuclillas al borde de la acera, saca el culo ligeramente hacia el arroyo vehicular y defeca con toda tranquilidad en una alcantarilla. Su mojón acierta entre las rendijas y desaparece. Ella se limpia con una servilleta, se asegura de hacerla desaparecer en la coladera, se sube los calzones y se pierde en dirección al monumento que conmemora la fundación de Tenochtitlan. Todo ocurre en menos de un minuto. Hay policías de a pie en la esquina, transeúntes de todas las clases y clientes que entran y salen por las puertas de “La China Poblana”, el almacén que está justo en el cruce.
A primera vista se trata de una gran muestra de incivilidad cobijada por el silencio cómplice de los testigos. Pero si uno lo piensa dos veces es exactamente al revés: la cagona no buscó un sitio discreto sino precisamente una alcantarilla, aun a riesgo de que le atropellaran las nalgas, para que su deposición no quedara a la vista y al paso de la gente, lo que es a fin de cuentas un gesto de consideración. Las personas en torno suyo, por su parte, entendieron que la señora no tenía acceso a un baño, miraron hacia otro lado y siguieron su camino con una actitud que no era de encubrimiento sino de comprensión.
Para muchos no será fácil entender el pequeño tinglado civilizatorio que se estableció de manera instantánea y fugaz en la esquina de Venustiano Carranza y Pino Suárez. Una de las claves posibles (hay otras) es que estamos parados sobre los cimientos de una cultura que, a diferencia de la nuestra, no era mierdofóbica.
Lo bueno es que no apareció uno de esos idiotas ávidos de aumentar el número de sus seguidores en redes sociales que grabara el asunto con su celular, subiera a las redes un video con la etiqueta de #LadyCacas o algo así, y arruinara ese breve momento de respeto, inteligencia y convivencia civilizada.
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