El riesgo aquí: que alimentados por las actitudes de la propia Iglesia surjan grupos intransigentes que no están dispuestos a convivir con el "enemigo". Grupos radicales, violentos, armados… guerrilleros.
¿Qué busca la alta jerarquía católica mexica con su retorno a la –quizá nunca superada— política de campanario?
¿Polarizar aún más a la sociedad evidentemente dividida desde el 2006? ¿Es tal su misión terrena? ¿Para que sus cada vez menos creyentes –datos censales— se alejen de sus prácticas díscolas, facciosas?
Pierden el tiempo y nos lo hacen perder los capitostes católicos. Lo peor es que nos ponen en riesgo.
Porque, efectivamente, el horno no está para bollos, y el resultado no podrá ser otro que –no una nueva "guerra cristera"— una "intifada" a la mexicana, la que puede ser aún peor que las protagonizadas por árabes e israelíes.
Hay que detenerlos. Todavía estamos a tiempo.
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