Martí Batres Guadarrama
30 de noviembre de 2007
Los panistas pusieron el grito en el cielo porque Marcelo Ebrard decidió hacer playas artificiales en el Distrito Federal para la diversión, recreación y esparcimiento de las familias de más bajos recursos en la ciudad.
Ahora que se instala la pista de hielo en el Zócalo los panistas se vuelven a romper las vestiduras. A voz en cuello repiten que esas son frivolidades. ¿Cómo es posible que se haga eso habiendo tantos problemas en la ciudad y tantas obras por realizar?, se preguntan. Llama la atención la doble moral de las muchachas del blanquiazul.
Cuando la señora Marta Sahagún organizó su gran fiesta privada en la que cobró donativos por un millón de pesos por mesa, y utilizó un espacio público al que acuden las familias populares del Distrito Federal, es decir el castillo de Chapultepec, teniendo como invitado especial, exclusivo y privado a Elton John, a las chicas y señores del PAN no les pareció una frivolidad. Por el contrario, subieron a la tribuna de San Lázaro a defender la fiestecita de aquella señora y su derecho a utilizar el castillo de Chapultepec para esa puesta en escena. El más meloso de los eventos frívolos de la panista.
Precisamente ahí fue donde se anunció Vamos México, que a partir de entonces obligó a las tiendas de autoservicio a despojar a sus clientes del cambio en morralla a través del famoso “redondeo”. Por cierto, dicho recursos fueron a dar a las arcas del proyecto personal de Marta Sahagún, junto con monumentales “donaciones” de instituciones de asistencia privada y gigantescas empresas deseosas de congraciarse con el poder.
A las chicas fresas del PAN, entonces, no les pareció frívolo el espectáculo en el castillo de Chapultepec y menos aún las colectas millonarias de la llamada señora Marta. Obviamente, tampoco les parece frívolo que Calderón gaste 70 millones de pesos en un solo viaje al extranjero, recursos que alcanzarían para dotar de útiles escolares a todos los estudiantes de primaria y preescolar en el Distrito Federal. Mucho menos que se paguen altos recursos para alquilar oficinas de la Secretaría del Trabajo en las Lomas. Menos aún les parecen frívolos los gastos suntuarios que por matrimonio tienen como prestación los consejeros del IFE, utilizados por cierto en primerísimo lugar por Luis Carlos Ugalde y sus asesores.
Lo que a ellas ahora les parece frívolo es que los pobres se diviertan. ¿Por qué se van a divertir, se preguntan, si esa es una prerrogativa exclusiva de “nosotras las ricas”? El que quiera playa que la pague; el que quiera patinar sobre el hielo, que lo pague; el que quiera escuchar en vivo a buenos intérpretes, que lo pague. En fin, el que quiera diversión que pague por ella, pues ese es un privilegio sólo para las clases pudientes. Según ellas, mientras el rico al divertirse es admirable, el pobre que lo hace se vuelve chocante, derrochador y frívolo. ¡Vaya doble moral de las niñas bien del PAN!
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