Tabasco: varias emergencias
El secretario federal de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, advirtió ayer, en referencia a la situación sanitaria de Tabasco, que “lo peor está por venir”, y señaló el grave riesgo de un brote epidémico a raíz de las condiciones de insalubridad producto de la reciente inundación de la mayor parte del estado. En efecto, al retirarse las aguas, la capital tabasqueña y otras localidades de laentidad quedaron cubiertas por la enorme cantidad de basura en que se convirtieron la mayor parte de los objetos y enseres que había en casas y comercios. A ello se agrega que persiste la escasez de agua potable y el hecho de que la mayor parte de la población de las zonas afectadas estuvo en contacto con aguas contaminadas. Asimismo, hay todavía colonias anegadas y, lo más grave, las deficiencias de la infraestructura hidráulica que propiciaron la tragedia todavía no han sido subsanadas, por lo que persiste el peligro de nuevas inundaciones, como lo advirtió antier el gobernador del estado, Andrés Granier.
A tal escenario de contingencia, de por sí alarmante, debe agregarse la catástrofe económica que se abate sobre los tabasqueños: la agricultura del estado se arruinó en su totalidad; la ganadería y la avicultura sufrieron pérdidas casi totales; el comercio y los servicios están colapsados en Villahermosa y otras localidades tabasqueñas por la pérdida de inventarios e instalaciones. La masiva eliminación de puestos de trabajo que esto implica hará mucho más ardua la recuperación para decenas de miles de familia que perdieron todas o casi todas sus pertenencias. Todo ello, además de la destrucción causada por la inundación en la infraestructura del estado. De golpe, Tabasco se encuentra con que tiene menos clínicas, escuelas y caminos que hace un mes.
Sin duda, lo más urgente es seguir asistiendo con alimentos, medicinas y vestido a la población tabasqueña, impedir que sea víctima de epidemias causadas por la insalubridad imperante y atajar a toda costa los riesgos derivados de una nueva subida de las aguas de los ríos Grijalva y Carrizal. Resulta imperativo que la sociedad mexicana mantenga el esfuerzo solidario que ha venido realizando para auxiliar a los habitantes de Tabasco, que la ayuda del resto del país siga fluyendo hacia la devastada entidad y que se redoble la fiscalización para asegurar que no haya desvíos, acaparamientos o usos indebidos o facciosos de la asistencia humanitaria.
Al mismo tiempo, es necesario mantener la exigencia de que se esclarezca y castigue, en su caso, la responsabilidad de los diversos funcionarios y ex funcionarios federales y estatales que, según la información disponible, supieron del riesgo de una inundación catastrófica como la que ocurrió y no hicieron nada para evitarla.
A la larga, no hay otra manera de impedir que se repita una cadena de errores, omisiones, corruptelas e indolencias tan desastrosa como la que antecedió a la inundación en Tabasco. De nada ayuda, en este sentido, el empeño del Ejecutivo federal por atribuir la catástrofe al cambio climático o a las fases de la luna. Tales afirmaciones, que recuerdan la “gastritis no atendida” esgrimida hace unos meses por Felipe Calderón para explicar la muerte de Ernestina Ascensión Rosario, no sólo resultan ofensivas para los afectados, sino que contribuyen a degradar la institución presidencial.
En suma, a la emergencia sanitaria de esta hora debe agregarse el colapso económico, que se agudizará conforme transcurra el tiempo, y un descrédito institucional que hasta el momento ni siquiera ha sido reconocido por los gobernantes, y que se hace evidente con los intentos por ocultar la gravedad de la situación.
Más allá de la tragedia, en Tabasco se ha puesto de manifiesto una crisis, es decir, una oportunidad de cambio para un modelo de gobierno que, al margen de alternancias y de cambios cosméticos, sigue siendo el mismo de siempre en su desinterés por el bienestar y la seguridad de la población.
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