martes, 31 de mayo de 2016

Ciudad Perdida
El experimento llega a su fin
Abstención, la apuesta
Facultades poco claras
Miguel Ángel Velázquez
D
entro de algunas horas terminará uno de los experimentos políticos más interesantes planteados en la Ciudad de México: la carrera para decidir quiénes serán los miembros de la asamblea que dé paso al texto que establezca el pacto social que regirá la vida cotidiana de los habitantes de la capital del país.
La apuesta de algunas fracciones de la familia política es que la gente no salga el próximo domingo a votar por la opción que mejor le plazca. Incluso las autoridades electorales ven en la jornada una votación que no superará 40 por ciento del padrón, y claro, si ellas lo dicen, como se ha hecho costumbre, quiere decir que su cálculo real no rebasa 30 por ciento.
De acuerdo con muchas voces, y con buena cantidad de encuestas, la poca información sobre lo que sucederá el domingo 5 de junio –la abstención de más de 50 por ciento de la lista de posibles sufragantes– tiene que ver con la poca difusión que se dio a un hecho tan trascendente como redactar la constitución política de la Ciudad de México.
Algo de eso podría ser cierto, pero si pensamos que la lucha por dar al Distrito Federal una constitución tiene cuando menos tres lustros –en el reciente intento–, nos daremos cuenta de que sería imposible ignorar todo los sucedido alrededor de esa batalla que, aunque no se logró en todo lo deseable, sí corona el esfuerzo político –en favor y en contra– de muchos hombres y mujeres que entendieron la trascendencia de este hecho casi inimaginable en el siglo XXI.
Así que hablar de falta de información podría crear un falso pretexto, que en realidad lo que busca es alejar a la gente de la tarea ciudadana que le corresponde. Pero ya decíamos que además lo que habrá de entrada no será lo mejor posible: la ya tan dicha y analizada composición de la diputación constituyente, impuesta en su integración por el PRI, pervirtió la construcción de una asamblea sana y representativa, pero habrá que rescatar a quienes desde la llamada ciudadanía habrán de representar a la gente, y también a aquellos que si bien se hallan en la lista de los partidos, no militan en ellos y podrán trabajar con condicionamientos partidistas, si así lo quieren.
De cualquier forma, es necesario tener en cuenta que la constitución es elaborada desde el gobierno de la ciudad, y que la facultad de los diputados constituyentes será aprobar o rechazar lo que se les mande; es decir, poco se podrá aportar en más o menos cuatro meses que dure instalada la asamblea, dado que deberá analizar, discutir y aprobar todos los artículos que contenga la propuesta del gobierno.
Lo que no queda claro es qué va a pasar con los artículos que no sean aprobados por la mayoría. No se sabe a ciencia cierta si deberá regresarse al gobierno o si será la propia diputación la que vuelva a redactar, o incluso proponga algo totalmente nuevo. Esto último parece que no está dentro de las facultades de los diputados, por lo que aclararlo daría mucha tranquilidad a los votantes y a los mismos constituyentes.
En fin, lo mejor sería que el rumbo de la ciudad lo marcara la gente y su voto, porque de buenas intenciones está lleno el camposanto de la política.
De pasadita
Si la Ciudad de México tiene o no rueda de la fortuna no significará casi nada en términos sociales, pero que se juegue una carta de confusión desde los corredores de la propia Secretaría del Medio Ambiente sí debería preocupar a muchos, pero principalmente al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, quien por omisión o por comisión tiene a una enemiga en esa dependencia. El costo de seguirla llevando a cuestas ya lo está pagando, pero cada día es más oneroso. Ni modo.

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