martes, 24 de abril de 2018

Tras el Debate, ¿qué tanto festina la derecha?

@sarayagripinalun 23 abr 2018 15:52
 
  
 
La derecha, confiada de que Anaya pueda derrotar a AMLO. Están equivocados. No hay nada que festinar. El autonombrado Peje no desciende en la opinión del público. Si quieren/creen que los debates harán que “sus candidatos” desbanquen al primero, muestran una lectura errónea de la realidad
La derecha, confiada de que Anaya pueda derrotar a AMLO. Están equivocados. No hay nada que festinar. El autonombrado Peje no desciende en la opinión del público. Si quieren/creen que los debates harán que “sus candidatos” desbanquen al primero, muestran una lectura errónea de la realidad
Foto propiedad de: Internet

“Una flor no hace primavera”. Dicho popular
“La democracia no es más que el gobierno de las masas. Donde el 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%”. Thomas Jefferson

Dimensionar a la audiencia

Terminando el evento, los candidatos, equipos y partidarios festinaron a su respectivo ganador. Sin duda se ha gestado “un gran debate del debate” (o, como varios analistas políticos le llaman, el post debate). Desafortunadamente, no se discute con igual intensidad, pasión y honestidad al respecto de las verdaderas implicaciones de este altercado (o sobre qué se espera de los dos por venir): ¿Qué se ganó; qué se perdió realmente? 
Tal vez quienes más perdimos fuimos los que escuchamos las propuestas, pues la mayoría dejaron mucho que desear. Ganaron los memes y con ello la típica confrontación al estilo mexicano ante cualquier hecho: burlarnos/reírnos, para no llorar. El debate tuvo destellos simpáticos, chistosos, hasta que algunos colombianos y británicos se burlaron del nivel de nuestros aspirantes, transportándonos de vuelta a la cruda realidad…
Así, una vez dejado al Bronco y los memes detrás, quedan importantes interrogantes sin resolver: ¿el debate modela, además de percepciones, la intención de voto? ¿Cuál candidato —si alguno— logrará remontar? ¿Sirvió la táctica compartida de ataque a AMLO? 
Y es que, después de todo, no hay que perder de vista que el debate lo vieron cerca de tres millones de internautas vía redes sociales y las distintas aplicaciones móviles, así como un equivalente de televidentes. Ese número es francamente bajo si sabemos que cerca de 90 millones de electores inscritos conforman el listado nominal. Esto se nos olvida (o queremos que se nos olvide) porque debatir en redes nos da a todos (columnistas, medios, analistas, gente de a pie) la falsa ilusión de formar parte de aquél otro debate que sucedió ayer. Eso es absolutamente ficticio. El efecto de los debates en la intención del voto es muy menor, permea a un número muy reducido de la población y, adicionalmente, es usualmente efímero. 

El desarrollo

En general, la impresión es que Anaya fue quien mejor habló (aunque, si de propuestas descabelladas y absolutistas hablamos, el debate “se lo llevó” El Bronco). Manejó sus tiempos de forma magistral y encajó dos o tres golpes a Meade y a AMLO dignos de otras carpas. Sin embargo, para su calidad de polemista, no logró desmontar al segundo, ni presentar propuestas sensatas como el primero.
Meade fue gris; no logró conectar. Poco sirve que tenga buenas propuestas e ideas, la losa de su partido le pesa (se le notó) y le quita toda credibilidad. Tuvo la oportunidad para deslindarse públicamente y de forma tajante del PRI/gobierno al respecto de la pregunta de Odebrecht y la dejó ir (un esquive más que se agrega a la lista…). No sirve de nada ser el mejor preparado para el trabajo que se avecina, sies el primero que no puede/quiere poner una división entre su honestidad y la podredumbre que le rodea. Ejemplos sobran: fue el único que habló de forma correcta sobre la desigualdad, nadie lo secundó o confrontó en ello. La desigualdad es un mal acuciante en nuestro país, tema fundamental a atacar, debería sido un punto a su favor. En fin, pasó desapercibido.
Terminó el debate, y los diferentes equipos aplaudieron a sus candidatos. La derecha se muestra confiada de que sea Anaya quien pueda derrotar a AMLO. Están equivocados. No hay nada que festinar. El autonombrado Peje no desciende en la opinión del público. Si quieren/creen que los debates harán que “sus candidatos” desbanquen al primero, muestran una lectura errónea de la realidad que estamos viviendo. 

Golpear al puntero

El debate fue un evento (por no decir un evento más) y, como tal, no es contundente. Pensar lo contrario es engañarse. Así, la derecha en México quiere exagerar y, de paso, buscar engañarnos a todos con su euforia.
El debate es un simple acontecimiento, que no logra que López Obrador se derrumbe. Es cierto, Andrés Manuel demostró —una vez más— que no sabe comunicar sus propuestas, los mismos comentarios y un desdén por el público con sus respuestas y al público y sus competidores cuando se marchó antes de que terminara la despedida del debate. Pero eso, en pequeñas dosis, poco importa.
En el mismo sentido, siendo AMLO el puntero, la izquierda se engaña victimizándose evidenciando el hecho de que el debate se trató de pegarle especialmente a él. Todos sabíamos que así iba a ser. Es el precio a pagar por ir a la delantera, eso es más que natural.

La soberbia es mala consejera

Habiendo dicho lo anterior, y reconociendo que Andrés Manuel, procuró no desmoronarse ante las provocaciones y los golpes, lo cierto es que para hacerlo cayó en el extremo opuesto: se molestó, se encerró, se empecinó y, en ocasiones, se ensoberbeció (restregándole a sus contrincantes, pero también a los que contemplan no votar por él, su ventaja en las encuestas). Y es que, caray, ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre
Pero la soberbia es mala consejera y no distingue colores
Atañe en cambio —y mucho— la actitud de la derecha (o el engendro que sea) de una autosuficiencia en el debate. Sentirse ganadores. ¿Ganadores de qué? Los únicos números que se moverán sustantivamente con el debate (y mismo eso está por verse) serán los de Margarita y los del Bronco. Es posible que veamos próximamente que ni siquiera se logró “abollar” la imagen de AMLO. 
Por ello, la derecha, para festinar, deben desmontar el mito del Peje con hechos, no forjando miedo, ni atacándolo. Presentando propuestas creíbles, plausibles y solicitando el voto que han olvidado pedir. Para festejar, deben de convencer al público en general que habrá un cambio radical en temas tan espinosos como la seguridad, la desigualdad, la corrupción, el narcotráfico y que son temas tan importantes para ellos, como para quienes los sufrimos. Llevando al mismo tiempo, la certeza de que no se perderá lo trabajado de manera correcta a la fecha.

Las implicaciones del debate

Aun suponiendo –sin conceder— que Ricardo Anaya haya ganado el debate y que Andrés Manuel sea el que más haya perdido con el mismo, llevándose una real y celestial tunda, esto sencillamente no basta para generar consecuencias de peso en las intenciones del voto. 
AMLO le lleva a su contrincante más cercano (ahora, cuál es este depende de las mediciones) entre 15 y 20 puntos porcentuales. Para que eso cambie de forma sustantiva, no únicamente deberá Anaya resultar victorioso en los debates que vienen, sino que además deberá ocurrir una hecatombe sin parragón en la percepción que se tiene de López Obrador entre la sociedad mexicana en general.
Si Ricardo Anaya —o cualquier otro contrincante— quiere trocar la intención del voto, deben proponer, comunicar, escuchar al elector y cohesionar a quienes no ven a AMLO como opción de crecimiento. De cualquier otra forma, no tendrán nada que festinar por los próximos seis o doce años.
En fin, el debate consistió en un evento más para propinar golpes y salir con respuestas y/o evasivas, así como para conocer más del carácter de los candidatos. Ni más, ni menos. 
Dándose cuenta que este debate no cambió percepciones, la derecha fastidia y fastidia mucho porque, en el fondo, tiene poco que festinar.

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