jueves, 31 de enero de 2019

Jose Luis Rubio
HOMBRE QUE SE MIRA EN OTROS EN EL ESPEJO
Les dijeron que eran lo más importante de sus vidas
y terminaron quitandoles sus vidas.
Les dijeron que las amarían por siempre.
pero siempre les despreciaron en sus derechos.
Les prometieron la luna y las estrellas y lo único que les ofrecieron, fue una vida de infierno.
Les dijeron tantas cosas bonitas al oído, mientras tantas otras veces, se burlaron de ellas con sus amigos.
Les juraron amor eterno, pero lo que ellos querían en realidad, era eternizar su esclavitud laboral.
Les dijeron cuando estaban chiquitas, que eran sagradas las niñas y en cambio, profanaron sus cuerpos para satisfacer todos sus deseos.
Les dijeron que las querían de "las madres de sus hijos", pero la letra chiquita del contrato decía, que serían las sirvientes y niñeras sin sueldo del hogar.
Les pusieron un solo día para homenajearlas, y todos los días restantes, abusarlas, explotarlas, hacerlas sus criadas.
Les prodigaron regalos ese día: planchas, lavadoras, estufas, licuadoras, para hacerles saber cual era su papel en el matrimonio. ¡Viva la familia!
Y les dijeron que todo esto era normal. Era su razón de vida.
Entonces les dijeron que no tenían la culpa de ser hombres ni que ellas fueran mujeres.
Que había que asumir con responsabilidad cada quién sus tareas: Y ellos siempre estaban atareados en procurarse su bienestar...
Pero no estaban contentos con eso. Debían servirles para más.
Necesitaban aprovechar sus cuerpos al máximo.
Por eso, se convidaron todos cuando las pusieron a prostituirse.
Y no les importó que fueran niñas: para ellas también había un enorme "mercado", que cotizaba en mucho su inocencia lastimar...
Y fue así que les cambiaron las muñecas por vejetes de fálica ansiedad.
Y fue así que les dieron el palo de escoba en vez de alas para volar; que igual sirvió para señalarlas como brujas si no se volvían sus putas y poderlas castigar...
Todos ellos alcanzaron una tajada de placer o riqueza,
mientras ellas morían cada vez que otro de ellos en salvaje penetración, las agredía.
Ricos y pobres; profesionistas y obreros; médicos y enfermos.
Todos ellos vieron en sus vaginas, una oportunidad para el placer individual.
Y cuando ya ni servían, envejecidas de tanto maltrato,
fueron a buscar a las calles, al metro, a las avenidas, doquiera, más y más...
Les pusieron precio a sus cabezas, a sus nalgas, a su belleza, pues jamás reconocieron su inteligencia.
Y muchos dijeron yo me apunto; está fácil, no hay delito que perseguir.
Y si lo hay, se puede chispar; sales y ya está. Se puede librar: menos riesgo que vender droga o ponerse a robar carteras. Nadie se meterá.
Solo había que salir determinados, bien cabrones y decididos a asustar; sin aflojar cuando empezaran a gritar.
Hacerle al cuento, el acto teatral de que son tus parejas y que es solo un berrinche, que en casa se puede remediar...
Pues así son ellas y todo hombre lo sabe y lo asume. ¿Verdad?
Imponer por la fuerza nuestra autoridad y ellas de miedo se bloquearán.
¡Ha sido tan fácil, salir a cazar mujeres y niñas y pocas veces, la autoridad te atrapará!
No interesan, son muchas y quizá por eso, ellos no saben contar:
Son muchas, tantas, que el mundo podrían cambiar...
Saldrán a las calles, mostrarán sus senos y en sus jetas se rebelarán; harán revolución social.
Feministas o no feministas, serán mujeres que han salido a las calles, su coraje empoderar.
Sacudirán las avenidas de la ignominia del patriarcado colonial, si se lo proponen.
Sacarán a los machos de sus partidos de la indolencia; los harán trastabillar.
Sacarán del reflejo del espejo a ese hombre que mira lo que se ha convertido su genero y entonces, a respetar aprenderá.
No habrá cambio social de verdad en México sin la venia y aporte de todas las mujeres:
Eso lo puedo apostar.

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