COLUMNAS
Jorge Ramos (@jorgeramosnews) y la basura
Ramos ha dicho que decidió establecer el tono de la entrevista a Nicolás Maduro, con la primera pregunta: _ ¿Cómo quiere que le llame, presidente o dictador?
Foto propiedad de: InternetEl tono de la entrevista
A raíz del escándalo protagonizado por Jorge Ramos en el Palacio de Miraflores, residencia del presidente de Venezuela -que se extiende aún y amenaza con ser explotado y exprimido hasta la náusea en entrevistas, notas, columnas y acaso algún libro sensacionalista-, en las redes sociales, sobre todo, queda la impresión de que su “drama” no ha convencido a muchos; que su periodismo ha descendido al nivel del desperdicio que tanta presencia mediática le está regalando ahora mismo: la basura.
Si bien en el pasado he valorado en dos ocasiones de manera positiva su trabajo en general, su estilo provocador, crudo y virulento, su acoso al entrevistado, nunca fue de mayor gracia para mí; no despertó mi simpatía, por lo contrario, mi rechazo. Porque no es la inteligencia y el valor lo que priman sino la ramplonería. El periodismo no tiene por qué ser escudo para el envalentonamiento de cabaret. El acoso no es sinónimo de buen periodismo.
Ramos ha dicho que decidió establecer el tono de la entrevista a Nicolás Maduro, con la primera pregunta:
_ ¿Cómo quiere que le llame, presidente o dictador?
Esto sería equivalente a que Ramos o cualquier otro periodista rabioso fuera invitado a distintas casas presidenciales y estableciera el tono con la primera pregunta a:
AMLO, ¿cómo quiere que le llame, presidente o mesías y peligro para México?
Trump, ¿…, presidente o payaso racista?
Iván Duque, ¿…, presidente o narco-títere de Trump?
Bolsonaro, ¿…, presidente u homofóbico violador?
Kim Jong-un, ¿…, presidente o dictador asesino destazador de su tío con sus perros?
Independientemente de que las premisas de las preguntas del “tono” fueran correctas, dudo que Ramos llegara hasta el final con el coreano sin haber sido desgarrado a dentelladas por sus canes amaestrados. Lo que ha hecho con Nicolás Maduro ha sido un “pasarse de la raya”; por decirlo amablemente. Y no por estilo ni por pendejo. Su acto fue más allá del estilo o la torpeza. Fue más que periodístico.
Ha sido por convicción militante en favor de la causa de Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de Venezuela. Y se especula que acaso haya sido parte del plan fallido de derrocamiento de Maduro el pasado fin de semana que incluyó el “concierto” “Venezuela Aid Live”, el incendio autogenerado de los camiones con “ayuda humanitaria”, el pase de algunos desertores del ejército venezolano, el encuentro del Grupo de Lima, el “ultimátum” de Mike Pence a México, Uruguay y los países del Caricom, y las incendiarios llamados del senador Marco Rubio (Rusia ya da por hecho de que se trató de un plan concertado). Por cierto, cuestionado por el periodista Max Blumenthal, Ramos, de vuelta en Miami, afirmó que tanto Rubio como Pence apoyaron lo que él hacía en Venezuela; lo que significa asumir el llamado al asesinato de Maduro por parte del senador gringo-cubano.
Yo no he sido en realidad pro Chávez ni pro Maduro. No defiendo al régimen venezolano, pero es tan abrumador el acoso a Venezuela, que no dudo un segundo en rechazar el ímpetu intervencionista contra ese país. Estoy en total acuerdo con la política exterior de México de frente a este conflicto conforme al Mecanismo de Montevideo: No intervención militar, autodeterminación y diálogo. De hecho, México está siendo proactivo al grado de convertirse en un factor importante en contra del intervencionismo estadounidense y el golpe de Estado; un factor que acaso lo ha contenido.
Y no se puede explicar el evento de Ramos en Venezuela como el acto de un “periodista independiente” como él se autoproclama, sino como el de un militante del intervencionismo por su tono de agresividad, provocación y acoso justo cuando se había llegado a un punto álgido del conflicto. Al fallar el plan de derrocamiento el fin de semana pasado, acaso haya asimismo fallado el plan de cubrir periodísticamente el “triunfo” de los intervencionistas, de Guaidó y los golpistas; la entrada victoriosa a Miraflores. Y a cambio hubo que planear una entrevista de tal agresividad y provocación en la propia casa del presidente. Porque recientemente Maduro ha concedido muchas entrevistas, muy duras muchas de ellas, pero no acosadoras ni virulentas. Y las ha respondido bastante bien; coherentemente, con un buen discurso. De hecho, mejor de lo que ha hecho a su vez Guaidó. Pero con Ramos no contuvo la indignación, se levantó y detuvo la entrevista; lo que me parece natural, en tanto que otros lo analizan como una debilidad (Ramos presume que Maduro “se rompió” cuando le presentó el video de la basura). El enviado de Univisión aún osó espetarle “eso es lo que hace un dictador, no un demócrata” (sabe con quién se mete o es muy pendejo). En consecuencia, lo retuvieron un par de horas y le confiscaron el material de la entrevista. Y aunque Ramos muy probablemente viajó como ciudadano estadounidense trabajando para una empresa de su país, recibió el apoyo del personal diplomático mexicano, lo cual tuvo que haber hecho su nación de procedencia, Estados Unidos. Pero en fin, al menos no se le dio material a los que instigan contra el gobierno de López Obrador; incluyendo al propio Ramos, que ha acorralado al presidente mexicano con el asunto venezolano.
El acto de la basura
El acto de la basura en que algunas personas aparecen comiendo de un transporte de desechos (que habría “roto” a Maduro, según insiste en presumir Ramos), ha sido descalificado por varias razones. Muchos lo ven, por distintos elementos analizados del video tomado por el periodista con su celular, como un montaje de Ramos y Univisión. Pero aunque no haya sido un burdo montaje sino una realidad, la mayoría concuerda en que ese acto no demuestra nada, pues en todas partes, en Colombia, México, Perú, Brasil, Haití, en todo el mundo, en Estados Unidos mismo, se ve a gente sacando comida de la basura para comer; desgraciadamente. Y nadie dice nada ni se escandaliza y mucho menos promueve “ayuda humanitaria”; no Ramos ni Univisión. Qué hipocresía, qué conveniencia política e ideológica.
Yo que viví varios años en Nueva York, puedo afirmar que la mayor parte del producto que realiza Univisión y Telemundo, las “cadenas hispanas”, es poco menos que basura. Alimentan la ignorancia y la trivialidad de la población latinoamericana que llaman hispana o latina. Jorge Ramos es parte de ese mundo parasitario y frívolo que ahora se transforma en golpista. De esa basura mediática, esa chatarra sensacionalista que no es sino maniqueísmo, manipulación periodística y entretenimiento de la peor especie. Ahora mismo, Ramos se convierte una vez más en la vedette de moda de la temporada (ya lo fue con Trump, aunque a este no lo agredió verbalmente, no le dijo “payaso racista”; con una señal, su personal de seguridad lo echó a patadas).
En su papel de vedette, Ramos es el personaje que suplanta la noticia, la información. Como cuando el director de orquesta reemplaza a la música y se convierte en bailarina del podio importándole muy poco el compositor y la obra que dirige. Se convierte así, el director de orquesta o el periodista, en farsante. En basura frente a lo sustancial.
P.d. En nombre de la libertad de expresión acaso se tenga derecho a cualquier estilo, pero el estilista tiene que ser consecuente y asimilar la respuesta. Perogrullada: la violencia atrae casi siempre mayor violencia; trátese de un país democrático o no.
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