Soberbio y fuerte
Bernardo Bátiz V.
R
ubén Darío, el poeta de América, nacido en Nicaragua, país del istmo continental de donde vienen ahora tantos inmigrantes, en su Oda a Roosevelt, al primero, Teddy, Theodoro, le dice en una parte de esa obra maestra del arte libre de versificar:
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza, lo mismo podríamos hoy decir de Trump, pero no podríamos hacerlo del siguiente verso de Darío, en que reconoce de aquel presidente de Estados Unidos,
eres culto, eres hábil, te opones a Tolstoi; Trump ni es culto ni es hábil ni sabe, de seguro, quién es Tolstoi.
¿Con qué cuenta en lo personal el actual presidente de Estados Unidos en este momento de la historia del mundo? Sólo dos cualidades, o más bien atributos, de su persona, es soberbio y tiene fuerza; la personal, la que le da ser un potentado multimillonario, formado en el culto al éxito económico y a la competencia como virtud fundamental y la incontrovertible de ser el presidente de la potencia económica más poderosa y el Estado guerrero e injerencista más poderoso del mundo. Nada menos, pero sólo eso.
¿Qué podemos oponerle? Ante este artero ataque, frente a esta amenaza que hoy afronta el país entero y el gobierno mexicano o, más adelante, en otras amenazas o ataques futuros que seguramente vendrán para doblegarnos y salirse él con la suya, pensando que le bastan su soberbia y su fuerza. La segunda, la fuerza, es difícil de vencer, pero la que posee está carente de un respaldo en una causa justa y razonable.
Tiene la fuerza, que ya sabemos es el poder de doblegar, de vencer, de imponerse; poder al que estuvo siempre acostumbrado en sus tratos personales, lo mismo en sus negocios que en su vida de relaciones diversas. Se impuso siempre por la fuerza, por el dinero, por la debilidad de sus interlocutores, lo mismo mujeres que subordinados a su servicio o jefes de Estado asustadizos y sin apoyo popular.
Un ejemplo fue el penoso incidente de la invitación que le hizo Peña Nieto para que visitara México, cuando el invitado no era aún presidente y estaba empeñado en su campaña electoral que entonces no pintaba bien; en esa visita atropelló todo, desde la mínima cortesía de las prácticas diplomáticas, hasta un natural agradecimiento por el apoyo oportuno que se le brindó en una campaña electoral aún no decidida. Se burló de su anfitrión, del país que gobernaba y de las mínimas reglas de convivencia.
Fuerte es, sin duda, y también soberbio, para seguir con Rubén Darío; la soberbia es uno de los pecados capitales reconocidos como fuentes de otros que de ellos se derivan; su esencia, su dato central, radica en un error sobre nosotros mismos; la soberbia es un vicio que nos hace creernos superiores a lo que realmente somos, el soberbio se piensa a sí mismo como una divinidad aquí en la tierra, con poderes superiores a los de los demás, a los que lo rodean. De la misma catadura cultural son los superhéroes que forman parte del imaginario colectivo de nuestros vecinos.
Es Trump poderoso, sin duda, pero también un hipnotizado por su propio egoísmo, que le hace sentir que está autorizado a ordenar, a menospreciar, a humillar a los demás. En la doctrina cristiana, la soberbia es una ceguera que impide ver la verdad sobre nosotros mismos, nuestras limitaciones y la dimensión de la realidad que nos rodea. A este vicio se opone la virtud de la humildad, que es reconocernos tal como somos, cuales son nuestras cualidades y nuestra fallas y defectos; la soberbia es un espejismo, mientras la humildad nos acerca a la realidad de nosotros mismos y de nuestro tiempo y nuestro espacio.
Hoy Trump nos amenaza por el problema de los migrantes, pero si ese motivo no existiera, buscaría otro para provocar y someter a una nación que considera más débil. Es capaz de, como decía Sor Juana,
primero ponen el coco y luego se asustan de él. Hay datos duros que indican que, siendo el de la migración un problema real de desigualdad, violencia y marginación, en este caso, durante los últimos meses, ha sido también un problema cultivado y regado con dinero. No es descabellado pensar que para justificar el desplante del presidente del país vecino se hayan fomentado las esperanzas de los migrantes y se les haya alentado con dinero; hay cuentas que la autoridad mexicana ha congelado y hay denuncias de centroamericanos de que han sido víctimas de fraudes por los traficantes de personas, que les quitan
su dinero.
México opone a la soberbia y a la fuerza una diplomacia digna y fundada en la autoridad moral y la democracia; el presidente López Obrador acude a la fuente de su poder que es el apoyo popular, por eso convoca a la gente a que se manifieste y no se mantenga al margen; pero hay algo más, ha propuesto una solución de fondo, mediante un plan económico de apoyo a Centroamérica y enarbola un argumento que le otorga autoridad moral, no se van a atropellar derechos humanos ni a poner en riesgo la soberanía y la dignidad de nuestra patria.
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