martes, 19 de noviembre de 2019

Instrucciones para un golpe de Estado
E
l perpetrado por Victoriano Huerta prefigura los siguientes golpes de Estado en América Latina. Sentó precedente y dejó valiosísimas lecciones que sus émulos (Carlos Castillo Armas, en Guatemala, 1954; Augusto Pinochet, Chile, 1973; Jorge Rafael Videla, Argentina, 1977, y Kaliman-Áñez, Bolivia, 2019) han sabido seguir. Lo explica el gran historiador Ariel Rodríguez Kuri: “Más que la traición o el oportunismo, la verdadera cifra de la Decena Trágica es el terror. Este… se constituye en momentos diferenciados. En primer lugar… la prensa había hecho una contribución fundamental al debilitamiento del gobierno de Madero al construir un discurso donde un supuesto caos político y militar parecía expresar la esencia del nuevo régimen”.
Adolfo Gilly comparte esa idea: La gran prensa de la época, unánime en su hostilidad hacia el presidente [Madero], fue el agresivo portavoz... y la organizadora intelectual y política que en aquel día de febrero se desataría... Fue una traición ejemplar... ( Cada quién morirá por su lado, p. 11).
En segundo lugar, “la incertidumbre. Los testimonios disponibles muestran que… la ciudad estaba dominada por rumores crecientes y muy difundidos. Hoy se llaman fake news. En tercer lugar, el terror: “La Decena Trágica se convirtió en un experimento de terror inducido contra la población para preparar y justificar ante la opinión pública nacional y los gobiernos extranjeros la defenestración de un gobierno legal. El pronunciamiento de una mayoría del Senado, que pidió la renuncia del presidente… habla de la eficacia del terror; éste daba una coartada a una facción de la clase política desafecta a Madero”.
El terror como mecanismo para tomar el poder y que se agudizó tras el asalto al poder y su cobertura legaloide (mucho más inteligente, por cierto, que la de la señora Áñez). Todos sabemos que el 18 de febrero fue villanamente torturado y asesinado Gustavo A. Madero y que tres días después fueron acribillados el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez. También fueron asesinados personajes como Adolfo Bassó, intendente de Palacio Nacional, asesinado por cumplir con su deber el 9 de febrero; Marcos Hernández, muerto al intentar salvar a Madero, o el gobernador de Chihuahua, Abraham González.
Más allá de eso, hay una prefiguración del terror estilo Pinochet o Videla: Guillermo Mellado documentó más de 30 asesinatos políticos en la ciudad de México. Cuenta Rodríguez Kuri: Es posible establecer las modalidades de operación de pequeños grupos de oficiales del Ejército o agentes de la Secretaría de Gobernación que secuestraban y asesinaban a las víctimas designadas. Insisto, no estamos ante atavismos, sino ante verdaderas prefiguraciones de la historia europea de los 1920 y 1930 o, añado, de Pinochet, Videla (y Áñez, que entra en esa ruta).

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