miércoles, 25 de abril de 2018

Ni el miedo ni la mugre, AMLO el fenómeno

@rasocasmié 25 abr 2018 10:21
 
  
 
El ruido que la mafia está armando con sus cuatro cachorros en contra de Andrés Manuel, es un intento más de su fallida estrategia para bajarlo de las preferencias electorales.
El ruido que la mafia está armando con sus cuatro cachorros en contra de Andrés Manuel, es un intento más de su fallida estrategia para bajarlo de las preferencias electorales.
Foto propiedad de: Internet
Dicen los que saben que el conflicto es el motor de la historia. Si esto es así, resulta explicable lo que sucedió en el debate del domingo y en lo que se da en la política nacional. Los actores que se han atribuido el derecho de querer encabezar la gobernanza en este país nos están proporcionando lo que son, sus debilidades y su falta de propuestas. Cuatro sólo hablaron de López Obrador porque creen falsamente que eso les dará votos para que estén en condiciones de competir con el candidato puntero. ¡Se equivocaron de estrategia! Los cuatro pumas de Meade resultaron unos gatos cualquiera incapaces de proponer algo distinto a las propuestas de AMLO. Se dedicaron a injuriarlo, a inventarle mentiras y agravios cuando ellos no presentaron opciones distintas a las de él porque su mediocridad va de la mano de la corrupción y porque finalmente son títeres del sistema.
Para muchos existe la creencia de que estamos participando en una batalla que no es precisamente contra molinos de viento. En esta contienda por la justicia, la libertad y la recuperación del país, el pueblo se está enfrentando a una siniestra cofradía integrada por la burguesía y el resto de los partidos paleros, construidos para defender y vivir del sistema. Desde hace siglos la clase dominante y sus compinches, han vivido de la explotación de la fuerza de trabajo de los asalariados y de las prebendas que el sistema paga a los líderes de esos partidos para tenerlos sometidos. Los que hoy enfrentan al candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia, son los peones de un sistema podrido cuya mugre está saliendo por todos los albañales.
El pueblo, sin embargo, como el Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra, no está dispuesto a retroceder en la defensa de sus legítimos derechos, ahora conculcados por la mafia que gobierna el país. Los millones de mujeres y hombres que caminan por montañas, valles y ciudades para organizar y expresar su apoyo a López Obrador, es un fenómeno inequívoco de que algo profundo y trascendente se está rompiendo en lo más recóndito del alma y de la conciencia del pueblo. Millones de mexicanos queremos diseñar un país en el que haya igualdad, derechos y libertades para todos. Un país en el que la civilidad, la cultura, el trabajo, el descanso y la dignidad se conviertan en los valores que enorgullezcan a las actuales y nuevas generaciones.

Es verdad que nos faltan cosas importantes por construir para no volver jamás a vivir las pesadillas que nos impone la clase dominante. Necesitamos un partido anclado en la conciencia de la clase trabajadora que responda a los intereses de la mayoría de la población. Un partido incluyente, democrático con una dirección revolucionaria capaz de impedir que la burguesía y sus achichincles nos traten como arrimados en nuestra propia casa. Los políticos, para gobernar, decía Michael Oakeshot, “tienen que ir no a la cocina, a los antros, o a los restaurantes, sino al lugar donde están los problemas. Es allí donde se aprende, donde se pierden los miedos, donde se juntan y se soldan las voluntades de la gente. Es la unión que sirve para cambiar cosas, lo que fortalece el espíritu de las mujeres y los hombres” .
Tiene razón López Obrador cuando dice que sus contendientes son todos blanquitos  porque no les da el sol, porque no salen de los antros, de los restaurantes, de los conciliábulos. En el debate se reflejó quien anda por el país soportando los calores y quemándose la cara mientras los cuatro burócratas se lavan la cara con leche de arroz para verse brillantes y deslavados, como muestra de que no salen de los antros y de los restaurantes. En estos lugares no están ni los problemas ni se sienten los sudores y las penas de la gente. Los que rodean a los candidatos del sistema no son poseedores más que de la virtud de robar. Ninguno de ellos conoce el país y menos a sus habitantes. ¡Viven pegados al poder y a la corrupción!
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
El ruido que la mafia está armando con sus cuatro cachorros en contra de Andrés Manuel, es un intento más de su fallida estrategia para bajarlo de las preferencias electorales. Quieren paralizar la actividad política y social que a lo largo y ancho del país se está expresando con miles de activistas y con millones de ciudadanos que votarán por Obrador. En los candidatos sistémicos campea la incertidumbre y no son pocos los que ya empiezan a declinar en favor de su jefe porque siempre fueron unos simuladores y unos transas de la política. En cambio, el entusiasmo por la victoria se multiplica a favor de AMLO como un repudio al PRI y a sus compinches.
Ejemplos luminosos los hay en todas partes y en todos los sectores sociales. Si se tratara de acrecentar nuestros ánimos por lo que vendrá a favor de nuestro pueblo el 1º de julio, narro un pasaje de la indígena boliviana, aimara de raza, en el momento en que la burguesía atosigaba a la gente diciéndole que Evo Morales iba a llevar a su país a la ruina porque él era indígena, inculto, no hablaba inglés y no era capaz de conducir los destinos de su nación. Domitila Chungara, nombre de esta mujer, respondió a la sesgada pregunta que sobre este tema le hizo un chayotero boliviano: “Tengo mucho miedo, es verdad” “Pero es un miedo a recordar, a vivir y a morir como vivimos hasta ahora. No es el miedo de ser, de reconocernos en toda nuestra espléndida y poderosa plenitud a partir del cambio que viene”. ¡Y Evo, llegó!

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