Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Carlos Pellicer Cámara
De acuerdo con Villoro. Santa Lucía o Tizayuca pueden tomar el nombre del poeta.
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¡Cómo no se nos había ocurrido antes! Colocarle al #NAICM, independientemente de donde se construya, Texcoco, Santa Lucía o Tizayuca, el nombre del poeta Carlos Pellicer. Y llenar sus muros, pasajes y estancias con fragmentos de poemas del propio Pellicer y otros poetas. Y hacer encuentros de poesía unas dos o tres veces al año, por autor, tema, nacionalidad, temporalidad, generación, movimiento, etcétera.
Pues se le ocurrió al parecer al escritor Juan Villoro. Al menos así lo estableció cuando presentaba su nuevo libro, El vértigo horizontal, en la XVIII Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, agregando que ya había hecho la propuesta en un artículo. De seguro se refiere a “El nombre del aeropuerto”, del 8 de septiembre pasado. Pero como no tengo acceso al Reforma y, haciendo eco de “Don Fede” (Federico Arreola, para quienes no sepan), no voy a alimentar la codicia de los dueños del periódico pagando una suscripción en esta época en que la información de la mayoría de los diarios circula de manera gratuita, daré por suficiente los argumentos expresados por Villoro en boca propia en el Foro Elena Poniatowska, que regentea la brigada de Paco Ignacio Taibo II. Aquí los argumentos para validar su propuesta acompañados con algunos comentarios.
1. Como no es ingeniero de suelos y ya muchos han cometido la irresponsabilidad de hablar sin saber, Villoro dice desconocer si conviene o no el aeropuerto en Texcoco. Lo cierto es que se manifiesta contra el “Benito Juárez”, por contaminante, y habla de la necesidad de un nuevo aeropuerto.
El punto aquí es que el escritor subvalora, igual que ha hecho el gobierno aún vigente, el negativo impacto ambiental en el caso de Texcoco. Por mi parte, estoy de acuerdo con la permanencia del actual aeropuerto, prefiero el Lago y suscribo la solución Santa Lucía-Toluca. Y en todo caso, ahí está Tizayuca.
2. “Ya basta de que los aeropuertos tengan nombres de políticos”, por eso propone el de Carlos Pellicer como posibilidad. Sólo hay un aeropuerto con nombre de poeta, el “Amado Nervo”, de Tepic, Nayarit.
De acuerdo con Villoro. Santa Lucía o Tizayuca pueden tomar el nombre del poeta.
3. “Lo que vuela más alto que nada es la poesía; la poesía es una cátedra de vuelo”.
La poesía y también la música, agregaría, que es una mejor forma de poesía; la música sin palabras.
4. Pellicer fue aviador.
5. Ayudó empujando a que despegara el avión Espíritu de San Luis, de Charles Lindbergh en París.
6. Pellicer “tiene un libro maravilloso que se llama Práctica de vuelo”.
Sobre los puntos 4, 5 y 6, aquí van unas precisiones tomadas de Gabriel Zaid, conocedor de la obra de Pellicer: “Acompaña a Vasconcelos por América del Sur (1921), donde confirma su fe bolivariana, amplía sus amistades literarias y vuela con los pilotos mexicanos que hacen acrobacias de homenaje. Escribe los ‘Poemas aéreos’, que incorporan a la poesía la experiencia del vuelo, como lo hará después Antoine de Saint-Exupéry en sus novelas. Entusiasmado por la aviación, inicia estudios en la Escuela de Ingenieros Mecánicos y Electricistas (1923), hoy esime, pero los abandona. En París, la noche del 21 de mayo de 1927, fue una de las siete personas que ayudaron a Lindbergh a empujar el Spirit of St. Louis hasta un hangar en el campo aéreo de Le Bourget, después del histórico vuelo.” (“Semblanza de Carlos Pellicer”; Letras Libres, 15-02-17).
El poeta Dionicio Morales, que fue secretario particular de Pellicer y es un experto en su poesía y biografía (ha conformado un extraordinario libro con su poesía amorosa, Era mi corazón piedra de río; 1997), me comenta que estos “Poemas aéreos” citados por Zaid sí se refieren al ejercicio del vuelo, la experiencia del poeta en el intento del cual desistió por la angustia que producía en su madre, quien le escribió a Alfonso Reyes, en París, solicitando su intervención para frenar al hijo. Estos poemas están incluidos en Piedra de sacrificios, publicado en 1924. En cambio, Práctica de vuelo(1956) está conformado de bellos sonetos íntimos y religiosos.
Lo cierto, por otro lado, es que Pellicer fue un gran viajero. El registro de su itinerario así lo prueba.
7. Con este nombre se honraría no sólo a un gran poeta, también a quien “convenció” al actual presidente electo, López Obrador, “de que entrara en la política definiendo así su vocación”.
Quizá no haya habido tal convencimiento. Es probable que como estudiante tabasqueño en la Ciudad de México y viviendo en la Casa de Tabasco o de tabasqueños, López Obrador se acercara a Pellicer, como hicieron otros jóvenes ambiciosos de la política, pues el poeta era una gran figura nacional (“el tabasqueño más grande de todos; después de Pellicer, todos los tabasqueños somos de segunda”, ha calificado el propio López Obrador). Acaso el que lo haya presentado a Pellicer o convertido en su colaborador cuando el poeta buscaba ser senador de la república haya sido el escritor, sociólogo y político Enrique González Pedrero, muy cercano al presidente electo; ex director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde estudió su licenciatura, y ex gobernador de Tabasco, donde lo invitó a colaborar.
Aquí lo que ha dicho López Obrador: “Mi relación con él fue muy estrecha y definitoria, porque conocí al maestro Pellicer en una etapa formativa muy importante para mi vida. Estaba yo estudiando en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM cuando tuve la dicha enorme de conocerlo. Fue una relación espléndida, creo que tuvo mucho que ver con mi formación profesional y política. Yo terminé la carrera y como pasante en la universidad lo acompañé en su campaña como candidato a senador de Tabasco.” (“25 años de la muerte del poeta. ‘Pellicer, definitivo en mi formación’: López Obrador”, entrevista de Roberto Ponce; Proceso, 03-02-2002).
8. “La idea ya le atrajo al despacho de Norman Foster, el mejor arquitecto del mundo de aeropuertos”, y que ha diseñado el de Texcoco.
Si bien Foster tiene buen prestigio por sus diseños, circula información sobre sus errores o sus malos cálculos en cuanto a los costos y condiciones de construcción, costos altísimos de mantenimiento y problemáticas de funcionamiento.
9. “Imaginen la lección, el mensaje a los pueblos del mundo si llegaran a la ciudad y lo primero que vieran fuera una instalación con poemas en todos los idiomas y poemas sobre el vuelo de Carlos Pellicer”.
De acuerdo con Villoro. Y si por el momento existen dudas sobre cuál será el futuro aeroportuario de la ciudad al grado en que se dirime parcialmente en una consulta, aquí no tengo duda sobre la manera en que le ha llegado la inspirada propuesta.
Excepto que haya pensado en un aeropuerto como el de Viena, constantemente arreglado con referencias mozartianas o de otros músicos austriacos al grado de que Austrian Airlines toca valses vieneses hasta el mareo, acaso el escritor, en un arranque a la Ibargüengoitia y frente a una quesadilla de chicharrón o flor de calabaza para acompañar la tercera o quinta copa o tarro de cerveza en algún antro de la ciudad de México, haya tomado entre sus manos esa salsa Chimay tabasqueña de chiles habaneros que se ha vuelto tan popular en las cantinas de la ciudad y que en su cilindro reproduce unas líneas pellicereanas, un fragmento del poema de 1966, “Estoy todo lo iguana que se puede” (tema sobre el que he escrito en “Tabasco: Estado y salsa”; SDPnoticias, 18-11-16):
Y es la tierra, mi tierra, el polvo mío,
el árbol de la noche sollozada,
las puntuales blancuras de la garza,
las luces de mis ojos, el trayecto
de una mirada a otra mirada. El cielo
que vuela de mis ojos a los cielos
de unos ojos terrestres y las nubes
que desbordan el canto.
P.d. En caso de convocarse a una consulta popular y democrática sobre el asunto, la propuesta de Villoro contaría con mi voto para que el NAIC se llame Carlos Pellicer Cámara. Dada la argumentación, pocos podrían oponerse.
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