jueves, 6 de diciembre de 2007

No ha logrado crecimiento ni consolidación el gran movimiento social que en 2006 obligó a los poderes fácticos a una alianza de sustos para impedir mediante fraude electoral que Andrés Manuel López Obrador llegara a la Presidencia de la República. Ese estancamiento o retroceso puede explicarse claramente a partir de la campaña de falseamientos y segregación informativa que contra el candidato perredista se dio en los principales medios de comunicación, sobre todo los electrónicos y, desde luego, a la estrategia de cobertura acrítica y, en varios casos, servil, que desplegaron los socios periodísticos del fraude para “legitimar” su producto comicial.

Pero no todo ha de ser culpa de los adversarios ni de las circunstancias. Y, en opinión de este tecleador (ahora vituperado por cierto lumpenizquierdismo policial), ese valioso movimiento de resistencia civil, que ha sobrevivido y tiene futuro, necesita ejercer la autocrítica sin excusas (“no es el momento”, “no hay que darle armas al enemigo” y etcéteras de postergación eterna) y hacer a un lado a provocadores e infiltrados que bajo el disfraz de un presunto fundamentalismo impiden el debate sereno y eficaz y, dado que en el fondo ese es su encargo, empujan hacia radicalismos, intransigencias, purismos e intolerancias que, en el fondo, acaban sirviendo a los intereses del supuesto adversario.

A juicio de quien esto firma, el movimiento generado por López Obrador se encuentra en una situación de riesgo a causa de los tropiezos e indecisiones del propio dirigente, del camino colaboracionista que escogieron quienes dominan la estructura formal del PRD (los Chuchos), de la desbandada de los coaligados (PT y Convergencia) a partir de las reformas beltronistas, del peso y la influencia de los adversarios de la opción lopezobradorista (adversarios reavivados en su alianza luego de ciertos ajustes que parecían distanciarlos y ahora han sido arreglados a satisfacción de las partes) y, desde luego, de la falta de debate real y de la ausencia de alternativas de lucha y protesta que potencien al movimiento.

La visión que aquí se expresa puede estar equivocada, pero no será con insultos ni amenazas de fundamentalistas (que rápidamente se pusieron el saco, para demostrar que la denuncia de la prenda era correcta) como se corregirán errores y se replantearán estrategias de un movimiento vivo, activo y necesario. En realidad, el peor servicio que se puede prestar a ese movimiento es callar lo que se piensa. ¿Se requiere valentía para criticar y denunciar lo que hacen Calderón y sus aliados, y ello es plausible? El colmo sería que ahora se necesite valentía y protección para criticar y denunciar lo que hagan mal la izquierda y sus personajes, entre ellos de manera destacada López Obrador. En fin: así sea.

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