jueves, 3 de agosto de 2017

Vicente Fox Quesada (@VicenteFoxQue), guarde silencio, por favor

@NietzscheAristomié 02 ago 2017 20:01
 
  
 
Vicente Fox Quesada tiene, como cualquier ciudadano, derecho a la opinión, pero no a la mentira.
Vicente Fox Quesada tiene, como cualquier ciudadano, derecho a la opinión, pero no a la mentira.
Foto propiedad de: Internet
Tanto sus críticos como seguidores y simpatizantes, han dicho que uno de los mayores errores de López Obrador durante la campaña presidencial de 2006 fue espetar a Vicente Fox, en pleno mitin, la célebre frase “¡Cállate, chachalaca!”. Que tal acto lo dibujaba como intolerante y autoritario. Y sí, el tono utilizado en la euforia del discurso por el entonces líder de las encuestas fue bastante rabioso. Pero no gratuito. Fox se había convertido en el principal adversario (acaso enemigo por voluntad propia) de López Obrador como promotor de su desafuero y como militante en contra de su candidatura a la presidencia. Aunque afortunada en cuanto al exacto talante descriptivo, como certero instrumento de rechazo al acoso del poder y aun hilarante en su ingenio comparativo entre el político y el ave tropical parlanchina y tracalera, la frase no cayó del todo bien porque, pese a las extravagancias y abusos de Fox, éste era el presidente, investidura casi sagrada para muchos mexicanos; y por si faltara, contó con amplia difusión negativa en los medios.
No paró ahí el asunto. Consumado el proceso electoral pletórico de irregularidades fraudulentas de 2006, el propio Fox declaró en varias ocasiones que había cumplido su cometido de bloquear el camino de López Obrador: “hice todo lo que estuvo en mi poder para impedir que ese cuate no llegara a presidente”. Hacia el 2012, Fox traicionó al PAN o negoció con el PRI en apoyo a Peña Nieto de nuevo en contra del objeto de su anti-deseo.
En columna pasada (“Fox Quesada: ‘Ándeme yo caliente y ríase la gente’”; SDPnoticias, 19-17-17) escribí que el exempleado de la Coca Cola anda muy activo, muy deseoso de participar en la política tanto nacional como internacional. Simulador, habiendo sido pro-Clinton, se precipita contra Donald Trump, interviene de manera ilegal en contra de Nicolás Maduro y Venezuela (donde fue declarado persona non grata) y retoma en México la campaña contra López Obrador. Y lo hace mintiendo, comparando lo incomparable a manera de sinónimos: a Trump y Maduro con López. La raíz y los proyectos de estos tres personajes, ya se ha establecido aquí antes,  son muy distintos y diferenciados.
La realidad es que Fox, más que un idealista luchador a la manera quijotil por la libertad y la democracia como se pretende, es un tipo interesado en favorecerse tanto a sí, como al sistema de privilegios que le cobija y desea prolongar. Por ello, no duda en insultar y falsear, en actuar una y otra vez de manera anti-democrática. No le bastó con traicionar como gobernante a la democracia de la cual fue beneficiario gratuito de los años de lucha de la izquierda. Como político falaz traiciona todo los días a la democracia. Miente cuando dice que representa a los mexicanos. El señor apenas se representa a sí y a sus jefes. Él es el entuerto, no el desfacedor.
Recientemente le ha dado por insultar a los personajes mencionados. En el caso de México, que es el que nos importa de fondo, arremete un día y otro también contra el líder de las encuestas y causante de su enfermedad de odio y de su miedo a perder los privilegios. Ahora, ha garabateado una serie de tuits llenos de improperios y falsedades que parecieran haber sido escritos por un borracho. Acaso Felipe calderón le ha jaqueado la cuenta; se especuló en las redes sociales. Pero no, le delata el hecho de que dichos tuits (que no vale la pena reproducir) están escritos con la ortografía de un niño mal educado, de un ser reprobado en la materia del lenguaje escrito; con el ánimo de un odiador empedernido.
Y bien lo ha dicho Julio Hernández López, el de Fox es un “papel lamentable, impropio, chachalaco, de un ex presidente de la República que disfruta holgadamente del dinero público, mantenido para hacer desfiguros”:
“Vicente Fox Quesada disfruta de pensión vitalicia, servicios administrativos, vigilancia militar, gastos de oficina, impunidad para él, su esposa e hijos y familiares, y especiales mecanismos de financiamiento del Centro Fox. El dinero público que se gasta en su persona, familia e intereses, no tiene ningún sustento legal (las tales pensiones presidenciales no fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación, aunque las legislaturas federales incluyen esas partidas en los presupuestos anuales de egresos). Pero según se acepta informalmente, el fundamento teórico de esas erogaciones reside en el interés del Estado mexicano de que disfruten de una vida decorosa, sin desfiguros ni indignidad, quienes sirvieron en el máximo sitio de la administración pública.” (La Jornada; Astillero, 01-08-17).
Pero la venturosa vida del Quesada Fox le lleva a un desfiguro tras otro, a una indignidad anticipando a otra, ya sea como personaje autónomo o como títere beneficiario del corrompido régimen mexicano. Y con el desfiguro y la indignidad, el trabajo sucio. Por eso, hacia el 2018 ha dicho ya con toda certeza: “si no el pueblo de México, yo personalmente me voy a encargar que ese cuate no llegue”. Y que para eso tiene sus “mañas”. Es decir, aun cuando el electorado eligiera a “ese cuate”, él se empleará a fondo para impedirlo. Pero no es sólo él; todo el grupo glotón de privilegios del poder está en el mismo discurso y objetivo, ya sea de manera obtusa como Fox o cínicamente, como Felipe Calderón, Margarita Zavala, Mariana Gómez del Campo, Javier Lozano, Enrique Ochoa Reza, Aurelio Nuño, Enrique Peña Nieto, Alejandra Barrales, los Chuchos, Miguel Mancera, Graco Ramírez, Ricardo Anaya y muchos otros que ahora mosquean en torno al “Frente Amplio Democrático” (un frente contra ellos mismos para favorecerse ellos mismos).
El caso de Fox es patético porque simboliza la embriaguez del poder. La torpeza y la angustia frente a la posible pérdida futura de privilegios; por ejemplo, la eliminación de la pensión vitalicia, el acceso a contratos del gobierno vía terceros o el estado de impunidad.
La reversión de la historia no existe, pero sí el aprendizaje sobre errores, cuando se tiene la oportunidad frente a un horizonte semejante en situaciones y circunstancias al pasado vivido como experiencia fallida. Si, por ejemplo, López Obrador en vez de condensar “¡Cállate, chachalaca!”, hubiera dicho, “Señor presidente, le solicito de manera respetuosa guarde usted silencio para no viciar aún más el proceso electoral”, acaso la historia fuera distinta. O el futuro. Es decir, que el odio no hubiera tenido ocasión de anidar en Fox. Sin embargo, ya hecho el daño, y si de verdad el expresidente deseara cumplir la experiencia democrática que no pudo en el pasado, bien podría rectificar y dejar que la vida política transcurra en paz, como resultado de las necesidades y demandas de la sociedad.
Vicente Fox Quesada tiene, como cualquier ciudadano, derecho a la opinión, pero no a la mentira, la simulación, la manipulación y el trabajo sucio en favor del régimen a cuenta injustificada y aun ilegal del erario; por si faltara. Si bien Fox no ha sabido ganar el respeto de la sociedad ni como presidente ni expresidente, tiene todavía la oportunidad de modificar el trato social y de la historia hacia su persona. Podrá decidir si prefiere un “Guarde usted silencio, por favor” o un “¡Ya cállate, chachalaca!” definitivo; ya no individual, sino social.

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