Malo vs Amlo, sobre la reforma educativa en plena campaña electoral
La parte más clara de la columna es la de la intencionalidad política, también la más breve.
Foto propiedad de: SDP Noticias
Uno de los temas que me ha interesado desde que colaboro en SDPnoticias es el de la educación en México. Por el tema mismo, interesante y fundamental, por haber realizado mi tesis de licenciatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM sobre uno de los educadores pilares de México junto con José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet (ensayo que reviso por estos días para su publicación), y por haber desempeñado mi único trabajo profesional dentro del gobierno en la Secretaría de Educación Pública (mi segundo empleo, después de haber sido ayudante de profesor en la propia Facultad).
Aparte de escribir sobre el tema, en particular en relación a la llamada reforma educativa ejecutada por Peña Nieto, he leído con interés lo que algunos colegas han publicado en SDP, entre estos, Anel Montero. Así que no deja de llamar mi atención el reciente texto de Verónica Malo Guzmán (“AMLO, sugiero aprenderte la lección. De lo contrario, volverás a reprobar”; 30-12-17), colaboradora del portal, que invita a lo que considero un debate tardío, por una parte, y por otra, a destiempo, sobre lo que ella llama “gran Reforma Educativa”.
Leo y releo el retórico y abigarrado texto, pero decidido acudir al llamado para fijar algunos puntos básicos en torno al mismo; sobre su intencionalidad y su contenido.
1. Intencionalidad del texto. El propósito declarado de Verónica Malo Guzmán es responder “de forma tajante” a López Obrador cada vez que este sugiera durante su campaña electoral, “con la necedad que le caracteriza”, la “barbaridad” de abrogar la reforma educativa de Peña Nieto. Pues aunque el candidato es una “persona testaruda”, ella es “paciente y persistente”. Y con su “madera de docente” da a entender que se encargará, a través de sus respuestas periodísticas, de educarlo para que aprenda, si no, “volverá a reprobar”. Es de suponerse que se refiere a que el líder absoluto de las encuestas no llegaría a la presidencia en 2018; como no pudo en 2006 por el fraude y en 2012 por la compra de la elección (esto lo digo yo).
Y de inicio me parece que Malo Guzmán equivoca el sentido, que el debate a que convoca es tardío y a destiempo. Tardío, porque el debate sobre la reforma de Peña se hizo en los medios periodísticos y académicos antes de ser impuesta. En esos medios, sí, porque esa reforma jamás tomó como válida la consideración de los maestros y de los padres de familia, es decir, de la sociedad, parte esencial del proceso educativo. Por su parte, los legisladores de oposición no tuvieron los votos necesarios para contrarrestar la orden que la mayoría había recibido de levantar el dedo y aprobarla. Así, no tiene significación debatir ahora sobre la reforma en sí, pues ya se está ejecutando. A destiempo, porque López Obrador lo que hace en campaña es política, no está proponiendo en este momento un análisis sesudo de la reforma que está en marcha ni lo que contendría una nueva reforma bajo su posible gobierno. El candidato de Morena ha tenido dos posicionamientos recientes. El moderado, que revisaría lo rescatable de la reforma y que se consultaría a los maestros. El radical, que se eliminará para promover una con la participación de todos los elementos que intervienen en el proceso educativo. Simpatizo con la primera, para no radicalizar posturas de manera innecesaria. Es decir, el debate tendrá que darse en caso de que López Obrador gane la presidencia y Moctezuma Barragán llegue a la secretaría de educación; ese será el momento.
Si las declaraciones del candidato líder de las encuestas durante la campaña son de naturaleza política, las respuestas de Malo Guzmán, más que las de una experta en temas educativos que dialoga o debate con un colega sobre la reforma, serán también políticas, como lo podemos leer en la intencionalidad de su texto. Porque no hay materia ni es el tiempo. Pero responder como política cada vez que el político aborde el tema, es como si ella, defensora de la reforma, fuera su contraparte candidata, es decir Meade Kuribreña o Anaya; porque ni siquiera Nuño Mayer, coordinador de campaña del primero, entraría ahora a un debate sobre contenidos; a uno político, posiblemente sí (sobre todo ahora que López Obrador lo anda candidateando porque Meade no crece; por cierto, acaba de escribir Federico Arreola al respecto).
2. Contenido del texto. La parte más clara de la columna es la de la intencionalidad política, también la más breve. El resto, como decía, es retórica y abigarrada. Pero hagamos el esfuerzo. A pesar de que pretende plantearse sobre el tema de la educación, entrevera dos polos, el político (de nuevo) y el propiamente educativo.
Malo Guzmán pareciera estar más de acuerdo con López Obrador de lo que cree, pues sostiene lo que éste en muchas ocasiones: la educación como núcleo central de la sociedad y el cambio que urge, y la necesidad de incorporar en ella a alumnos, padres y maestros; es decir, lo que nunca hizo la reforma educativa vigente que ella defiende.
Plantea un concepto antiquísimo como algo novedoso y como la clave que resolverá todos los problemas: “la calidad educativa”. Concepto que data al menos desde 1992, cuando Salinas de Gortari lo impulsara como parte de su propuesta neoliberal. Pues la calidad educativa significó préstamos del Banco Mundial y programas educativos dirigidos por los especialistas de este organismo. ¿Y qué ha pasado después de 25 años con un concepto utilizado en programas y discursos por parte de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, sus respectivos secretarios de educación y Alba Esther Gordillo? Nada. Se sigue hablando de él como si fuera nuevo cada vez, confiando en que no hay registro ni memoria ni reclamo. Por cierto, Verónica Malo considera que México es el país del “YA”: “somos extremadamente impacientes. Se nos olvida que las grandes transformaciones, sobre todo si son de grueso calado, llevan mucho tiempo en consumarse; aún más en apreciarse. Si estamos hablando de procesos educativos, cuando menos lo que tarda en graduarse una generación de estudiantes; es decir, aproximadamente 25 años. El mínimo lógico.”. ¡25 años, el mínimo lógico!, justo lo que llevan los gobiernos del PRI y el PAN aplicando el modelo de la “calidad educativa”; más 25 que ella solicita para que la reforma de Peña dé frutos que puedan apreciarse. Total: ¡medio siglo de paciencia! No, pues sí.
En el país del “YA”, el “volvido”, el “abrido”, el “ler” y el “haiga sido como haiga sido” (¡de risa, hasta el Word automático me corrige!; debo resistir), se pide paciencia, ¡50 años al menos! –total, ya lo dijo Gardel, que 20 años no es nada-, para que quienes lo han gobernado y llevado al fracaso tengan una nueva “oportunidá”.
Malo Guzmán sugiere que la educación debiera ser “motor para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos y para garantizar la movilidad social ascendente”. Cierto, esta condición se dio ya en el pasado. La explosión demográfica en los 70 y 80 y, sobre todo, el advenimiento de neoliberalismo salvaje aún vigente con su corrupción concomitante que desea prolongarse en las figuras de Meade y Anaya, acabaron con la promesa social basada en la educación. Concuerdo con Verónica, la educación mexicana debiera obedecer a una política de Estado y no estar sujeta a los vaivenes caprichosos de la política.
Y es que hay candidatos que en vez de tomarse en serio la educación, subraya Malo Guzmán, y de ponerla en “el centro de los objetivos del gobierno”, ven al magisterio como “un buen botín político”, hacen de ellos “un rehén político”. No quiero pensar que se esté refiriendo a López Obrador, porque quien acaba de pactar con Alba Esther Gordillo a cambio de su liberación y el apoyo del PANAL al PRI y a Meade, es Peña Nieto.
Pensaba hablar un poco de Sierra, Vasconcelos, Torres Bodet, Bassols, el artículo tercero constitucional, las campañas nacionales contra el analfabetismo, el Plan de Once años,…; pero ya no, un pato me espera en el horno.
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